POV ELIZABETH La oscuridad es absoluta. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que desperté, pero la sensación de encierro y el frío del suelo de concreto me confirman que ya no estoy en el departamento de Adam. El aire huele a humedad y metal oxidado, y una punzada de miedo se clava en mi pecho cuando intento moverme y descubro que mis muñecas están atadas a los reposabrazos de una silla. —Despierta, preciosa —una voz retumba en la habitación. Mi corazón salta en mi pecho. Intento concentrarme en el sonido de su voz, en encontrar una pista de quién puede ser. Pero está distorsionada, como si hablara a través de un modulador de voz. —¿Quién eres? ¿Qué quieres? —exijo con la voz más firme que puedo, aunque por dentro estoy aterrada. Una carcajada baja y siniestra resuena en la habitación.

