Enzo
—Santo cielo, Enzo. ¿Qué te ocurrió?—Los ojos marrones de la psicóloga Franceska, se abren de par en par al verme entrar en un estado bastante grave.
Estuve siete días en la celda de castigo; sin comida, me daban agua una sola vez al día y golpizas diarias. Llegué a la enfermería inconsciente, deshidratado y con tres costillas rotas. Y aún así, no se me permitió faltar a la sesión con ella.
—Estoy bien doctora—respondo casi sin aliento, en verdad me duele hasta respirar.
—Es obvio que no lo estás—replica con verdadera aflicción en su voz, después de suspirar y negar, se acerca a mí para ayudarme a tomar asiento—. ¿Por qué estás de este modo?
—Bueno, tuve la brillante idea de responderle a un guardia que no hace más que humillarnos cada vez que está a cargo del pabellón donde resido—si no se lo decía yo, de cualquier manera terminaría enterándose—. El tipo se molestó y arremetió contra mí, al no quedar conforme,me envió a la celda de castigos y... el resto puede deducirlo usted.
—Ya veo, creo conocer al hombre, él siempre abusa de su poder—. No dice nada más y se dedica a observarme, el hecho de que siempre haga eso cuando vengo,me incómoda bastante, siento que ella siempre trata de ver más allá de lo que tiene frente a sus ojos—. Estando encerrado en ese lugar, tuviste otro sueño, ¿cierto?—¿Lo ven? Ella parece leer mi mente.
—La verdad es que sí, fue como un "Déjà vu"—mi respuesta es automática, luego de la sesión anterior y todo lo que pasó los días siguientes, estoy dispuesto a soltar todo.
—¿Quieres hablar del tema?
—Desde que tengo memoria, Lorenzo golpeaba a mi madre. Él solía golpearla por todo y por nada, nunca aceptaba un no por respuesta. Mi madre era una mujer joven y hermosa. Lorenzo poco a poco apagó su brillo. La última vez que la vi, yo tenía cuatro años—cierro los ojos en un intento por controlar las lágrimas que amenzan con salir—. Lo siento, este es un tema complejo de compartir para mí.
—No te disculpes Enzo, no es malo dejar fluir los sentimientos—me extiende una caja con pañuelos—, continúa.
—Ella se fue en vísperas de navidad, recuerdo que desperté con los gritos lastimeros de mi madre, piediéndole a Lorenzo que la soltara, en un principio dudaba en salir de mi habitación pues la mayoría de las veces que lo hacía, ella siempre pagaba las consecuencias. Aún así,decidí salir y al llegar a la sala, me escondí. Lo que vi esa noche fue horrible, a esa edad no comprendía lo que él le estaba haciendo...
—¿Qué viste?
—Vi como estaba abusando de ella y mientras lo hacía, no dejaba de insultarla ni de golpearla a pesar de sus sollozos y sus súplicas para que la soltara, él no se detuvo. Disfrutaba verla en ese estado, disfrutaba del dolor de una mujer indefensa y jodidamente eso me llena de culpa porque, yo alguna vez disfruté haciendo lo mismo.
Mi mente viaja a esa noche donde le arrebaté la inocencia a Gianna, el peso de esa maldita noche, siempre lo cargaré en mi conciencia. Eso es algo que ni doce años de prisión va a devolverle la tranquilidad a mi podrida alma.
—¿Qué más pasó esa noche, Enzo?— La avejentada voz de Franceska, me arrastra de nuevo al presente—. No debes desviarte del tema, por lo que veo, todo lo que sucedió contigo radica en el abandono de tu madre y el maltrato de tu padre.
Odio que siga llamándolo mi padre, pero no digo nada.
—Sí, lo siento—agito mi cabeza y rasco mi nuca, preparándome para continuar—. En algún punto de la violenta escena que estaba presenciando, él giro el rostro hacia donde yo estaba, todavía puedo sentir como la sangre abandonó mi cuerpo al pensar que me había visto, porque eso significaba que también me golpearía a mí. Sin quedarme a descubrirlo, corrí de regreso a mi habitación y me metí bajo las sábanas, abrazando al oso de peluche que mi madre me obsequió. Ni siquiera tapando mis oídos, podía dejar de escuchar los sollozos de mi madre y mucho menos; los asquerosos gemidos de enfermo placer que emitía Lorenzo mientras abusaba de ella—empuño las manos, sintiéndome impotente. Si tan solo hubiese sido mayor cuando todo eso ocurrió, tal vez y solo tal vez, las cosas serían muy diferentes ahora.
—¿Necesitas que paremos? Puedo notar que no te hace bien recordar ese doloroso pasado...
—No, quiero continuar. Llevo muchos años con esto en mi pecho, y es momento de soltar todo si quiero avanzar—al decir eso, los ojos de Franceska brillan con un sentimiento que solo puedo describir como orgullo y eso, me hace sentir extremadamente bien.
—Un rato después, los llantos y gemidos pararon. Escuché la puerta de mi habitación abrirse y temiendo que fuera Lorenzo cerré mis ojos con fuerza, hasta que sentí unas suaves caricias en mi cabeza. Ahí supe que era ella e inocentemente; creí que se quedaría a pasar la noche conmigo, pero no fue así. Mi madre se estaba despidiendo de mí, y justo antes de que ella se escapara por la ventana, la detuve. Mis suplicas para que no me dejara con él, no fueron suficientes, ella estaba decidida a salir de esa cruel agonía en la que Lorenzo la mantenía...
—¿Ella te dijo algo antes de irse?—Pregunta con un tono neutro, y lo agradezco porque no podría soportar que tratara de darme consuelo.
—Dijo muchas cosas, pero hubo una promesa que no cumplió...
—¿Una promesa?
—Ella prometió volver a mí cuando fuera el momento, han pasado treinta y tres años y no hay un solo día que no espere ese momento—confieso a punto del llanto, en verdad deseo verla tan solo una vez más. Necesito decirle cuánta falta me ha hecho en todo este tiempo.
—¿Nunca la buscaste? Me refiero en tu adultez...
—No lo hice—. Respondo con pesar.
—¿Por qué?
—Porque la odiaba.—Ella me mira con los ojos abiertos—A los diez años, traté de escapar, estaba determinado a encontrarla. Sin embargo, fracasé. Lorenzo me interceptó cuando estaba por salir por la ventana. Ese día me dio una golpiza y dijo cosas horribles de ella, me encerró en el sótano diciendo que no saldría de ahí hasta que fuera un hombre y no una niña llorona—río sin ganas—. Dijo que nunca aceptara un "No" por respuesta y desde ese día, algo cambió dentro. Me encantaría decir que fue para bien, pero en realidad fue todo lo contrario. El Enzo inocente murió al darse cuenta que su madre no regresaría a buscarlo y salvarlo del monstruo que es Lorenzo. Por esa razón crecí odiándola, no solo a ella; sino a todas las mujeres que vinieron después...
—Te hizo creer que todas eran iguales, ¿cierto?—Pregunta arqueando una ceja perfectamente depilada.
—Exacto.Yo jamás le había hecho daño a una mujer, sabía que si se acercaban a mí, era para obtener algo material a cambio, dinero, joyas... estatus social. Pues al ser hijo de un político en ascenso todas volteaban a verme y yo lo aceptaba, siempre y cuando hicieran lo que yo les pedía—al decir esto, me siento como un completo idiota.
—Era un ganar-ganar—menciona lo obvio—. Ellas ganaban lo material y tú el placer de doblegarlas a tu voluntad, ¿me equivoco?
—No, no lo hace. Lo que ha dicho es cierto, yo disfrutaba verlas rogar ya sea por mi atención o por cualquier cosa que pudieran obtener de mí, ellas en cierto modo eran... mis sumisas y yo el amo que las premiaba después de que me complacieran.
—¿Cómo te hace sentir todo eso ahora?—Su pregunta me deja descolocado, los pienso unos segundos y finalmente respondo:
—Vacío, pero cuando finalmente lo comprendí... ya era demasiado tarde. El daño ya estaba hecho y no había nada que pudiera hacer para revertirlo.
—¿Qué fue exactamente lo que te hizo darte cuenta de eso?—Mi mente instantáneamente regresa a la noche de hace casi doce años.
—Melek.
—¿Quién es Melek?—Pregunta con sumo interés. Jamás la mencioné en sesiones pasadas.
—La última mujer a la que le hice daño y la que me liberó del monstruo que me tenía encerrado—una lágrima resbala por mi mejilla al recordarlo—. Yo...me obsesioné con ella—comienzo a contarle la historia desde el principio, sin omitir detalles. Franceska simplemente se limita a escucharme con atención y con una mirada imparcial. No me juzga, no hace comentarios para recordarme la gravedad de mis acciones, nada... solo escucha.
—Entonces, le prometí que me entregaría por ella y por Gianna—y lo cumplí, tanto por ellas como por mí. Ya no quería seguir viviendo sin obtener mi castigo.
—Si ellas lograron perdonarte, ¿por qué tú no intentas hacer lo mismo, Enzo? Melek, tuvo mucha razón en lo que te dijo; estás a tiempo de encontrar la redención, el destino te está brindando una segunda oportunidad y tienes que aprovecharla.
—No es fácil, aquí la víctima no fui yo, fueron ellas.
—También fuiste una víctima Enzo, lo que tu padre hizo contigo no lo merecías. El abandono de tu madre también fue un hecho traumático y tuvo un impacto significativo en tu vida. Es completamente comprensible que trates de autosabotearte pero, ¿no tuviste suficiente dolor en tu vida ya? Mereces ser feliz, estás a meses de cumplir con tu castigo, tu buena conducta hizo que redujeran tu condena a doce años. Ya es tiempo de que entiendas esto: eres un hombre completamente diferente al Enzo despiadado del pasado—dicho esto, se levanta de su asiento y se acerca a un estante, no logro ver que es lo que ha tomado hasta que camina en mi dirección.
—¿Para qué es eso?—Pregunto demasiado confundido al ver le espejo entre sus manos.
—La sesión anterior me comentaste que deseabas verte a través de mis ojos—lo coloca en mis manos y continúa—La realidad es que no podemos ver a través de los ojos del otro, pero en nuestras propias miradas encontramos un espejo que nos revela quiénes somos—la miro todavía sin comprender que espera que haga con este objeto entre mis manos—. Este espejo, te permitirá ver más allá de tu imagen física y adentrarte en tu propio ser. Quiero que te mires y te digas todas las cosas que piensas de ti, tanto las malas como las buenas.
—¿De verdad cree que puedo encontrar algo bueno en mí después de todo lo que acabo de contarle?—Franceska suspira y coloca una de sus manos en mi hombro.
—Enzo, el hecho de que estés aquí, buscando ayuda y trabajando en tu crecimiento personal, muestra que estás en el camino de la reconciliación con tu persona.
—Aún me duele pensar en el daño que causé...
—Reconocerlo es el primer paso y es necesario que te permitas ver más allá de eso para que descubras las cualidades positivas que existen en ti. Así que, mírate al espejo y dime qué ves—. Asiento nervioso y levanto el espejo para ver mi rostro desfigurado por los golpes. A pesar de eso, decido responder:
—Veo a alguien que cometió errores terribles, que lastimó a demasiadas personas de una manera inexcusable. Pero también veo a alguien que está tratando de cambiar, de aprender y hacer las pases consigo mismo.
—Esa es una observación valiente. ¿Hay algo más que puedas decirte a ti mismo?—Pregunta tocando su pecho y una enorme sonrisa ilumina su cara.
—Veo a alguien que estuvo dispuesto a asumir la responsabilidad de sus acciones y enfrentó las consecuencias. Alguien que ha comenzado a comprender el valor de la empatía y la importancia de tratar a los demás con respeto, ese alguien aún tiene mucho por aprender, pero está dispuesto a hacerlo.
—Perdónate Enzo. Perdónate y permítete reconocer esas cualidades positivas que has descubierto en ti. Recuerda que el perdón hacia uno mismo es un proceso gradual, pero es posible llegar a un punto donde puedas reconciliarte contigo mismo—sigo su consejo y me miro nuevamente al espejo.
En ese momento, hago las paces conmigo mismo. Acepto que soy humano, con defectos y virtudes. Reconozco que el camino hacia la redención y el perdón propio no será fácil, pero estoy decidido a recorrerlo.
Me prometo que nunca dejaré de luchar por mi propia transformación. Mirándome a través de mis propios ojos, me recuerdo que merezco sanar y que hay esperanza incluso en los momentos más oscuros.
—Bien hecho, Enzo. Fuiste muy valiente y me alegra que finalmente aceptes que mereces una segunda oportunidad. Con orgullo puedo decir que mi trabajo contigo, ha terminado. Estás a nada de ser libre y de verdad deseo que pongas en práctica todo lo que hablamos aquí. Vive Enzo, termina de sanar y sé feliz—. Sin esperarlo, se acerca a mí y me abraza.
En ese momento, siento una oleada de emociones reconfortantes y cálidas. Es como si su abrazo trascendiera las barreras profesionales y me recordara que soy un ser humano con necesidades emocionales. Me siento comprendido y apoyado en un nivel más profundo.
—Gracias Franceska, gracias por todo.