Recostada sobre la mesa del comedor, Lenet suspiraba. Recién había hablado con Hades. «¡No puedo creerlo! Sus besos fueron como una marea perversa. Me ha arrasado. ¿Quién me salvará de hundirme más y más?» Mordió su labio mientras meditaba cada palabra, incapaz de ocultar la satisfacción de desearlo, de querer volver a verlo a los ojos. «No creo que pueda dormir. Mi cuerpo aún conserva el eco de sus besos, como brasas encendidas en mi piel ¡Nunca me había atrevido a besar a alguien así, con tanta intensidad, con tanto deseo!» Sostenía un pequeño tenedor entre los dedos. Frente a ella, una ensalada con pollo a la plancha. Pero, aunque tenía hambre, le resultaba más delicioso recordar aquellos besos. Sonreía de manera traviesa cada vez que su mente evocaba a Hades. Estaba perdida en otr

