[ALYA] El teclado suena mecánico bajo mis dedos mientras trato de concentrarme en los números y planos de un proyecto de la empresa. Es difícil fingir normalidad. La conversación con Zaed en la playa sigue latiendo en mi mente, como un eco constante que se niega a desaparecer. Cada línea de texto, cada respiración, me recuerda lo que hemos compartido y lo que nunca podremos borrar. Intento cerrar los recuerdos y enfocarme en mi trabajo. Llevar mi vida con normalidad se siente como un acto de equilibrio sobre un alambre invisible. Pero la puerta de mi oficina se abre y un ligero golpe de perfume invade el espacio. —Alya —saluda Samuel, con esa sonrisa que mezcla confianza y arrogancia. —Samuel —respondo, intentando sonar profesional y poner un poco de distancia entre los dos—. ¿Qué hace

