3

1834 Palabras
El sol se filtra por las cortinas de mi habitación, llenando el espacio con una luz suave y cálida. Abro los ojos lentamente, parpadeando contra la claridad que parece demasiado brillante para mi mente aún somnolienta. Estoy en mi cama, enredada en las sábanas como si hubiera pasado la noche dando vueltas sin parar. Hay un peso familiar sobre mi pecho y, al mirar hacia abajo, veo el libro que estaba leyendo anoche. Ah, claro, "El Legado Oscuro", el típico libro de vampiros que había recogido por pura curiosidad. Suspiro, dejando que el sueño que aún se aferra a mi cerebro se desvanezca poco a poco. ¿Vampiros? ¿Protección? ¿Edwin, el ser más hermoso que he visto? Todo eso fue... ¿un sueño? Por supuesto que lo fue. ¿Qué más podría haber sido? Me río de mí misma mientras me estiro y dejo el libro a un lado. "Tienes una imaginación demasiado activa, Eugenia", me digo mientras me levanto de la cama. Claro, eso de los vampiros era emocionante, pero también ridículo. El cansancio y el exceso de café probablemente hicieron estragos en mi subconsciente, y así es como terminé soñando con toda esa locura. Camino hacia el baño, encendiendo la cafetera de camino, y me dejo caer sobre el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. Mi cabello está hecho un desastre, y tengo unas ojeras que parecen evidencia de una noche en vela. "Genial, Eugenia, otra noche de insomnio, y todo por un estúpido libro de ficción." Suelto una carcajada, divertida por la ironía de todo esto. Después de una ducha rápida y una buena taza de café, me siento mucho más humana, aunque el recuerdo del "sueño" sigue rondando mi mente. Llego al trabajo y me acomodo en mi escritorio. El día transcurre con normalidad, aunque me siento un poco distraída. "¿Y si...? No, no seas ridícula, Eugenia." Trato de concentrarme en mi trabajo, pero cada vez que me pierdo en mis pensamientos, la imagen de Edwin aparece en mi cabeza. Sus ojos, su sonrisa... —¡Oh, por favor! Deja de soñar despierta y ponte a trabajar —me regaño en voz baja. —¿Qué estás murmurando, Eugenia? —me pregunta María, mi compañera de trabajo, mientras me lanza una mirada curiosa. —Ah, nada importante —respondo rápidamente, sonriendo de forma algo torpe—. Solo cosas mías. —Vaya, ¿soñaste con tu príncipe azul otra vez? —bromea ella, riéndose. —Algo así —respondo, tratando de no parecer demasiado implicada—. Aunque este es más... no sé, misterioso. —¿Misterioso? ¿Estás leyendo novelas de detectives otra vez? —Eh... No, solo... —Vacilo un momento—. De vampiros. María se echa a reír y asiente con la cabeza. —Eso explica mucho. ¡Cuidado, no te vaya a morder! —No te preocupes, si lo hace, me aseguraré de que valga la pena —le respondo con una sonrisa cómplice, y ambas nos echamos a reír. A lo largo del día, intento mantenerme enfocada en mi trabajo, pero mi mente sigue volviendo al "sueño" de la noche anterior. Todo fue tan vívido, tan real, que casi puedo sentir la presión de los ojos de Edwin sobre mí, su voz calmante diciéndome que no tenía nada que temer. —¡Eugenia! —la voz de mi jefe, el señor Martínez, me saca de mi ensoñación. —¡Sí! ¿Diga? —respondo rápidamente, girándome en mi silla con una sonrisa demasiado amplia para lo temprano que es. —¿Puedes traerme esos informes que te pedí hace una hora? —me pregunta, arqueando una ceja. —Oh, claro, ya los llevo —respondo mientras intento recordar en qué carpeta los guardé—. Aquí están... umm, solo un segundo. Empiezo a hurgar entre los documentos en mi escritorio, pero mis dedos parecen torpes y descoordinados. "Vamos, Eugenia, ¡concéntrate!" Finalmente, le entrego los informes, sonriendo con nerviosismo. —Aquí tiene, señor Martínez. ¿Algo más? Él me mira por un momento, como si estuviera evaluando si debería decir algo más o no. —Eso es todo por ahora —responde, finalmente—. Y trata de no quedarte despierta hasta tarde leyendo esas novelas tuyas. Parece que te están afectando. Me río de su comentario, pero mi corazón se acelera por un segundo. "¿Cómo sabe que no dormí bien?", me pregunto mientras él se aleja, pero luego me doy cuenta de que es solo una broma casual. "Relájate, Eugenia. Nadie está leyendo tu mente." El resto del día pasa sin incidentes, aunque mi mente sigue divagando entre la realidad y la fantasía. Cuando finalmente llego a casa, me dejo caer en el sofá, exhausta pero también aliviada de que el día haya terminado. La novela sobre vampiros me mira desde la mesa de café, como si se estuviera burlando de mí. —No esta noche, amigo —le digo al libro, levantándome para hacer algo de cena—. Ya tuve suficiente de ti. Mientras cocino, mi mente sigue reproduciendo la escena de anoche, pero esta vez con un toque de comedia. ¿Qué clase de locura me llevó a soñar con un vampiro guapísimo que viene a salvarme? Si esto sigue así, terminaré creyendo que vivo en una novela de fantasía romántica. Termino la noche viendo alguna serie tonta en la tele, tratando de despejar mi mente antes de dormir. "Ya basta de vampiros", me digo a mí misma, apagando la luz y dejando que el cansancio finalmente me venza, pero mientras cierro los ojos, la imagen de Edwin vuelve a aparecer en mi mente, con esa sonrisa que es demasiado perfecta para ser real. Quizás, solo quizás, una pequeña parte de mí desea que no todo haya sido un sueño, pero rápidamente me sacudo ese pensamiento y me dejo llevar por el sueño, esperando que mañana sea un día mucho más normal. *** El sol matinal ilumina la librería, filtrándose a través de los grandes ventanales y proyectando patrones de luz sobre las estanterías repletas de libros. Es un día como cualquier otro, y ya estoy de pie detrás del mostrador, organizando un pequeño estante con nuevas llegadas. Todo parece tan tranquilo y normal, pero mi mente aún divaga en los sucesos de la otra noche, o mejor dicho, en lo que decidí que fue solo un sueño. La campanilla sobre la puerta suena, anunciando la entrada de un cliente. Levanto la vista por pura cortesía, con una sonrisa automática en el rostro, pero mi expresión cambia en un instante cuando lo veo. Es Edwin, entrando en la librería con toda la calma del mundo, como si fuera un cliente más. Mi corazón da un vuelco y me quedo completamente inmóvil, sin saber si estoy viendo un fantasma, o si es mi imaginación la que me juega una mala pasada. Sus ojos, que son de un azul increíblemente profundo, observan la librería con interés. Viste ropa sencilla, unos jeans oscuros y una camisa blanca, pero no hay duda de que es él. —Eugenia, ¿estás bien? —La voz de María me saca de mi parálisis momentánea. Ella también ha notado mi reacción, pero su mirada está más llena de curiosidad que de preocupación. —Sí, sí, claro, estoy bien —respondo torpemente, pero mi voz suena tan alta y nerviosa que es obvio que no estoy nada bien. Edwin se acerca al mostrador con una sonrisa tranquila. Casi puedo oír el eco de esa misma sonrisa en mi cabeza, la misma que me dio cuando me dijo que no era un vampiro malo, pero ahora no tiene colmillos afilados, ni una apariencia amenazante. Es solo... un hombre normal. —Buenos días —saluda con una voz suave, y mi cerebro se queda en blanco. —B-b-b-buenos días —tartamudeo, sintiendo cómo el calor sube por mi cuello hasta mis mejillas. Mis manos, que estaban acomodando libros, empiezan a temblar, y uno se me cae al suelo con un estrépito que parece más fuerte de lo que debería. María, quien claramente se da cuenta de mi estado, da un paso adelante, interponiéndose entre Edwin y yo, y toma el control de la situación. —¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarte? —pregunta ella, con una sonrisa que parece demasiado grande, probablemente para contener la risa. —Solo estaba mirando —responde Edwin, con esa voz suave y sin rastros de hostilidad—. Estoy buscando algo interesante para leer, algo diferente. —¡Tenemos muchas opciones! —María responde rápidamente, señalando una de las estanterías cercanas—. ¿Qué tipo de libros te gustan? ¿Novelas, biografías, fantasía...? Mientras ellos conversan, trato de recomponerme. Respiro profundamente y recojo el libro del suelo, tratando de ignorar cómo mis manos aún tiemblan un poco. "Esto no es posible", me digo a mí misma. "Es solo un hombre, un hombre muy atractivo, pero un hombre al fin y al cabo." Edwin sigue charlando con María, pero noto que, de vez en cuando, me lanza una mirada rápida, como si estuviera evaluando mi reacción. Finalmente, toma un libro de la estantería, uno de esos que ni siquiera había considerado para él: "La Historia Secreta del Té". —Creo que este será perfecto —dice, mirando el libro como si fuera una joya rara. María sonríe ampliamente. —¡Gran elección! Es un libro fascinante, lleno de detalles que no encontrarás en ninguna otra parte. Edwin asiente y se acerca al mostrador para pagar. Mientras María registra la compra, él me lanza otra de esas miradas rápidas. —Gracias —dice cuando María le entrega el libro en una bolsa de papel—. Espero que tengan un buen día. —Igualmente —responde María con amabilidad. —Sí, gracias —murmuro, finalmente logrando emitir un sonido coherente. Edwin se despide con una pequeña inclinación de cabeza y se dirige hacia la puerta. Solo cuando la campanilla suena de nuevo al cerrarse tras él, me doy cuenta de que he estado conteniendo la respiración todo el tiempo. —¿Qué fue eso? —pregunta María con una mezcla de diversión y curiosidad—. Nunca te había visto tan nerviosa, Eugenia. —Nada, nada... solo... —intento encontrar una excusa, pero mi cerebro aún está atascado en lo que acaba de suceder—. Solo... un cliente muy guapo, supongo. María se echa a reír. —Sí, guapo es poco, pero chica, parecía que habías visto un fantasma. No puedo evitar sonreír, aunque mi mente sigue intentando procesar lo que acaba de pasar. "Fue solo un sueño... ¿no?" me repito mentalmente, pero la confusión sigue arraigada en mi pecho. El resto del día transcurre con normalidad, pero cada vez que la puerta suena, mi corazón salta un poco, esperando, o temiendo, ver a Edwin de nuevo. ¿Qué está pasando? ¿Es todo una coincidencia, o hay algo más en juego?
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR