La vida fue buena, tanto que de verdad Erena sentía un hogar en la casa de ese hombre que amaba a sus hijos tanto como ella. Ella se sentía segura, protegida, apoyada y feliz al lado de Alonso, por eso no le tomó tiempo descubrir que su amor por él jamás se apagó, lo entendió mucho más claramente cuando lo vio dormido en la sala cuando llegó a su casa una noche. Sus prácticas en el centro de la mujer habían terminado, y habían celebrado esa noche, así que Erena había pedido a Alonso que no se preocupara por ella, ya que llegaría por su cuenta tarde; y es que la castaña ya conocía las salidas de las mujeres de ese centro, que eran de carrera larga. —No tenías que esperarme aquí —murmuró la castaña, acariciando con el revés de su mano la mejilla del hombre dormido—, porque si sigues ha

