Luca esperó impaciente en el auto, uno de los guardaespaldas había bajado para comprobar que la señorita Pacinelli se encontraba en el hospital. Había ido y venido, no pudo negar más que esa mujer no se había apartado de su cabeza ni un solo segundo, era como si una especie de ninfa lo hubiese hechizado por completo. Mientras se pasaba las manos por su cabellera oscura y miraba su atractivo y juvenil rostro se cuestionó severamente sobre que le había atraído de ella. Era una chica normal, ordinaria, alejada a las demás mujeres con las que compartía cama y solían complacerlo, no era seductora, era inocente, posiblemente una virgen que debido al trabajo no había tenido tiempo para salir con muchos hombres. Parecía ser simple, pero sumamente trabajadora por lo que sus ojeras habían hablado d

