Maddison P.o.V
—¡¡Se quema la casa!!—el grito de Chase, proveniente de alguna parte de la casa, activa mis alarmas y salto de la cama.—¡Alguien que pida refuerzos!.
Abro la puerta de mí habitación y bajo las escaleras a toda prisa.
Había olor a quemado y humo por todas partes.
Eso solo significaba que Chase había vuelto a intentar cocinar alguna de sus extrañas recetas.
En cuanto llego a la cocina, observo a Aaron tirando ollas y sartenes por la ventana que da al patio trasero.
Si mamá lo viera en éste momento, lloraría al ver ese desastre. Pero gracias a dios, no está aquí.
En cuanto Aaron tiró una olla totalmente quemada hacia afuera, se sintió un fuerte estruendo en la casa del vecino.
¡Ay no!.
—¡¡La ventana de la señora Hastings, idiota!!—gritó Chase con espanto.—¡Esa vieja nos echará otra maldición!.
Aaron se gira hacia nosotros con el rostro cargado de terror.
—No... no calculé bien la velocidad.—se disculpa.
—¿Qué hiciste ésta vez, Chase?—le pregunto a mi hermano mientras que él se limita a correr el humo con una toalla.
—¡Sólo trataba de cocinar una nueva receta!—gruñe en respuesta.—Pero me salió mal.
—De eso no hay dudas.—exclama Matt con enojo.—Si mamá y papá se enteran de esto, todos estaremos en serios problemas.—le advierte.
—Las sartenes y ollas están afuera. No hay de que preocuparse.—Aaron nos sonríe mientras posiciona ambas manos en sus caderas. Yo suspiro.
—Ahora ve y tráelas de nuevo, idiota. No pueden quedar ahí tiradas.—digo con obviedad.
—Si la vieja de al lado me ve afuera, entrando las cosas, sabrá que fui yo quien rompió su ventana con una olla.—me dice con horror— No quiero que practique alguna brujería conmigo.—nos advierte con miedo.—Esa señora está loca. Creo que lo mejor será llamar a un psiquiatra y que se la lleven de una vez.
—Dejen las tonterías para después.—interviene Matt.—Hay que arreglar todo éste desastre en menos de dos horas. Saben que mamá y papá están por regresar de su viaje y la casa no puede estar así.—comenta con nerviosismo.
Aaron sale de la cocina en busca de las ollas y las sartenes que había tirado, procurando que la vecina no lo estuviera observando.
La señora Hastings tiene una severa obsesión con él, todo el tiempo lo está insultando o amenazando con hacer alguna brujería en su contra, por ocasionar daños en su propiedad.
O también, lo amenaza con contarles todo lo que supuestamente hacemos mal, a nuestros padres.
Aaron ingresa a la cocina golpeando los recipientes y meneando sus caderas.
—¡La vieja no me vio!—exclama haciendo aún mas ruido.—¡Eso fue pan comido!.—dice entre risas.
Matt le quita los recipientes y los tira al suelo. Yo cubro mis oídos con ambas manos.
—¡Deja de hacer ruido!—le grita al oído.
—¡Oye! Mi oído, idiota.—se queja en modo de respuesta y le da un leve empujón.
—¡¡CONDENADO NIÑO!!—el grito de la vecina hizo que los 4 guardemos silencio. Yo abro mis ojos y los miro alarmada—¡¡VAS A PAGAR POR LO QUE HICISTE!! YA LO VERÁS.—todos nos miramos entre sí y Aaron toma una larga respiración.—¡TUS PADRES SE VAN A ENTERAR DE TODO!.
—Nadie se mete con Aaron Dallas.—nos susurra él con seriedad y se encaminó hacia la puerta que da al patio dando pasos firmes.
—¡¡Pues no te tengo miedo, demonio psiquiátrico!!—le gritó en modo de respuesta y todos estallamos en risas.
—¡¡Llamaré a la Policía y veremos si no me tienes miedo!!—atacó ella.
—¡Hazlo, desquiciada! ¡Yo te voy a denunciar por las brujerías que lanzas en mí contra!—la acusa él—¡Eso es un delito muy grave y macabro!—todos guardamos silencio pero no obtenemos más respuestas del otro lado.—¿Y sabes que más te diré?—continúa diciendo. Yo lo tomo del brazo para que deje de hablar pero él se suelta.—Permíteme Maddie..—dice en voz baja.—¡HARÉ QUE TE METAN EN UN LOQUERO!—le grita.—¡Se que tienes un muñeco vudú con mi rostro!—dice a todo pulmón.
Una vez que Aaron comienza a hablar, no hay manera de hacer que cierre la boca. Y eso...puede traer problemas.
—Ya fue suficiente Aaron.—murmura Chase intentando acercarse a él.
—¡A mí no me engañas! ¡No seré más tú marioneta, Alberta Hastings! ¡Hasta aquí te soporté! ¿¡Oíste, Alberta!?—Aaron se afirmó al marco de la puerta para que no lo pudiésemos agarrar.
—Su nombre es Roberta, tonto..—susurro entre dientes mientras comienzo a halarlo de su camiseta.
—¡Bueno, Roberta Hastings!—se corrige.—¿¡Haz escuchado!?. ¡No te tengo miedo!—continúa.
—Aaron, basta.—sentencia Matt mientras lo toma de ambos brazos y lo trae hacia el interior de la casa.
—¿Cómo se te ocurre gritarle todo eso?—lo enfrento mientras lo tomo por los hombros.—Mamá se pondrá como loca si se entera, Aaron.
—Tú dices eso porque no estás en mi lugar. Esa señora es rara y misteriosa. Ella es quien ocasiona todos los dolores se cabeza que tengo constantemente—comenta.
—No creo que la señora pterodáctilo sea la culpable de eso...—le dice Chase. Yo suelto una leve risa ante su apodo.
—¿Ahora la defiendes? De seguro te ha embrujado.— le dice entrecerrando sus ojos.
—Mira. No tienes pruebas de que eso sea cierto.—se adelanta Matt.—Siempre hemos bromeado al decirle que es una bruja o que nos tira maldiciones y todas esas cosas.—Chase y yo asistimos, de acuerdo.
—Pues yo no bromeo. Cuando digo algo en su contra, es en serio. —nos deja en claro.
Matt, Chase y yo, nos miramos entre si por unos segundos y luego observamos a Aaron.
—Ustedes saben que me odia.—prosigue—Siempre viene cuando están nuestros padres aquí, para pedirme "por favor" que le arregle las ventanas o las puertas, las cuales, yo mismo rompo. ¡Me odia!. ¡Esta claro!.—dice.
—Bueno, basta.—intervengo.—Ya habrá tiempo para solucionar ese tema. Ahora tienen que arreglar TODO esto, antes de que a mamá le dé un infarto al ver todo esto, y al darse cuenta de que sus hijos no son tan correctos y responsables como ella cree. Además, a papá tampoco le hará ninguna gracia ésta situación.—comento cruzándome de brazos.
—Espera, espera..—se apresura a decir Aaron, mientras me señala con una cuchara.—Si no escuché mal, dijiste que solo nosotros tres deberíamos de limpiar todo.—habla y yo asiento—O sea que tú no nos vas a ayudar.
—Exacto.—concuerdo.—Yo no tuve la culpa de esto.
—¡¿Qué?! Nos tienes que ayudar. Nosotros no podemos con esto. Ésta vez se salió de control. Ahora no habrá excusa que valga para convencer a mamá o a papá. La excusa de que fue culpa de algún delincuente que entró a la casa ya no servirá..—comienza a decir Chase con desesperación.
—O que fue culpa de algún niño con una pelota, como les dijimos cuando rompimos el gran ventanal intentando atrapar al perico de la señora Hastings...—recuerda Matt con culpa.
—O aquella vez en que culpamos a un vecino, cuando choqué el auto de papá. —comenta Aaron entre risas.
—Los hermanos se ayudan en todo y nosotros somos 4 hermanos, no 3.—dice Chase.
—¡Ahora recuerdan que somos 4 hermanos!. Pero los demás días me dicen que soy adoptada, o que me recogieron de un tacho de basura.—los acuso y los tres me observan con pena.
—Sabes que yo nunca te digo eso.—interviene Matt.—Yo te quiero mucho.
—Además, yo soy quien te prepara tus ricas comidas, los postres, el desayuno de todas las mañanas.—comenta Chase mientras me mira con tristeza.—Nos tienes que ayudar.
—Sus discursos no me convencen.—digo elevando mis hombros.
Amo hacer que pidan disculpas y se lamenten por tratarme mal a veces.
—Yo te enseñé a conducir autos y motocicletas. También fui quien te llevó a tú primera fiesta cuando tenías 14. A escondidas de todos.—me recuerda Aaron mientras eleva una ceja. Sé el motivo por el que lo hace. En esa fiesta, la cual fue horrible, bebí por primera vez alcohol y aprendí a conducir una motocicleta. Aunque todos en nuestra familia creen que lo aprendí a los 15. Lo cual es mentira.
Aaron siempre llevándome por el mal camino... Si supieran en los líos que me he metido por su culpa...
—No. Lo lamento. Tengo cosas mas importantes que hacer. Adiós.—me giro sobre mis talones, dispuesta a irme pero siento el impacto de algo metálico contra mí nuca. Me giro y me doy cuenta de que me han lanzado una cuchara. ¡Una maldita cuchara!.
—¡¡Aaron!!—me quejo llevando mi mano a la zona golpeada.
—Lo siento. No tenía nada más al alcance.—se disculpa y miro hacia su costado. Donde hay una almohada y una chancla.
—Haremos lo que sea pero ayúdanos con esto.—me pide Matt con voz civilizada.—Te compro lo que quieras. Maquillaje, ropa... Esas cosas que vuelven loca a cualquier chica.
—Yo te puedo cocinar todos los días.—salta Chase.
—Y yo te puedo prestar mi coche.—habla Aaron.—Por un solo día.
—Mmm...—pienso.—Los ayudaré solo con una condición.—les informo y ellos me observan con atención.—Quiero que me consigan dos entradas para el próximo partido de los Lions. Sé que vendrán a la ciudad la semana que viene y quiero ir a verlos. Así que ustedes me conseguirán dos entradas.—ellos automáticamente me observan con sus ojos abriertos como platos.
—¡¿Qué?!—grita Aaron y ésta vez, me lanza la almohada. Dándome justo en la cara.
—¡Oye! ¡Deja de lanzarme cosas!—le digo con fastidio.
—¿Estás loca?—interviene Chase.—¿De dónde vamos a conseguir entradas?.
Los Lions son el mejor equipo de Fútbol Americano, para mí. Soy fan de ellos desde que mis hermanos comenzaron a jugar en diversos equipos y yo me fui familiarizando en el asunto.
Cuando me enteré de que los Lions vendrían, de inmediato me puse como loca. No he podido conseguir entradas para ir a verlos, junto con mi mejor amiga, Taylor. Quien está igual de obsesionada que yo.
—Nosotros las compramos ayer, bueno, todo el equipo lo hizo y ya no quedan más.—explica Matt.
—Entonces suerte con la limpieza. Pero sepan que les diré todo esto a nuestros padres y saben que ellos siempre me creen a mí.—les advierto.
Les doy una última mirada y comienzo a caminar en dirección a las escaleras.
—¡Espera!—el grito de Matt hace que me detenga y los mire.—hablaré con Carlos y le pediré que consiga dos entradas.
Yo sonrío de oreja a oreja y asiento.
—Más les vale cumplir el trato.—los amenazo.
—Si, si.—habla Aaron.
—¿Entonces nos ayudarás?—el brillo en los ojos de Chase me hizo reír.
Él es un chico sumamente tierno y sensible. Es el alma bondadosa de nosotros. Siempre trata de mantener la paz y siempre tiene una respuesta positiva para todo. Digamos que él compra a las personas con comida. Aunque a veces sus recetas no salen del todo bien.
Aaron es la mala influencia, es quien tiene las peores y más locas ideas respecto a algún tema. Es impulsivo y problemático. Por su culpa, los vecinos nos odian.. Aunque a nuestros padres los adoran.
Matt es el inteligente, correcto y sumamente ordenado. Siempre nos reprende o nos corrige las cosas que hacemos mal. Está al pendiente de nosotros, como buen hermano mayor, pero cuando se enoja es el mismo diablo personificado.
Siempre trata de hacer el bien y de guiarnos por el buen camino. Aunque la mayor parte del tiempo, no hacemos caso.
Y yo...pues tengo un poco de cada uno. Soy ordenada, como Matt y siempre trato de que las cosas estén en su lugar, aunque viviendo bajo el mismo techo que mis hermanos, eso es casi imposible.
Gracias a Chase, he aprendido a controlar mi carácter y a no ser tan impulsiva. Trato de que las cosas malas no me afecten, aunque a veces me superan. Chase siempre está ahí, haciéndome reír y preparando comidas que según él, logran levantarle el ánimo a cualquiera.
Pero con el que más me identifico es con Aaron, ya que ambos tenemos una conexión especial. Quizás sea porque somos mellizos. Siento que ambos somos como una sola persona; donde nuestros pensamientos o acciones, la mayoría del tiempo, son iguales. Él siempre me arrastra a sus problemas y nuevas aventuras. Las cuales no siempre terminan bien. Pero es sumamente divertido pasar tiempo Aaron. Su mente loca y retorcida me encanta. Los chistes que hace constantemente o sus ocurrencias digamos que me las ha pegado.
—Mañana por la mañana quiero las dos entradas.—les aviso.—Ahora mismo llamaré a Taylor para que venga y nos ayude. Ella tiene contactos con una agencia de limpieza, lo cual nos vendrá de maravillas, porque nosotros solos no podremos con todo éste desastre.—les explico.
—¡¡Gracias!!—gritan los 3 con alegría y se lanzan sobre mí.
—Nada de "gracias". Quiero mis dos entradas.—les dejo en claro.
Taylor se pondrá como loca cuando le diga que iremos a ver a nuestros ídolos.
A veces no es tan malo tener hermanos. Sobre todo cuando puedes recibir dos entradas para ver a tus jugadores favoritos, a cambio de ayudarlos.
Por cosas como ésta, los adoro. Aunque convivir con ellos sea demasiado complicado.
Me separo de ellos justo cuando oigo el sonido de las sirenas de una patrulla.
Rápidamente nos acercamos a la ventana y miramos hacia el exterior, dónde dos patrullas estaban estacionando frente a nuestra casa.
Otra vez en problemas por la culpa de Aaron.
La paz se esfuma rápidamente en ésta casa.
—Maldita vieja...—murmura Aaron con enojo.
—Ahora si que estamos fritos...—sentencia Chase cerrando las cortinas de la ventana.
Aún no sé como hemos hecho para que nuestros padres no se enteren de los líos en los que nos hemos metido.
*** *** ***
Ethan P.o.V
—¡Nuestros hijos son una maravilla!—me comenta la señora Dallas con una sonrisa cargada de orgullo.—Te llevarás muy bien con ellos.—me asegura mientras nos subimos a la camioneta.
El avión recién había aterrizado. Había llegado a Brighton, Reino Unido.
Alice y Edgard Dallas, habían llegado por mí al aeropuerto y nos iríamos los tres a su casa, en la cual me quedaré por un largo tiempo.
Me han transferido, desde Denver, Colorado, para jugar Fútbol Americano, en la Universidad Sussex.
La noticia me había llenado de felicidad en cuanto me lo dijeron. Podría hacer lo que siempre quise y soñé.
Los señores Dallas, son los principales inversores de la Universidad, por lo que se contactaron conmigo, conocieron a mi familia y me ofrecieron alojamiento en su casa. Al principio me negué, pero ellos fueron muy insistentes, principalmente la señora Alice, y terminé aceptando su propuesta.
Edgar Dallas, es un importante y correcto empresario. A simple vista, resulta muy intimidante y frío. Pero en cuanto comienza a hablar, es todo lo contrario. Es agradable y respetuoso a la hora de comunicarse con los demás.
Y su esposa, Alice Dallas, es la persona más alegre, sonriente y delicada que conozco. Su manera de hablar y de expresarse, es sumamente delicada como el pétalo de una rosa. Sonríe por absolutamente todo y habla de una manera tan cálida y maternal. Es dueña de las Boutiques más reconocidas en Reino Unido y su negocio se ha extendido a otros países, según lo que contó, y lo que he averiguado en Internet.
No ha dejado de hablar maravillas de sus 4 hijos. Se nota que está muy orgullosa de ellos.
—...Matt, mi príncipe bello. Él tiene 20 años y es el mayor de todos. Él es como su padre; correcto, ordenado y muy inteligente. Siempre se esmera por conseguir lo que quiere y es sumamente dedicado a sus estudios.—yo asiento prestando atención.—Cuida a sus hermanos y siempre los ayuda. Está ahí para ellos.—suelta un suspiro y su esposo se limita a sonreír. — Luego le sigue mi pequeño Chase, tiene 19 años y es la persona más alegre que existe. Tiene un don excepcional para la cocina.—comenta con fascinación. —Todo el tiempo está cocinando platillos nuevos y cuando está en la casa, el ambiente es diferente. Porque nos contagia su buena energía. Tan lindo él. Y bueno luego están Aaron y Maddison, ambos son los más pequeños, tienen 18 años. Son mellizos.—yo elevo mis cejas con asombro.—Maddison es una chica muy hermosa y sociable. Es graciosa y ADORA a sus hermanos. Pasa mucho tiempo con ellos. A pesar de ser la única hermana mujer, se adapta muy bien a ellos y se lleva de maravilla. Y Aaron es un poco escurridizo, pero es un buen chico. Es solidario y siempre está ayudando a los vecinos.—exclama con sorpresa y su marido se ríe levemente—Repara las cosas dañadas en sus casas y siempre está a su disposición. A nuestra vecina, la señora Hastings, es a quien ayuda todo el tiempo. Ella va hasta nuestra casa, en nuestra presencia, y le pide a Aaron que la ayude a reparar alguna ventana o puerta que tiene rota. Y mi pequeño Aaron siempre la ayuda. Son una maravilla mis 4 bebés. Son muy correctos. Jamás he tenido quejas de ellos.—finaliza.
Vaya...se nota la buena educación que esos chicos han tenido. Son personas de bien, por lo que parece.
—Te agradarán, lo sé. —dice ella.
—Yo también lo creo.—respondo.
Luego de unos minutos más de viaje, el auto se detiene.
—Hemos llegado, señor y señora Dallas.—informa el chofer mientras apaga el motor del auto.
Mis ojos se abren con sorpresa al ver una patrulla estacionada en la calle, justo en la entrada de la casa.
De ella, se bajan tres chicos y una chica. Al parecer son los hijos de los señores Dallas.
—¿Qué está sucediendo?—murmura el señor Edgar mientras abre la puerta de la camioneta con rapidez.
Nosotros bajamos de la camioneta y sus hijos palidecen al vernos.
—¿¡Qué pasó!?—exclama la señora Alice con preocupación.
—Ehh... nosotros.. lo que pasó..—habla uno de ellos con nerviosismo.—Mi receta..
—Nosotros...—habla la chica pero cierra su boca sin saber como continuar.
—Tenemos una buena explicación. —interviene otro rápidamente dándole una mirada a los otros tres.
Algo me dice que nada bueno saldrá de aquí.