Marcus: Mi oficina estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz dorada del sol que alcanzaba a entrar a través de las persianas. El humo del cigarrillo que estaba fumando, solo por ansiedad, flotaba en el aire y una copa de whisky estaba en mi mano derecha, a medio terminar. Después de salir de casa de Susana, había bebido toda la noche en mi apartamento y me dolía la cabeza. Así que no estaba de ánimos para nada. Me incliné en mi silla de escritorio, con mi camisa desabotonada en la parte superior y cerré mis ojos, sintiendo el peso de mis propias culpas, arañarme el alma. En ese momento y sin poder evitarlo, me llego a la mente la imagen de Sienna. Con esa blusa blanca que, aunque le cubría el cuello y su escote, no podía dejar de mostrarme esos pech*s que m*ría por volver a

