3: ¡Dios bendiga las hormonas!

1813 Palabras
Mis pies se quedaron clavados al suelo y en ese momento quería que la tierra se abriera y me tragara, el hombre que había puesto a limpiar el baño se trataba del jefe, no podía creer que en medio de mi rabia y mi locura lo puse a hacer eso. — Es un gusto estar aquí, espero que todos podamos ser un buen equipo para sacar adelante a la empresa — él me miró — aunque bueno, a algunas ya las conocí por adelantado. Nuestras miradas se encontraron y pude ver que le habló a Cassidy al oído entonces me señaló, todos volvieron a verme y supe que había pérdido mi trabajo. Esto me va a acarrear consecuencias muy serias. — Bueno, se pueden retirar todos. Si acaso llegan a necesitar algo tienen las puertas de mi oficina abiertas de par en par. Se miraba buena persona pero dudo mucho que esté contento conmigo. Todos los empleados se dispersaron y cuando intenté hacer lo mismo fue que Cassidy se puso delante de mí con esa lengua viperina. — El jefe te quiere ver, ¿Ahora qué fue lo que hiciste? No puedo creer que te vayan a despedir tan pronto, solo te digo que tienes que conseguir empleo cuanto antes porque ni tu hermano, ni yo, vamos a mantenerte. — Por favor Cassidy, los únicos mantenidos aquí son tú y mi hermano. Te recuerdo que se sostienen de la herencia que dejó MI padre, jamás pude entender como mi papá me desamparó, pero yo tengo derechos en la casa y lo sabes bien. — No te confíes demasiado, te recuerdo que tu padre te desheredo porque miró lo inútil que eras y fue que le dejó todo a mi amorcito. — No me hagas cavar porque sabes bien que puedo hacerlo, no creo que mi papá me dejará desamparada sabiendo el ave de rapiña que es Sergio. No quise decirle nada más a Cassidy y me fui directo a la oficina del CEO Carter, tenía que ir pensando en buscar trabajo, visitaría de nuevo la agencia de empleos y esperaba poder conseguir algo que me dé el horario que tengo aquí, iba en el elevador cuando llegó Pablo así que detuve las puertas y él entró. — Hola Pablo, el jefe me está esperando — suspiré pesadamente — ¿Qué tal es? Me dijiste que la bruja de Cassidy te había mandado con él porque el señor Ryan lo pidió personalmente. — Si, él es una buena persona. ¿Tú qué vas a hacer allá arriba? ¿Acaso la bruja de Cassidy te asignó las oficinas de la planta de arriba y ya no te da los baños de las mujeres? — Ojalá — mis ojos se aguaron — he cometido una imprudencia, puse al jefe a limpiar el baño porque lo vomito todito, te juro que parecía una escena sacada de una película de exorcismos. No tenía idea de quién era y le dije que con un “lo siento” no iba a bastar. — Conociéndote lo suficientemente bien sé que no te arrepientes de lo que hiciste y que incluso lo volverías a hacer porque tienes un sentido de la justicia que poco te importa el estatus social. — Pues tienes razón, pero ahora quiero ver si ese sentido de justicia me va a dar de comer. Sabes bien que necesito este trabajo y que las cosas en mi casa no están nada bien, este trabajo me distrae un poco de todo lo que pasa a mi alrededor y ahora resulta que me van a despedir. De ajuste este ascensor no se apresura en subir — apreté los botones — vamos, hay que apresurarse a que te corran. — ¿Quién te dijo que te pensaba correr? La voz del hombre me hizo dar un grito y salté en brazos de Pablo que me sostuvo con fuerza, ahí lo miré. El CEO estaba en una de las esquinas del elevador mientras sostenía una bolsa de una repostería que estaba aquí cerca y un café. — ¡¿Qué le pasa?! ¡Por poco me manda ante la presencia de San Pedro! — me enojé y me bajé de los brazos de Pablo — ¿Acaso su madre no le enseñó a que es mala educación escuchar las conversaciones de las personas? — Nop. Lo dijo con tanta frescura que eso solamente provocó que me enojara aún más, tomé mi zapato y le comencé a dar con él. — Aquí tiene, si su madre no le enseñó pues lo voy a hacer yo — le di otro zapatazo — para que aprenda a hablar, espectro del demonio. — Elo — Pablo me habló — ¿Eres consciente que estás golpeando al jefe? El que tiene el poder de correrte en un dos por tres. En ese momento fue que me di cuenta de lo que estaba haciendo, mi adrenalina bajó y eso fue suficiente para que pusiera mi zapato en su sitio. No convenía hacerme enojar, era problemático. — Vaya que eres interesante — el CEO bebió de su café y sonrió mientras miraba los botones del elevador — bueno, hemos llegado, vengan conmigo. Él salió del elevador y comenzó a caminar de forma galante, muchas mujeres en el camino lo vieron pero supongo que era algo normal, incluso yo tenía que admitir que lo veía. — ¡Dios bendiga las hormonas! En el momento que todos voltearon a verme fue que me di cuenta que había dicho esto en voz alta, por un demonio, eres un desastre Elowen. — ¡Qué torpe que soy! — me di un golpe fuerte en mi frente — ay, ay, ay. — Ten cuidado — el CEO se dió la vuelta y examinó mi frente — espera un momento. El CEO abrió el vaso de su café y miré que era helado, tomó un pedazo de hielo con sus dedos largos entonces chupo el cubo y lo puso en mi frente. — Ponte eso para que se te rebaje lo rojo. — Ay no, guacala — hice un gesto de desagrado — ¿En serio me acaba de dar un pedazo de hielo lleno de baba? Que cochino que es. Lancé el cubo de hielo a un lado y me froté la frente para limpiarlo, las mujeres se fueron por ese pedazo de hielo como si fueran aves de rapiña sobre el cadáver de una vaca. — ¡Qué puercas que son! Tan bonitas pero tan huecas, ni siquiera se molestan en aparentar que se mueren por el nuevo CEO. Ellas me miraron como si fueran unas serpientes que me querían morder, no me asustan en absoluto, al final Sergio era peor. — ¿Y tú, preciosa? — el CEO de repente se acercó a mi rostro y quedó a unos escasos centímetros — ¿No te mueres por mí? — Nop, hágase a un lado que está invadiendo mi espacio personal. Yo no soy como esas huecas. Me hice a un lado y esperé que él avanzara, se quedó quieto mirándome fijamente así que empecé a mover mis pies con frenesí. — ¿Qué espera para caminar? Shu, shu, shu — moví mis manos — lo puedo demandar por acoso laboral si me sigue mirando de esa forma. Él rió de lado y pude ver cierta sinceridad en esa sonrisa, nosotros caminamos hasta su oficina. El CEO abrió la puerta entonces me invitó a pasar primero. — No me diga que adentro está un asesino a sueldo preparado para matarme con una droga tan potente que mata en cuestión de segundos y no deja rastro — lo miré asustada — ay no, yo tan joven que soy, no me quiero morir, por favor CEO, ceito, no me haga esto. Tengo muchas cosas que hacer, ¡Además fue su culpa lo que le hice! Le recuerdo que vomitó todo el baño y lo más justo era que limpiara su desastre, yo no lo obligué a beber como si no hubiera un mañana. ¡Además! ¡¿Qué clase de jefe responsable se va de rumba un día antes?! — Pero de qué demonios estás hablando — él me miró — no es eso, es… — ¡¿Acaso es por qué le di con el zapato?! Eso le pasa por andar modo espectro, solo a usted se le ocurre quedarse en la esquina del elevador mientras hablo con Pablo. ¡De repente los empleados van a pensar que anda un espíritu en la empresa y todos van a renunciar! ¡Si ellos renuncian y el chisme se riega nadie va a querer trabajar aquí! ¡Si nadie quiere trabajar aquí, la compañía se va a ir a la ruina! ¡Si la compañía se va a la ruina, me quedaré sin empleo! ¡El equivalente a estar desempleada es como decir malo con una voz gruesa y terrorífica! — ¡Pero mujer, calla de una vez! Pareces una matraca de tanto que hablas, solo es un simple gesto de caballerosidad, entra de una vez. No quería entrar pero el CEO me empujó, cerré los ojos y luego sentí que sus manos se habían retirado de mis hombros. — Abre los ojos, grandísima loca. Abrí primero uno y después el otro, miré la oficina del CEO entonces me relajé al ver que no había ningún asesino a sueldo o alguien para acabar con mi vida que aunque era un asco pues al menos no me quería morir aún. — ¿Para qué me ha mandado a llamar? Por si no lo sabe tengo mucho trabajo ya que el baño que limpié es el primero de diez. — ¿Qué has dicho? — él se miró sorprendido — ¿Acaso no hay otras asistentes de aseo aquí? — Sí las hay pero ya ellas tienen sus asignaciones. La mía es limpiar diez baños al día y dos veces. — Es demasiado trabajo para una sola empleada — él tomó su teléfono — quiero que llames a la encargada del personal de limpieza, que venga a la brevedad a mi oficina. Él colgó y me puse ansiosa al pensar que esto lo iba a pagar en la casa, demonios, solo a mí se me ocurre soltar la lengua. — Por favor toma asiento — el CEO mostró una silla delante suyo — voy a ayudarte a disminuir el trabajo, no te preocupes por eso. — Está bien, muchas gracias, CEO — me senté algo nerviosa — ¿Para qué me mandaba a llamar? — Te quería pedir una disculpa sincera por lo que pasó en el baño y felicitarte por el buen trabajo que hiciste, no cualquiera… ¿Qué te pasa? Sentí que todo me daba vueltas, pensé que era una buena idea levantarse pero eso no ayudó nada... Genial… Me iba a desmayar delante del CEO…
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR