Capítulo 8 —Estás en mi mente

1067 Words
Marcus: Estaba de pie frente a la ventana de mi oficina, observando la ciudad de Manhattan con la mirada perdida. Los rascacielos parpadeaban con los rayos del sol y abajo, los taxis y las personas, avanzaban como un ejército de abejas trabajadoras, perfectamente animado. Desde aquí no alcanzaba a escuchar mayor cosa, pero casi lo pude imaginar... Bueno, eso era mentira. No estaba prestando atención a eso. En mi mente solo estaba presente esa chica rubia con la que tuve s3xo anoche. Aún recordaba como su olor a fresas, se quedó impregnado en las sábanas de seda y en mi propia piel. Respiré profundo, pero esa dulce niña se había ido sin decirme adiós y dejándome solo estas ganas, este deseo descomunal que me hacía hervir la sangre. Apreté mis puños, sintiendo mucho enojo y mucha frustración. ¿Por qué se había marchado? ¿Y por qué seguía pensando en ella? Debía dejar de hacerme esto y olvidarla de una vez por todas. Anoche me pareció una idea genial, la sacaría de mi sistema y todo estaría solucionado, pero no fue el caso. Ahora la deseaba todavía más, a una chica de diecinueve años que era absolutamente prohibida para mí. No sabía cómo la olvidaría... —¿Se puede saber por qué estás gruñendo como un toro de feria? —Me pregunto mi amigo con burla. Me di la vuelta y le di una mirada oscura. Tayler Holder, estaba allí sentado en mi sofá de cuero, con sus piernas estiradas sobre mi mesa de café y viéndose como el m*ldito rey del mundo. —¡No me jod*s! —Le gruñí con molestia y me acerqué a mi espacio de descanso—. ¡Y baja los pies de mi propiedad! —¡Hey! —El castaño levantó sus manos en rendición e hizo lo que le ordene—. No la tomes contra mí. Más dime, ¿qué te paso? Por qué ese genio. Me dejé caer en otro de los sofás, frente a él y solté un suspiro audible. No tenía de otra más que desahogarme. —Tuve s3xo anoche, con una chica de diecinueve años. Mi amigo reacomodó su postura, posando sus antebrazos en sus muslos y me observó con curiosidad. —Pero Marcus, siempre dices que las prefieres maduras. —Su sonrisa no se iba de su rostro. —Sí, ya sé —dije con fastidio—. Pero esta era diferente, no era de esas mocosas mimadas. Era más seria, más sensata. Sacudí mi cabeza con enojo y continué. —Bueno, al menos eso fue lo que pude percibir. No la llegue a conocer bien, porque esta mañana me desperté y no la encontré por ningún lado. —Era evidente la molestia en mi voz. —Huyo de mí. ¿Quién se atreve a hacerme eso? —Me quejé. Escuché la carcajada de mi amigo y mi enojo iba en aumento. La verdad es que no estaba de humor para escuchar sus burlas. —¡Si te vas a burlar, mejor lárgate! Tayler, evidentemente fue inmune a mis miradas de mu*rte y me dio una sonrisa ladeada. —Marcus, cálmate que ya me pondré serio. Él se detuvo un momento y volvió a recostar su espalda en el sofá. —Pero dime, ¿cómo se llama? Mejor dicho, cuéntame todo desde el principio. ¿Tenía opción? Yo creo que no. Respiré profundo y miré fijamente a sus ojos castaños. —La conocí ayer en el bar, esa dulce niña estaba tan borracha que no sabía ni lo que hacía. Me beso, me sedujo y luego quería escapar de mí. —Me pasé un dedo por los labios y continué—. Pensé dejarlo ahí, pero no me pude contener. Así que la perseguí y terminamos en el hotel, foll*ndo toda la noche. Tuvimos mucho tiempo, pero no quiso decirme su nombre. Dejé escapar otro suspiro y me pasé una mano por mi rostro sintiéndome muy irritado. —Solo recuerdo que tenía un delicioso aroma a fresas. Aparté la mirada y observé hacia un punto fijo en la pared, como imaginándola. —Bueno, también recuerdo su rostro angelical, su cabello dorado, sus ojos azules y ese cuerpo... —Me detuve y me mordí los labios. Ante mis palabras, Tayler soltó otra pequeña risita y eso me trajo rápidamente al presente. —Marcus, definitivamente, esta chica te dejo hipnotizado y actuando como un idi*ta. —Me observo con burla—. Mírate, ya estás recitando poesía. Tomé uno de los cojines y se lo lancé con molestia, pero él lo esquivó con la mano levantada. —Yo no soy ningún poeta, ni ninguna mierd* de esas. —dije molesto—. Solo me la f*lle y ya, pero no te puedo negar que me quedo gustando... Me detuve y me pasé ambas manos por el rostro y luego por mi cabello. —Aunque también me siento culpable, le falle a Susana. —Le dije con frustración. Saqué mi móvil y observé, por décima vez, el mensaje que me había mandado más temprano. Puse nuevamente mi atención en Tayler. —Me invito a cenar mañana en su casa, para que conozca a su hija, Sienna, ¿y con qué cara la voy a mirar, después de que le fui infiel? —Gruñí molesto y aparté la mirada—. Más encima, no puedo dejar de pensar en esa niña. Hasta tengo deseos de buscarla. Tayler chasqueo su lengua con fastidio. —Amigo, olvídala ya. ¿Cuántas chicas hay en Manhattan? Será como buscar una aguja en un pajar. —Se detuvo un momento, para luego continuar—. Además, respóndeme esto, Marcus. ¿Amas a Susana? Sí o no. ¿Amarla? Mierd*, yo la quería. Ella era como mi mejor amiga y eso tendría que bastar. El amor intenso y pasional, vendría después. —Sí. —Le respondí a mi amigo. Él asintió con seriedad. —Exacto, hombre, la conoces hace un año y estás seguro de casarte con ella, es la mujer correcta para ti. Así que deja ir esa calentura. —Me aconsejo—. Igual no volverás a verla, y no te sientas culpable. Solo olvida lo que sucedió anoche. Incliné mi cabeza afirmativamente. —Tienes razón, amigo. Todo lo que me dijo Tayler era muy cierto. Debía entrar en razón, ¿pero por qué no podía dejar de pensar en ella?
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