Elisa no creía en los monstruos. Creía en las deudas, en los turnos dobles, en el cansancio que quema los huesos y en el miedo de perder a su hermana. Pero la noche en que una limusina negra la recoge bajo la lluvia, descubre que hay cosas peores que el hambre: los contratos que no se firman con tinta, sino con sangre. Desesperada por salvar a su única familia, acepta donar sangre en un procedimiento clandestino. No hace preguntas. No lee los papeles. Lo único que escucha es la promesa: “Tu hermana vivirá.” Pero cuando despierta en una mansión perdida en el bosque, rodeada de corredores sin tiempo y de espejos que no reflejan nada, comprende que su decisión fue el inicio de algo mucho más oscuro. Elián, el amo de la mansión, es una presencia tan hermosa como aterradora. Le ofrece riquezas, cuidados y una vida de comodidades… a cambio de su sangre. Solo su sangre. O al menos, eso dice. Con el paso de los días, Elisa siente que la casa respira, que los muros escuchan, que las sombras la llaman por su nombre. Y cuando la voz de Elián se mezcla con la de otra entidad más antigua, comprende que su sacrificio no solo une sus destinos, sino también sus almas. En un mundo de pactos y secretos, Elisa deberá decidir qué precio está dispuesta a pagar: la salvación de su hermana, o la suya propia.