Después de seis años de matrimonio, Adelaide nunca ha quedado embarazada, todos sus intentos han sido en vano llevándola así al borde de la desesperación. Teme a los dedos que la señalan y su esposo promiscuo que no es capaz de cumplir adecuadamente su función. Su sueño de seguir siendo la esposa del duque Cornüello se ve afectado por su infertilidad y mucho más por la mujer que desea usurpar su puesto. Adelaide hará todo por seguir siendo la duquesa, aunque el precio sea demasiado caro para pagarle a su cuñado.

No debí mirarla. No debí desearla. ¿Era amor o lujuria? De lo contrario no la hubiera contemplado de la forma en que lo hice. Debí alejarme en cuanto pude. Tenía que alejarme en cuanto me sonrió. Si hubiera, pero los hubiera no existen, y ahora ella… tampoco.

Creí tenerlo todo. Dinero, sexo y poder. Era un dios y todos estaban a mi disposición, todo bajo mi control. Siempre. Hasta que ella apareció, ¿Quién no se atrevería a pecar cuando lleva el infierno entre sus piernas y el cielo en su rostro?

Una época oscura en la que las criaturas de la sombra descendieron a las tranquilas tierras humanas, dando a conocer su existencia. Siguió un tiempo en el que los imperios fueron liderados por la conspiración y la traición de la humanidad, un tiempo lleno de odio, pero sin el conocimiento de los humanos, eran solo meras marionetas, peones de seres más grandes de la oscuridad, entidades con el poder de aplastar cualquier cosa a su paso. ¿Qué sucede cuando una pequeña niña humana llama la atención de uno de estos seres más grandes? ¿Puede una humana sobrevivir a las temibles disputas entre las tierras y los monstruos que las controlan? Para aquellos que le temen a lo desconocido, les ofrezco dos palabras de consejo… Anden con cuidado. Podra ser tu verdugo o tu salvación. No olvides aquello, ni ahora, ni nunca. Infierno de muerte.

—No es lo mismo: "quiero darte mi amor" a "quiero darte, mi amor" —grité con todas mis fuerzas. No olvides que lo más perverso y siniestro, acarrea cadenas y mentiras e implica celos, lujuria y los pecados terrenales. Yo estaba perdiendo la cabeza por él, y no él por mi... entonces di paso a la realidad. Yo había cambiado, ahora le toca a él.