Nos encontrábamos en el territorio de Antonio. Ludovico había estado entrenando la mente de Laura durante semanas. Yo lo había observado de cerca, esperando algún signo de debilidad en ella, algo que pudiera hacer tambalear nuestro plan. Pero Laura resultó ser más ambiciosa de lo que imaginaba, dispuesta a todo por esos malditos cinco millones de dólares. Ella era el tipo de mujer que solo piensa en su bienestar. Alguien como ella no titubea ante la traición, ni siquiera si se trataba del hombre con quien dormía y compartía. —Tenemos todo listo —dijo Ludovico mientras estudiaba su iPad—, pero hay un problema. Me giré hacia él, impaciente. A estas alturas no necesitábamos más complicaciones. —¿Cuál es? —pregunté, frunciendo el ceño. —Ella sugiere ser golpeada. Dice que así su escape se

