(27) Alejandro no tuvo que conducir tanto, llegamos a las calles de Reforma para quedarnos en uno de los hoteles más hermoso del México. Era un hotel hecho de vidrio en donde de inmediato reconocieron a Alejandro, llamándolo por su apellido al igual que a mí. Supuse que el hotel ya estaba avisado de que estaríamos teniendo nuestra noche de bodas en el lugar, lo cual hizo que el manager del lugar, se acercara a felicitarnos. Alejandro acepto sus felicitaciones, para después dirigirnos a el ultimo piso del lugar, que era una clase de pent-house, que tenía una vista hermosa hacía la ciudad. Y mientras yo estoy observando, no puedo evitar ser sorprendida por Alejandro, quien me carga entre sus brazos fuertes. –¿Es necesario? –Pregunté llena de felicidad. –Es una tradición, el esposo debe

