Todavía recuerdo el día en que me acusaron de asesinato, había un nudo atorado en mi garganta, las palabras no salían y mi pecho dolía, cuando tocaba mi rostro podía sentir las lágrimas brotaban sin detenerse. Aprendí que, si comenzaba a llorar, lloraría por siempre ***** La mesa de la familia Sigfred ya está llena, además de los señores Sigfred, hay varios invitados a los que no conozco, de pronto, las diez sillas no son suficientes. – Señorita, ¿necesita algo? Una mujer de cabello n***o me mira de pie junto a la mesa. – Estoy bien – miro en todas direcciones buscando una silla disponible, hay muchas mesas, algunas con pocas personas, ubico una y camino hacia ella – disculpe, ¿puedo tomar la silla? – Adelante. Mis manos tocan la silla y alguien más la toma, es el General quien cam