Recojo mis cosas mientras siento la mirada de Darius al momento que guardo en mi maleta la ropa que tengo. Cuando terminó me doy la vuelta para ver sí me da permiso de ir a ver a mi papá antes de irnos.
—¿Puedo ir a ver a mi padre?
—No ocupas pedirme las cosas—me dice antes de aproximarse a dónde estoy—. Sólo dime a dónde vas.
—No te seré infiel sí es lo que piensas.
—Créeme que sí lo llegas a hacer, aparte de que lo sentiré, a él lo haré pedazos con mis propios colmillos.
Tiemblo un poco al escuchar esa amenaza que sonó tan real al salir de su boca. No quiero pensar que pasará sí él me es infiel a mí, seguramente nada porque soy demasiado cobarde para enfrentarlo y dejaré que lo siga haciendo.
Hago un gesto que lo hace suspirar con frustración, de verdad que le afecta el que sea su pareja.
—Ve. Pero cuidado con que sea mentira, Emily.
Asiento despacio antes de escuchar que se sienta en la cama, cierra los ojos mientras está en esa posición. Bajo la vista para imaginar algo que no va a suceder. Me había imaginado una pareja que me quisiera y qué en este punto de la relación ya me hubiera marcado.
Ya pasaron casi seis días desde que le dejo esa advertencia a James, que por cierto ya no me habla. Ni siquiera me ve cuando bajo a desayunar con Darius que me exige que coma, un par de veces me ha gruñido para que lo haga.
—¿De qué color es tu lobo?—es simple curiosidad.
Lo escucho suspirar antes de hacer una mueca.
—n***o.
Es todo lo que dice.
Terminó de empacar mis cosas antes de encaminarme a la puerta para dejarlo dormir porque eso está haciendo, sería buen momento de ir a ver a papá. Me voy en dos días y debo… despedirme.
Hay muchos lobos transformados afuera, algunos no había visto sus colores en la manada así que deduzco que son de otra. Tienen bonitos colores y son típicos entre los lobos.
Cafés.
Grises claro.
Café claro.
Marrón.
Color chocolate.
Mi loba es… tengo las orejas negras cuando me transformo en loba, también la punta de mi cola lo es, el resto de mi pelaje es gris claro con la puntas oscuras, parte de mi hocico es color crema y se ve muy bonito, mi pecho también es de ese color y resalta mucho por el tono.
Veo a James entre los lobos y mejor sigo caminando para no verlo, sé que es él por el color café claro de su cuerpo y la mancha oscura en la espalda.
Tomo una flor de las que hay en el jardín de su madre, la llevo a mi nariz para oler el rico perfume que desprende. Uno tan rico y dulce que me recuerda al olor que decía mi papá que olía en mi mamá, un olor a flores que lo volvía loco. Ellos son la prueba de que se puede querer a su pareja por el lazo. No que los traten como si no fueran lo suficiente para su pareja.
Me transformo en la loba antes de siquiera haber salido de la mansión, tomo dirección al río antes de brincar la barda como si no midiera cuatro metros de alto, mis patas me sostienen de manera firme antes de que inicie a correr y de alguna forma dejar mis problemas atrás. Paso entre las veredas del bosque como si nada pero en el camino rumbo un pino para poder cruzar los rápidos que me…
Contempló la idea. Morir ahogada para dejarme de problemas y dejar de llorar por las cosas que…
Niego antes de seguir caminando, el territorio es grande y a dónde voy es un lugar que sólo conozco yo. Haya tengo un par de cambios y un poco de comida enlatada, me servirá. Vuelvo a correr en un punto y con la facilidad de mi cuerpo y fuerza en mis patas llegó a mi destino en pocos minutos. El río sigue su curso mientras lo sigo a él para buscar la cueva que guarda mis cosas.
Entró para ver qué tengo todo. Hasta la camita improvisada que hice hace muchos años, salgo para ponerme a la orilla y beber un poco de agua, estoy cansada y esto me puede servir.
Cuando terminó de beber, levanto mi cabeza antes de dejar el pelaje de lado y tener la piel humana. Me regreso a la cueva para ponerme mi ropa, me quedo dormida en ese lugar sin que nada me perturbe.
///
Un par de gruñidos de lobo me hacen abrir los ojos, trago al ver sólo un par de ojos dorados mirarme con enfado, además de los colmillos que me confirman lo que los ojos dice.
—Hola Darius.
—Bueno fuera dejarte aquí.—usa la comunicación que nos une—Vamonos.
—No.
—¿Qué dijiste?
—Que no. Quiero dormir aquí.
Gruñe en advertencia, pero al ver qué no me voy a levantar ni de chiste, suspira antes de hacer algo que no me espero. Pasa a atrás de mí para echarse, se acomoda antes de que yo lo haga.
—Sería más fácil si te transformas.
No.
Me quedo en forma humana hasta acomodarme en la camita de paja. Cierro los ojos cuando siento su cabeza junto a la mía. No digo nada, sólo dejo que duerma a mi lado.
Vuelvo a cerrar los ojos para quedarme dormida de nuevo.
///
—Dijiste que podía ir a verlo.
—¡Eso se acabó desde que decidiste largarte a otro lado!
—Yo sólo quería…
—¡No me importa!—gruñe en tono alto.
Trago saliva.
Es un Alfa que se hace escuchar a pesar de estar rodeado de personas que seguramente les da lástima la loba que le tocó por pareja a Darius.
—No vas a ningún lado.
—Quiero ver a mi papá—niega antes de meterse un pedazo de carne a la boca—. No me lo vas a prohibir, Darius. Y soy tu pareja no una de tus perros.
Es lo que necesitó para levantarse y sujetar mi cuello con firmeza, aprieta al punto de sentir como sus dedos tocan mi hueso.
—Me respetan mejor que tú—gruñe como el animal—. Y puedo prohibirte lo que yo quiera porque así lo decido, y ahora termina de tragar para que te puedas desaparecer de mi vista por un rato.
Me suelta y puedo jurar que siento las manos de Darius todavía en mi cuello agarrando con fuerza. Mis ojos van a James que se mantiene neutro junto a su padre, no me ayudará.
Tomo la desición de ya no meterse conmigo o ayudarme con mi padre. Bajo la cabeza cuando me levanto de la silla en la que estaba, uso mis pasos para sacarme del comedor. Dónde el gruñido de Darius suena alto porque me fui. Hay un lugar por el que puedo salir sin que el idiota de Darius me vea salir.
Llevo mis pasos a ese lugar antes de salir por la puerta de servicio, me deja afuera de la mansión en pocos minutos. Camino a entre las casas que hay en la manada sintiéndome libre pero con la marca de Darius en el cuello y no la que me gustaría tener.
Es sábado y muchos de los puestos tienen comida chatarra o dulces, compró un algodón de azúcar antes de comprar una manzana acaramelada para papá. O tal vez a él le dé el algodón. Me paseo por la plaza antes de tomar camino a mi hogar, cuando por fin llego papá está viendo algo de deportes, me sonríe al verme porque nunca vengo en sábado.
—Te traje algo papá.
—Algodón de azúcar—le sonrío antes de sentarme a su lado y darle el bulto de azúcar rosa con moradito—. Era para mí pero…
—Las manzanas.
—Sí.
Decido porner a papá en la silla de ruedas y poner su respirador cerca de él, lo saco a dar una vuelta que lo necesita. Empujó la silla con mi padre mirando los lugares que recuerda. Los niños del vecindario lo saludan porque él era entrenador de fútbol en su tiempo libre. Papá les regala una sonrisa mientras lo llevo en la silla a la plaza. Merece distraerse, ahora que yo no esté nadie lo sacará a dar una vuelta.
Llegamos a la plaza y lo pongo junto a la fuente, papá sonríe antes de recordar algo que lo que le provoca esa bella imagen para mí.
—Recuerdo cuando tu madre y yo te trajimos a que vieras la fuente en Navidad—me pongo a su lado para ver la fuente—. Tenías unos cuatro años… tu madre dijo que algún día, tú traerías a tus cachorros aquí. Le dije que para eso faltaban años.
Sonrío antes de arrodillarme a su lado, papá derrama una lágrima antes de verme a los ojos.
—Tu madre murió con ganas de conocer a sus nietos—un nudo en mi garganta me impide respirar—. Y creo también yo lo haré.
Niego para él cuando un olor conocido me hace girar a la entrada de la plaza. No sé ve contento, trago despacio. Siento la mano de mi padre en la mía y eso me hace girar a él.
—No es malo no encontrar a tu pareja, Emily.
—Pero sí que no te tomes los medicamentos—rueda los ojos como cuando mamá le decía que hiciera ciertas cosas—. Papá, por favor… sólo tómatelos, hazlo por mí.
—Ya te dijeron que no se me quitará.
—Pero vale la pena luchar por un poco más de tiempo—suspiro antes de darle un beso a mi papá.
Uno que me roba un par de gotas saladas, me vuelvo a hincar a su lado cuando me sonríe.
—Te pareces tanto a Cristy.
Estoy por responder cuando siento ese olor a tierra mojada golpearme las fosas nasales con irá.
—Cariño, ¿por qué no me avisaste que vendrías?