Enzo —¿Señor Enzo?—Pregunta con genuina sorpresa la señorita a la que salvé hace unos meses atrás, al tenerla tan cerca, puedo observar su rostro a detalle, ojos azules vibrantes, cabello rubio y un parecido inequivoco con la dama a mi lado derecho. —¿Se conocen?—Inquiere la señora Mili con interés. —Mamá, él es el hombre que me salvó aquella noche en Sevilla—los ojos de la mujer se agrandan por la sorpresa y en sus labios se forma una radiante sonrisa. —¿Así que usted salvó a mi pequeña Isa? —Eso parece—. Respondo sin saber que hacer, las dos mujeres me miran con gratitud y yo de pronto me siento nervioso. —¿Qué lo trae por Alanís?—Pregunta la señorita que ahora sé, lleva por nombre Isa. —Trabajo, señorita. Seré el nuevo carpintero de su hacienda.—Le informo a lo que la chica ahoga

