A la fuerza. —No puedo hacer eso—murmuró el menor de los Salerno recordando las palabras de su hermana menor, no podía robarse a aquella chica y obligarla a vivir a su lado. No cuando tenía un carácter tan impredecible y en vez de ajustarse a su lado terminaría con odiarlo. No deseaba eso. Era una chica que tenía unas manos delicadas y cuidadosas, con un amplio deseo de ayudar. No pertenecía a su mundo, nunca lo haría a menos que ella misma lo deseara. —¿Qué no puede hacer que, señor? La pregunta de Bernardo lo hizo darse cuenta que había pensando en voz alta y que ahora los dos guardaespaldas que compartían el auto con él lo miraban con curiosidad. En la parte trasera del BMW SERIES 7, el italiano esperaba pacientemente mirar a la mujer terminar su turno y caminar por las largas banque

