Capítulo 3 —Un pecado andante

2170 Words
Marcus Blackwood: Tamborilee mis dedos contra la superficie de mi mesa, mientras mantenía mi mirada fija en la puerta del bar. Esperaba a mi novia, Susana, desde hacía una hora y ya estaba bastante impaciente. Nos habíamos citado a las ocho, pero el tiempo fue avanzando y nada sucedía. La excusé por un momento, creí que había sido el tráfico o que tal vez ella se había tardado eligiendo un vestido para esta noche, pero descarté estas opciones cuando vi que eran más de las nueve. Lo supe. Ella no vendría. ¿Me sentía enojado? Por supuesto. Ni siquiera me había escrito para cancelar y sumado a eso, había abierto un espacio de mi tiempo para verla, porque con mi trabajo como CEO de una de las mejores firmas de inversión y gestión de activos de Manhattan, no habíamos tenido oportunidad de vernos. Más, sin embargo, hoy tenía la noche libre y quería hacer algo diferente, pero al parecer mis planes habían cambiado. Como sea, decidí sacar mi móvil y enviarle un texto. Necesitaba comprobar que estaba bien. “¿Todo bien? No apareciste”. Le di enviar. No espere más de diez segundos y mi móvil vibró con un nuevo mensaje. Lo leí enseguida. “Lo siento, Marcus. Lo olvidé por completo”. Ella envió tres caritas avergonzadas, seguidas de otro texto. “Mi hija salió hace una hora a casa de su novio y nada que llega. Le he estado marcando y no me contesta. Tampoco lo hace Jeisson, así que estoy muy preocupada”. Sacudí mi cabeza e inmediatamente me sentí culpable por enojarme con ella. Pero qué chica tan desconsiderada, tenía ya diecinueve años y nada que maduraba. No le costaba nada responderle a su madre. Pero cuando viviéramos todos juntos, esto cambiaria. Bajo mi techo serían otras reglas. Bueno, al menos, esperaba que funcionara, ya que aún no la conocía en persona. Susana lo prefirió así, no quería que mi relación con ella, le generara más dolor. Puesto que su padre biológico, la había abandonado cuando era recién nacida y no quería otra decepción para su hija. De cualquier forma, de mí no tendría que preocuparse y al final tendría que aceptarlo. Ya había elegido a Susana, como la mujer que sería mi esposa, y no pensaba dar mi brazo a torcer. Le escribí otro texto. “Tranquila, amor. Seguro se quedaron dormidos y ninguno ha visto las llamadas. Ve a descansar tranquila, y ya mañana todo se soluciona”. Le di enviar y me levanté de mi asiento. Guarde mi móvil, para luego sacar algo de efectivo y dejarlo sobre la mesa. Solo había bebido la mitad de la cerveza, pero, de todas formas, deje algo más de propina. Me alejé de allí y fue cuando vi a una chica borracha caerse de una de las sillas de la barra. Negué molesto, con razón Susana estaba tan preocupada. Los adolescentes eran simplemente unos mocosos, malcriados e insensatos. Suspiré irritado y salí rápidamente del bar. Una vez afuera, me dirigí hacia mi auto, pero me detuve al sentir la vibración de mi móvil con un nuevo mensaje. “Tienes razón, amor, y perdóname una vez más. Mañana te compensaré con creces esta noche”. Una sonrisa ladeada se formó en mis labios. Ya podía imaginar hacia donde se dirigía esto y qué mejor oportunidad para hacerlo realidad. Aún no habíamos tenido nuestra primera noche juntos. Para explicarlo mejor, mi relación con Susana, comenzó hace un año aproximadamente. La conocí por casualidad en una cafetería. Nos hicimos amigos y durante ese tiempo, descubrí que encajábamos a la perfección. Nos comprendíamos y nos gustaban las mismas cosas. Ella era una mujer muy saludable, jamás me celaba y aceptaba que a veces no podíamos vernos. Esta relación era perfecta y funcionaba para mí. Así que por qué no, le pedí hace un mes ser mi novia. Ya tenía veintiséis años. Edad suficiente para establecerme. Además, quería a Susana, pero como dije aún no la había hecho mía y quería hacerlo. Sabía más que nadie que el s3xo era importante en una relación. Volviendo al momento presente, pensaba escribirle y proponerle una pequeña escapada a la playa, pero de repente alguien choco contra mí. Me di la vuelta y me encontré con una chica rubia de unos diecinueve años. No pude dejar de mirarla, era bastante hermosa. Su rostro en forma de corazón destacaba con un par de ojos azules, con las pestañas más largas y rizadas que jamás vi. Sus ondas rubias caían sobre sus delicados hombros y sobre un par de buenas tet*s que ocultaba tras esa camisa verde bosque. Sumado a eso, estaba esa figura tan ardiente, abdomen plano y caderas anchas, piernas torneadas que cualquier hombre m*riría por enredar en su espalda baja. Maldición, esta niña era una tentación para mí. Un pecado andante. Sentí como mi verg* despertó de su letargo y esto era totalmente irracional. No había motivo para excitarme tanto por una joven que apenas conocía. De cualquier forma, esto fue razón suficiente para actuar grosero con ella. Debía apartarme cuanto antes. Además, vi cómo se sonrojaba ante mi presencia y me observaba con mucho interés. Ella me deseaba. —Yo... No estoy borracha —dice la chica distraídamente y sin dejar de mirarme a los ojos. A pesar de mis pensamientos, tampoco pude apartar mi atención de ella. Estaba tan embelesado observando sus labios pronunciados que no pude detenerla, la chica se acercó a mi espacio personal y puso sus manos sobre mi pecho. —Oye, pero tú estás muy guapo. —Sus pequeñas manos tocaron mis bíceps por encima de mi chaqueta elegante y no la detuve—. ¿Cuánto cobras por tus servicios? Vaya descarada. Casi me burle, pero me obligue a controlarme. La observé con enojo y mi expresión no mentía, es que en serio me molestaba su propuesta, porque sencillamente quería lo mismo que ella. Foll*rmela toda la noche, pero pensé en Susana y me detuve. No podía hacerle esto. Quite sus manos de mi cuerpo y me aparte del todo. —¡Pero ¡qué dices, niña! Ella frunce su ceño confundido y no pude evitar pensar que se veía muy adorable. —¡Qué cuánto cobras por tus servicios! Ella alzó la voz atrayendo la atención de algunas personas que estaban a las afueras del bar e inmediatamente me sentí avergonzado, pero esto me pasaba por idi*ta. —Mejor quítate de mi camino —dije alejándome de la tentación. Más, sin embargo, ella me siguió. —¡No! —dijo furiosa. La rubia tomó mi brazo y detuvo mi escape—. ¡Dije que quiero tus servicios! Sin previo aviso, ella rodeó mi nuca con sus brazos. —Pero que estás haciendo... La chica interrumpió mis protestas y me beso. No era un beso casto, su lengua sondeaba mis labios de manera provocativa, intentando abrirlos. En este punto, estaba sorprendido, aterrado y excitado por su comportamiento, pero, de todas formas, no me resistí. La rodeé con mis brazos y la acerqué más a mi pecho. Choque mis labios con los suyos y le di acceso, para que hiciera lo que quisiera. Ella no desaprovechó la oportunidad, su lengua inmediatamente, colisiono con la mía y gemí por el placer que sentí. Ahora, la posibilidad de tener s3xo esta noche, con esta chica tan joven, era excitante. Es que no podía resistirme, la verdad hace un año que no había estado con nadie y todo tenía que ver con mi trabajo. Siempre estaba ocupado. Como sea, lo necesitaba. Desvié mis pensamientos, cuando sentí que una de sus manos empezaba a bajar por mi pecho y luego más abajo. Ella fr*to con insistencia mi verg*, dejándome una buena erecci*n. Cosa que no me pasaba fácilmente con cualquier mujer, ni siquiera con Susana. Deje escapar un gruñido y mis manos tampoco se quedaron quietas, bajaron hasta su cul*, apretándolo sin vergüenza. La chica brincó en su lugar y aparto sus labios de los míos, viéndose agitada y nerviosa. Su expresión me lo decía. —¡Dios, que estoy haciendo! —dijo confundida y me empujo. ¿Pero qué? ¿Me excito y ahora pensaba dejarme así? Estaba loca. Sus ojos azules se estrecharon en mí y me observo con una mueca molesta en sus labios. —Eres un torpe besando. Ya no quiero tus servicios. Adiós. La chica se fue de mi presencia, moviendo sus caderas con sensualidad. Mientras que yo, me quede en mi lugar sorprendido y con un gran problema en medio de las piernas. Me pasé una mano por mi cabello y lo tiré en frustración. Durante todo este mes, no le había faltado a Susana, pero es que estas eran circunstancias mayores. Además, no la volvería a ver y de seguro que la olvidaría rápidamente. Sin pensármelo dos veces, la seguí. Una cuadra más allá, logre encontrarla. Ella se tambaleaba de un lado a otro, casi perdiendo el equilibrio e incluso la vi tropezar en el camino. A duras penas, logro sostenerse de una pared y la escuché reírse entre dientes como si fuera lo más gracioso del mundo. Negué molesto, ¿pensaba irse sola en ese estado? Cerca de acá, solo había un parque y la parada de buses, estaba como a tres cuadras. Si no hacía algo, alguien de seguro que le haría algo malo a esta chica. Bueno, aparte de mí. Pero por lo menos, yo no buscaba hacerle daño, solo quería hacerla sentir bien y ella lo disfrutaría. Saqué mi móvil y le escribí un corto mensaje a mi chofer. Él me esperaba en el estacionamiento del bar. “Encuéntrame en el parque”. Le di enviar y me guardé de nuevo mi teléfono en el bolsillo. Es cuando veo a dos sujetos salir de un callejón y la siguen hasta llegar al parque de esta zona. Apresuré mis pasos para alcanzarla y no pude evitar escuchar lo que decían. El lugar estaba desierto y el eco de sus voces llego fácilmente hacia mí. —Qué linda chica —dijo uno de ellos susurrándole al oído. El otro, la toma del brazo, acercándola luego a su pecho. —Mira ese cuerpo tan hermoso y es solo para mí. La chica rubia lo empuja como hizo conmigo y más encima le pega una cachetada a ese mismo hombre. —¡No me vuelvas a tocar, idiota! No pude evitar reírme, esta niña tenía sus garras bien afiladas. El hombre se tocó su mejilla y le dio una sonrisa seductora. —No tienes por qué enojarte. Los tres podemos pasarla bien. —Sí, nena, eres muy linda —dijo el otro pegando su frente masculino con el trasero de mi chica. Porque ya era mía, bueno, al menos por esta noche. Alejando ese pensamiento, me enfoqué. Ella estaba en medio de los dos forcejeando para salir. —¡Déjenme en paz! —Se quejó y cuando por fin logre llegar hasta ellos, alcance a ver el miedo en sus ojos. No sé por qué, pero esto me enojo y no me detuve. Tome el brazo del que estaba detrás de ella y lo aparte con fuerza. —¡Quita tus asquerosas manos de ella! —dije con una voz baja y mortal. Los dos hombres, al ver la ferocidad en mi expresión, me observaron asustados. —Tranquilo hombre, ya nos vamos —dijo uno de ellos. —¡Lárguense! —Les grité. Los sujetos se alejaron con rapidez, desapareciendo por completo de nuestra vista. En eso, por el rabillo del ojo, vi a Preston, mi chofer, estacionando mi coche en la otra calle. Sonreí con satisfacción, esto lo haría todo más fácil. Tomé el brazo de la chica rubia con suavidad y la hice observarme. —¿Estás bien? Ella abrió sus ojos sorprendidos al ver que yo era la persona que la había auxiliado. Incluso vi como sus mejillas se colorearon de un lindo tono de rosa. —Tú... Tú de nuevo. —Ella se veía nerviosa y miro hacia ambos lados—. Como sea, ya debo irme. Intento alejarse, pero se lo impedí. —Al parecer no sabes agradecer. —Le dije con seriedad y no pude apartar la mirada de sus impresionantes ojos azules. —¡Suéltame! —Protesto la chica entre gruñidos muy adorables, pero ni loco la soltaría. —Tienes que hacerte responsable de esto. —Le dije tomando una de sus manos y colocándola sobre mi erecci*n que se alzó todavía más con su contacto. Mi tono de voz se hizo más espeso. —Preciosa, no puedes dejarme así. Ella se sonrojó todavía más. —Yo... Yo no hice nada, señor. —Titubeo, pero alcance a ver el interés en su mirada. Le di una sonrisa ladeada. —Eso lo veremos. No espere su respuesta, la tome de su brazo con firmeza y la lleve conmigo hacia el otro lado de la calle, donde nos esperaba mi chofer.
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