Visita

1293 Words
Desde que conocí a Maya por primera vez no me fue difícil entender que la estabilidad no es exactamente la forma en la que vive, por ejemplo; la cantidad exagerada de sexo que en el momento me parecían dosis perfecta, pero, cuando me siento a reflexionar no importa dónde o quién estuviese cerca y así fue el resto de nuestra relación, un subidón y un bajonazo. —Me acosté con Paola Hamilton, es prima de Leticia, ella por supuesto no lo sabe. Paola y yo somos viejos amigos, se está divorciando y los dos queríamos solo distraernos, nos hemos visto varias veces durante las últimas semanas y lo terminé en cuanto llegaste. Niza fue por su bolsa y sus documentos, le llevé a la consulta médica y todo el viaje fue silencioso, de manera profunda e incómoda, de esta manera fuimos a que le hicieran el examen, le llevé a desayunar y ella apenas comió, estuvo realizando llamadas con la gente en su oficina de Nueva York, noté que la fluidez al hablar en este idioma ha mejorado. Mi tía me envía un correo y me avisa que tiene que salir de la ciudad porque va con mi tío a una pequeña escapada romántica. Me río de ambos y me alegro por ellos antes de pedirle que se relaje y disfrute. Mi papá se acerca con su novia de toda la vida a nosotros y sonríe, mi mamá está casi encima de Niza antes de que ella pueda reaccionar y ella sonríe antes de disculparse con la persona en el teléfono y finalizar la llamada. —Hola, Verónica. —Hola, Niza, ¿hace cuánto estás aquí? El pelo se te ve hermoso —dijo mi mamá y le frotó la espalda, mi papá me dio un beso sobre la cabeza y un golpe en el cuello. Mi mamá tomó asiento y mi papá le regañó. —Él está con Niza —aclaró mientras besaba la mejilla de mi novia. —Esta no es nuestra mesa tampoco, Verónica. —Tu papá tiene uso problemillas emocionales, que tiene que sentarse en el mismo lugar. —No tengo qué, pero hoy es viernes, desayunamos juntos en el restaurante que te gusta cerca del hospital, en la mesa de la ventana. —Hoy puede sentarse con nosotros—dijo mi novia y le abrió la silla. —Vas a despreciar a Niza. —No, pero estoy molesto contigo. Mi mamá se inclinó en su silla para llenarme de besos, le abracé y mi novia sonrió complacida. Mi papá preguntó si queríamos comer algo más y le hizo una seña al mesero. —Señores Pieth. —Hola, Luis—saludó mi mamá—Cómo está tu mujer, ya dio a luz, estoy esperando conocer a Lisa. —No, fuimos tres veces y la han devuelto, que no está lista para parir y es una cesárea, la verdad ya ni sé. —¿Para cuándo la programaron? —Próxima semana. —Qué tal si la traes, la reviso y hablo con el ginecólogo—Propuso mi papá. —Este embarazo ha sido una pesadilla, seguro ya no va a querer otro. —Ojalá no quiera otro —todos en la mesa reímos. —¿Qué se le ofrece? Lo de siempre. Mi mamá pidió medio menú y el hombre anotó, mi papá pidió sus huevos pasados por agua, aguacate, queso y una lonja de pan de media pulgada. Mi mamá elevó las cejas y me preguntó si estaba escuchando, reí porque son un par de necios, pero, no viven sin el otro, mi papá se saca de la bata del hospital un par de pastillas, comprueba mi vaso de agua y se las toma con un sorbo. —¿Papá, qué putas acabas de tomar? —Las pastillas de la presión. —¿Mamá, esto es todos los días? —Y he visto cosas peores, ehh—respondió y se puso a conversar con Niza sobre su nuevo trabajo en la ciudad de Nueva York, los planes que teníamos para el futuro y vio el algodón en su brazo. —Estás embarazada, ohhh, estás embarazada —absolutamente solo mi mamá sabe que un algodón en el brazo de una mujer es un embarazo. —Verónica sé discreta por dios. —Ay, no, no quiero ser discreta. —Mamá…—comencé a decir —Verónica, puede ser un doping o Niza puede estar enferma o mil coas, es un algodón. No seas indiscreta, mujer. —Sí, mamá. —Bueno, tienes cara y aura de estar embarazada. Niza bebió un poco de té. —Sí estás embarazada. Niza y yo reímos, mi novia finalmente dio un leve asentimiento, los dos reímos ante los gritos de mi mamá y mi papá serio, mirándole entre divertido y serio. —Felicidades —Dijo mi papá y Niza le dio las gracias—De cuánto estás. —Unas semanas apenas. —Ay, qué romántico, cómo vas a llamarle. —No sé, pero mis hijos llevan la letra M. —Eso es demasiado tierno. —Igual no hay que decir nada… —recordó Niza. —Olivia y su esposo han estado intentando y quiero esperar a que nos hagan los exámenes y todo. —Claro, puedo ser discreta. Mi papá y yo reímos. Mi mamá comenzó con sus recuerdos de todos sus embarazos y mi papá escuchó con atención, mientras yo veía a mi novia y para mí no hay nada incierto, cometí un error, mientras estábamos separados y no volverán a cometerlo por más que me cuesta. Tras un desayuno lleno de risas y bromas nos disculpamos con mis papás y fuimos al hospital a nuestra cita. Niza acerqué mi mano a la de Niza mientras esperábamos el paso peatonal, ella la vio y me miró. —No quiero que estemos peleados toda la vida. —No es una pelea, es una conversación. —Te debo una disculpa, pensé que si lo decía ibas a salir corriendo. —No, Emilio, no es sobresalir corriendo, amar a alguien es quedarse cuando todo es difícil, pero tiene que ser recíproco, vas a cometer errores, vamos a prometernos visitas y van a ser imposibles de realizar, ya sea por el clima o por el trabajo. Está claro que ambos tenemos hijos que ocupan el puesto número uno en nuestras vidas, pero qué puesto ocupo yo en tu vida y tú en la mía. —Eres en el número 1-A —Niza sonríe. —Vamos a llegar tarde a la cita. —Estás en el primer lugar en mi vida al lado de Mily Emilio, ustedes son mi familia, Niza, ustedes son lo que más me importa en el mundo y cometí un error y estoy avergonzado y la verdad se sintió como autosabotaje. —Estábamos separados, tú tenías derecho, ahora estamos juntos, pero, no quisiste decirme y eso habla mucho de tu carácter. Mi celular sonó y Niza me pidió que contestara, era Logan y quería saber en qué parte del hospital estábamos. Le dije que íbamos subiendo hacia su oficina, mi hermano me pidió que me apurara y me acusó de ser quién retrasaba. Estaba esperándonos fuera de su oficina, le dio un beso en la mejilla a Niza y a mí un jalón de orejas por atrasar, los dos reímos y todos ingresamos a su oficina y nos ofreció asiento, abrió los sobres en su escritorio y revisó el primero. —Felicidades, mamá y papá, si están esperando un bebé, un mes y tres semanas. Compartí una mirada con Niza porque los dos recordamos perfectamente cuándo había sido y puede que en mi desesperación por abrir el condón o ponérmelo lo rompiera, o simplemente era nuestro turno de volver a ser papás. —¿Quieren conocerle?
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