Verónica casi se ahogó con el jugo de naranja que estaba bebiendo, apenas Alessandro había hablado.
- ¿Realmente me estas invitando?
- Te estoy llamando – Ella suspiró
- ¿Es necesario que te acompañe? – Sandro soltó un gruñido que le causo gracia
Verónica no era aficionada a las fiestas, pero su marido se empeñaría en llevarla aun en contra de su voluntad. Tenían una semana de casados, Sandro siempre llegaba tarde, esperaba a que ella estuviera dormida para meterse a la cama y se iba antes que ella tuviera oportunidad de gastarle una buena broma. Nunca llamaba durante el día parecían dos desconocidos viviendo bajo el mismo techo y durmiendo en la misma cama.
- Eres mi esposa Verónica, nos guste o no tienes responsabilidades sociales a las que debes asistir a menos que… quieras que otra ocupe tu lugar
Verónica podría jurar que en el rostro de su marido se había dibujado una sonrisa perversa, él se limitaba a ignorarla, pero cuando la necesitaba para un evento social no dudaba en llamar y también en amenazar con llevar a otra mujer ¿Quién diablos se creía?
- Muy bien Alessandro te esperaré para ir a tu dichosa fiesta
Colgó el teléfono de casa, sus manos temblaban después de la boda no habían salido a ningún sitio como marido y mujer, esta sería la primera vez que tomaría el brazo de Sandro como su esposa, pero la sensación de ser el reemplazo de su hermana dolía.
Como buena esposa, sonrió mientras elegía las prendas cuidadosamente, opto por un vestido rojo lo llamaría el “vestido de la venganza” estaba segura que su marido disfrutaría poco de la fiesta. Respiro mientras observa su reflejo en el espejo su vestido amoldaba perfectamente su cuerpo y remarcaba cada una de sus magníficas curvas, sonrió ante la imagen, se colocó sus pequeñas argollas en el oído y se colocó también su argolla de matrimonio, su maquillaje casi natural, se aplicó un poco de brillo en labios, debía felicitarse se vía simplemente hermosa, se calzó sus tacones de diez centímetros y se respiró para salir al encuentro de marido.
Alessandro levanto la vista cuando escucho el sonido de los tacones de Verónica, se quedó sin palabras, cuando vio a su esposa bajar por las escaleras, Verónica era realmente hermosa, el día de su boda estaba demasiado enojado para fijarse en ella, pero ahora que solo eran ellos dos en la sala de su casa, Sandro llego a pensar que Verónica había sido tocada por afrodita.
- ¿Nos vamos cariño? – Verónica tomo el brazo de su sorprendido marido, con una sonrisa
Sandro lucho por apartar la mirada de Verónica o más bien de la pierna expuesta debido al corte del vestido, se sentía incómodo, nervioso, con la tentación de tocar la piel expuesta de su esposa, pero se reprimió, ella seguramente lo había hecho con esa intención.
- Juanita mencionó que tu madre vino a visitarte la semana pasada, ¿Por qué no la invitaste a cenar? – Verónica le sonrió antes de responderle
- ¿Realmente te hubiese gustado?, los dos sabemos que mi familia no son tus personas favoritas en este mundo y prefiero que no me visiten
No estaba dispuesta a decirle a su marido el motivo real de la visita de su madre, estaba molesta muchos más que antes, por la mañana su madre había llamado exigiendo dinero, amenazándola con pedirle a Sandro ya que su amado padre tenía deudas de juego otra vez, pero ya no era problema suyo, ella había sido clara, ellos no tendrían más dinero de Alessandro Santoro.
- ¿Estás molesta con tu madre?
Creía que eso sería imposible, había visto el amor de Verónica por su madre las pocas veces que fue a casa para ver a Valeria, era algo que diferenciaba a las hermanas, mientras Valeria era más firme y seca con ella. Verónica parecía un pequeño juguete en manos de su madre, podía ver la manera tan sutil en la que Rebeca la manipulaba.
- Olvidemos el tema de mi madre, ahora mismo no quiero hablar de ella y a ti tampoco te interesa, quiero disfrutar de la noche – Sonrió y cerró los ojos para evitar seguir con aquella conversación, estaban cerca del Salón de Eventos El Grand Karmel, por lo que se preparó mentalmente para bajar del auto.
Verónica estaba nerviosa de nuevo, era su primera aparición estando casada y siendo la esposa de Santoro, estaba segura que más de uno de los invitados seguía preguntándose lo que había ocurrido para ser ella la esposa y no su hermana.
El salón estaba lleno de socios e inversionistas y posibles arribistas, intentado cazar a un hombre rico, Verónica se rió de sus pensamientos, era seguro que es lo que pensaban de ella.
- Alessandro Santoro, tiempo si verte – El hombre de aproximadamente cuarenta años, alto, robusto y calvo, saludo a Sandro, pero su vista estaba en Verónica.
- Señor Cabrera, es un gusto y placer volver a verlo – Sandro saludó efusivamente al hombre, parecía que se conocían desde mucho tiempo atrás.
- El placer es mío Santoro, estas muy bien acompañado, ¿de dónde has sacado esta hermosura de mujer?
Verónica se arrepintió de haberse puesto el vestido, pero aun así mantuvo su sonrisa, aunque le incomodaba la mirada lasciva del hombre sobre cada parte de su cuerpo, se sentía asqueada ¿Por qué Sandro no lo veía?
- No hay nada que el dinero no pueda comprar, viejo amigo, le presento a mi esposa Verónica Cantú de Santoro
La ira ardió en su cuerpo, Sandro quería humillarla frente a sus amigos, esa era realmente la verdad detrás de esta invitación.
- Es una lástima que la inteligencia no se venda, ¿no lo crees cariño? – Sonrió mientras Sandro apretó con fuerza su cintura, el hombre rompió el incómodo silencio con una carcajada nada educada.
- Creo que has encontrado la horma de tu zapato amigo mío, encantado de conocerla Señora Santoro – El hombre tomó su mano entre las suyas mientras dejaba un húmedo y asqueroso beso en ella.
- El placer es mío señor Cabrera – retiro su mano y se limpió disimuladamente con el saco de su marido, mientras sonreía, su rostro no mostró todo el enojo que tenía dentro de ella.
Más personas fueron acercándose mientras Sandro la presento como su esposa, afortunadamente no volvió a presentarla como si fuera una mercancía, después de ello, vio como otros socios arrastraron a Sandro hacía una de las mesas y se quedó sola, deseaba poder escabullirse y estar en casa, pero sonrió y converso con quien se acercó para saber los detalles de su boda, no era educación pensó más bien era la curiosidad de saber lo que les hizo ser amables con ella.
- ¿Te han dejado sola preciosa? – Verónica sonrió tratando que su sonrisa no se viera falsa
- Señor Cabrera, creo que ha bebido más de la cuenta, ¿desea que llame a su chófer? – el hombre se rió un poco menos ruidoso que antes
- ¿Deseas acompañarme? Soy un hombre mucho más rico que tu marido, puedo darte el mundo si lo deseas, solo tienes que dormir conmigo una noche, Santoro no tendría por qué enterarse – El hombre recorrió con su vista el cuerpo de Verónica
- Lo que creo señor Cabrera, es que tuve razón, si la inteligencia se vendiera, usted no estaría en estos momentos ofreciéndome dinero para serle infiel a mi marido, no soy una cosa que pueda comprar, con su permiso - camino a paso decidió a donde su marido se encontraba se iría de esa maldita fiesta con o sin él.
- ¿Te sucede algo? – Alessandro pudo ver la tensión en los hombros de su esposa
- Esto es lo que sucede cariño, tu querido amigo acaba de tratarme como una prostituta por tu maldita culpa, ¿así es como me ves?, ¿me pregunto si debo aceptar la propuesta de Cabrera? o ¿doblarías su oferta?
Verónica hablo al oído de Sandro, mientras sonreía, cualquiera pensaría que estaba siendo cariñosa con su marido sin embargo la ira se cocinaba bajo su piel, no le dio tiempo a responder camino hacia la salida, sonrió a quienes se despedían de ella.
- ¿Te me estas ofreciendo, cariño? – Sandro le susurró al oído y aprisiono el cuerpo de su esposa justo antes de que esta lograra abrir la puerta del auto.
Verónica se giró y paso sus manos sobre el pecho de Sandro, llevo sus dedos a su cabeza hasta enredarlos en las hebras negras de su marido
- Estamos en el estacionamiento, hay reporteros – Alessandro lo dijo pero sin separarse del calor que su esposa le estaba transmitiendo
- Llévame a casa, por favor
Abrió la puerta y entró al auto, seguido de Sandro, el chófer no necesito ninguna orden, solo condujo de regreso a casa.
Verónica se dejó acariciar por su marido, el calor de la mano sobre su pierna le hizo temblar con anticipación, Sandro le dio un beso tan ardiente que casi le hace perder la voluntad, pero la humillación que Sandro le había hecho no se lo perdonaría fácilmente.
Sandro bajo del auto y tomo la mano de Verónica para entrar casi corriendo a la casa su objetivo era llegar a su habitación, pero no pudo, tomó los labios de su esposa antes de llegar.
Verónica correspondió el beso ardiente y pasional que recibió, Sandro podía hacerle perder la razón sobre todo porque sus manos recorrieron desde su pecho hasta la abertura del corte en su vestido, las yemas de sus dedos hicieron contacto con su piel y tembló ante la sensación. Sandro gimió cuando ella había colocado las manos sobre la pretina de su pantalón
- Es una lástima, que no esté en venta – Verónica le susurró al oído mientras le daba una pequeña mordida.
- Buenas noches cariño – sonrió victoriosa mientras se dirigía a la habitación de invitados.
Bebió un sorbo de café, mientras esperaba que su esposo bajara, era domingo, no iría al oficina por lo que estarían en casa, después de lo sucedido la noche anterior estaba segura que buscaría la manera de vengarse, sonrió ante el recuerdo de la cara de Sandro, pero él tenía que aprender a respetarla de una u otra manera, ella no era como él creía.
Se tensó cuando miro la figura de su marido entrar a la cocina, por su cara podía adivinar que su humor no era el mejor aquella mañana.
- ¿Dormiste bien?
Pregunto seria, la mirada de Sandro le dedico no fue amistosa en absoluto.
- ¿Te importa realmente?, no lo creo así que deja de fingir lo tenías todo planeado desde que saliste de la fiesta, dudo que Cabrera te hiciera realmente alguna insinuación deshonrosa
- Solo estaba siendo educada, lo siento si te he molestado, puedes beber tu café con confianza, te juro que esta vez no me he equivocado al ponerle azúcar
Sandro le dio una mala mirada y se sentó para beber un sorbo y comprobar que esta vez Verónica decía la verdad
- ¿Lo hice bien?
Sandro asintió, bebió con placer ya que era su café favorito, estaba justo como el solía beberlo ¿Cómo?
- ¿Quién te dijo como hacerlo?
Enarco una ceja ante la pregunta de su marido.
- En realidad no sabía que fuese tan difícil prepararte un café, pero si te gusta puedes disfrutarlo
- Gracias, por cierto tu madre llamo a la oficina ayer por la mañana, no pude atenderla debido a que estaba en una reunión importante ¿tienes alguna idea de lo que quería?
Verónica se mordió el interior de su mejilla, quería creer que su madre solo actuaba en favor de su padre pero estaba perdiendo las esperanzas la semana pasada la había dado un cheque de cinco mil quetzales, posiblemente fuera una miseria pero no podía darle más porque simplemente no lo tenía.
- Dinero – apenas la palabra salió de sus labios supo que no era lo que su marido quería escuchar.
- ¿Es lo único que tu familia espera de mí?...