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Enredos Nocturnos

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oscuro
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drama
alegre
vampiro
ciudad
otro mundo
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Descripción

Eugenia siempre creyó que su vida era simple, hasta que un encuentro sobrenatural desata recuerdos de una vida pasada como Isabella, la mujer que Edwin y Mauricio, ambos vampiros, amaron hace siglos. Ahora, atrapada en una guerra ancestral entre vampiros buenos y malos, Eugenia debe enfrentar el peligro que amenaza su existencia actual. Mientras Edwin promete protegerla, Mauricio reclama lo que alguna vez fue suyo. Entre el miedo, el deseo y la amenaza de una antigua venganza, Eugenia se ve obligada a descubrir la verdad sobre su pasado para salvar su futuro.

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1
No puedo evitarlo, el viernes por la noche en "La Taza Mística" es mi pequeño ritual. Después de un largo día en la librería, no hay nada que disfrute más que perderme en las páginas de un buen libro con una taza de té en la mano. El lugar es tranquilo, acogedor, y me permite escapar del mundo por un rato. Como siempre, me siento en mi mesa favorita, la que está junto a la ventana, donde puedo observar la vida pasar afuera mientras leo. Sin embargo, esta noche siento algo diferente en el aire, algo que no puedo identificar de inmediato. Quizás sea el viento que golpea más fuerte contra los cristales o tal vez... no, es solo mi imaginación, me digo a mí misma mientras intento concentrarme en las palabras impresas en el papel. Entonces, levanto la vista, y ahí está él. Un hombre alto, con el cabello rubio que brilla bajo la luz tenue del café, envuelto en un abrigo n***o largo, como salido de una película antigua. Su figura destaca entre las sombras del café, y su presencia llena el espacio de una manera que no puedo ignorar. Me doy cuenta de que estoy mirándolo más de lo normal, y mis ojos se encuentran con los suyos, de un azul tan intenso que me hace sentir como si pudiera ver a través de mí. "Qué raro", pienso. Y no me refiero solo a su apariencia, que ya de por sí es inusual, sino a la manera en que me observa, como si supiera algo que yo no. Trato de desviar la mirada, de volver a mi libro, pero algo me impide hacerlo. De repente, comienza a caminar hacia mí. Mis manos se tensan alrededor de la taza de té, y siento un escalofrío que no sé cómo interpretar. Cuando finalmente llega a mi mesa, su voz profunda rompe el silencio. —Buenas noches. No puedo evitar sentirme incómoda, aunque trato de no mostrarlo. Hay algo en su manera de hablar, en la forma en que me mira, que es... diferente. Extraño. —Buenas noches —respondo, intentando mantener la compostura—. ¿Puedo ayudarte en algo? Sonríe, es una sonrisa pequeña, pero que deja entrever unos dientes sorprendentemente blancos. Por alguna razón, esa sonrisa me inquieta. —Me preguntaba si me permitirías acompañarte —dice, con una cortesía que suena casi anticuada—. Este parece ser el lugar más acogedor de la ciudad para pasar la noche. Mi primer instinto es decir que no. No es que me guste rechazar la compañía, pero hay algo en él que no encaja del todo, algo que me pone en alerta. Sin embargo, antes de poder pensarlo mejor, asiento con la cabeza. —Claro, adelante —murmuro, señalando la silla frente a mí—. Aunque no sé si seré la mejor compañía. Estoy bastante absorta en mi lectura. Él se sienta con una gracia que me recuerda a esos actores de teatro clásico, como si cada movimiento estuviera cuidadosamente ensayado. Es raro, lo sé, pero me siento extrañamente obligada a prestarle atención, a tratar de descubrir quién es este hombre y por qué parece tan fuera de lugar en este pequeño pueblo. —Mi nombre es Mauricio —se presenta, inclinando ligeramente la cabeza. —Eugenia —respondo, con mi cabello pelirrojo cayendo sobre mis hombros, un poco más nerviosa de lo que quisiera admitir—. Es un placer. Nos quedamos en silencio por un momento, y me doy cuenta de que estoy siendo ridículamente consciente de cada detalle. La manera en que sus ojos no se apartan de los míos, cómo parece tan cómodo en esta situación cuando yo me siento... bueno, fuera de lugar. —Es raro encontrar a alguien en estos días que prefiera un libro a la compañía de la televisión o el teléfono —comenta él, casi como si hablara más para sí mismo que para mí. —Supongo que soy un poco anticuada —respondo, encogiéndome de hombros, pero por dentro, no puedo evitar pensar: "¿Quién eres tú para decir eso?" Mauricio asiente, como si mi respuesta confirmara algo que ya sabía. Es desconcertante, pero al mismo tiempo, me siento atraída por su extraña aura, como si hubiera algo más en él que necesito entender. —Y dime, Eugenia, ¿qué te trae aquí cada noche? —pregunta, inclinándose un poco hacia adelante. Me sorprende lo rápido que va al grano, como si quisiera saber todo sobre mí de inmediato. Hay algo en su tono que me hace sentir observada, como si ya hubiera sacado conclusiones sobre mí antes de siquiera sentarse. —Trabajo en la librería del pueblo —explico, tratando de mantener las cosas ligeras—. Este café es mi refugio después de un día agitado. No hay nada como un buen libro y una taza de té para relajarse. Mauricio escucha con atención, como si cada palabra que digo tuviera un significado más profundo. Y, honestamente, no sé qué hacer con eso. Normalmente, soy una persona abierta, pero algo en él me hace querer mantener la guardia alta. —Debo admitir que he notado tu presencia antes —dice de repente—. Te he visto aquí, en esta misma mesa, varias veces. Me intrigaba la calma que proyectas. Vale, eso es raro. Ahora sé que es raro. "¿Me estaba espiando?" pienso, tratando de mantener la sonrisa mientras mi mente corre a toda velocidad. —¿Así que eres un observador? —pregunto, intentando sonar divertida, aunque mi estómago se retuerce un poco—. ¿Es un pasatiempo o una profesión? Él se ríe de manera baja y suave, pero hay algo en ella que no puedo leer del todo. —Digamos que prefiero conocer bien a las personas antes de acercarme a ellas —responde, y sus palabras flotan en el aire, dejando un rastro de misterio. Me siento incómoda, como si algo en esta conversación estuviera ligeramente fuera de sintonía, como una melodía que no termina de encajar. Sin embargo, no puedo negar que hay algo en Mauricio que me atrae, aunque no puedo poner mi dedo exactamente en qué es. Es casi como si... como si hubiera algo que no estoy viendo claramente. La conversación fluye, pero mi mente no deja de dar vueltas. Cada palabra suya, cada gesto, se siente cuidadosamente calculado, como si estuviera siguiendo un guion que solo él conoce. Y aunque parte de mí quiere saber más, otra parte se siente en guardia, como si estuviera caminando por un terreno desconocido. Finalmente, cuando me doy cuenta de la hora, decido que es momento de marcharme. Agradezco la conversación, pero necesito un poco de distancia para pensar. —Ha sido interesante —digo, cerrando mi libro—, pero creo que es hora de que me retire. Mauricio asiente, levantándose con la misma elegancia con la que se había sentado. —Por supuesto, Eugenia. Ha sido un placer conocerte. Espero que podamos continuar esta conversación pronto. Asiento, pero mientras lo hago, una pequeña voz en mi cabeza me dice que tenga cuidado. No sé por qué, pero algo en él me sigue pareciendo... extraño. Cuando salgo al aire fresco de la noche, me siento aliviada. Sin embargo, mientras camino hacia casa, no puedo dejar de pensar en Mauricio. Hay algo en él, algo que no termino de entender, y eso, de alguna manera, me intriga tanto como me preocupa. Solo espero no volver a cruzármelo.

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