—Durante los próximos tres días vamos a estudiar a fondo como si estuviéramos preparándonos para los exámenes finales—, continué. —Me pondrás al día de todo desde que empezamos a salir. También nos contaremos todo lo importante que las parejas de verdad deberían saber el uno del otro, pero que desconocemos. Como nuestro color favorito—.
—El tuyo es rojo—, dijo Annie rápidamente. No se equivocaba.
—¿Banda favorita?— respondí.
—Roxette—, dijo con seguridad. Una vez más, no se equivocó.
—¿Película favorita?—
—La Vanguardia—, dijo, como si diera la respuesta más obvia del mundo. Y lo era, considerando que había dos carteles de la película en la pared de mi dormitorio.
—¿Comida favorita?—, pregunté, completamente seguro de que ella no podía saberlo.
—Hay una cazuela que te gusta y se llama pastel de hamburguesa—, empezó Annie. —Lleva hamburguesa, maíz, judías verdes, todo mezclado con sopa de champiñones, cubierto con tater tots y queso mozzarella, y horneado—.
—¿Qué demonios, Annie?—, pregunté un poco alto. —¿Cómo demonios sabes todo esto?—
—Matt lo sabe todo sobre ti—, dijo, con la confianza un poco vacilante por temor a que yo estuviera enfadado con ella. —Lo que significa que Tracy lo sabe todo sobre ti. Lo que significa que yo lo sé todo sobre ti—.
—Las mejores mentiras están envueltas en verdad—, dije, haciendo eco de algo que Annie había dicho antes en la conversación. —Entonces, parece que, además de fingir que estoy enamorado de ti, simplemente tengo que ser yo mismo—.
—Más o menos—, dijo ella, asintiendo en señal de acuerdo.
—Todavía tengo que ponerme al día con lo que hemos estado haciendo—, dije. —Y obviamente tengo mucho que ponerme al día contigo. Así que, a partir de mañana por la noche, iremos a Perkins todas las noches después del trabajo, tomaremos un café y haremos los deberes—. Es lo que hacían todos en el campus cuando necesitaban estudiar para un examen importante. —¿Te parece un buen plan?—
Ella asintió y luego preguntó: —¿Por qué no empezar esta noche?—
—Porque tienes que llamar a tu mamá y decirle que vamos los dos. Y porque yo tengo que ir a casa, tomarme un bourbon, reflexionar sobre en qué me acabo de meter y empezar a pensar en empacar para Arizona—, dije mientras me ponía de pie para salir y hacer precisamente eso.
Annie también se levantó para irse, pero tropezó un poco. La alcancé rápidamente y noté que tenía las manos sobre sus hombros. Aunque ya había realizado el ritual de hoy, esperaba que la tranquilizara un poco.
—Annie, ¿estás bien? ¿Nos puedes decir que estás bien?—
Me miró y me rozó el pecho con la cabeza. —Sí. Estaré bien—, susurró. —Gracias por aceptar esto, Zack. Creo que quizás estés subestimando lo importante que es para mi mamá—.
—De nada—, dije mientras salíamos por la puerta y cada uno tomaba su camino. —Nos vemos mañana—.
20 de diciembre de 1994
El turno de la cena en el comedor se pasó volando. No había visto mucho a Annie y empecé a preocuparme de que me estuviera evitando a propósito. ¿Tendría miedo de que cambiara de opinión? Decidí no presionarla. Anoche me di cuenta de que toda la presión con esta idea ridícula recaía sobre ella. Solo tenía que seguirle la corriente, y con mi experiencia en marketing, sabía que podía convencernos como pareja. Solo necesitábamos estar de acuerdo.
Me dirigí a la salida y la vi allí esperándome. —¿Seguirás yendo a Perkins después de esto?— preguntó esperanzada.
—¿Supongo que llamaste a tus padres?— pregunté.
Volteó la cabeza hacia mí como si no me hubiera oído. —Lo siento, tendrás que hablarle al tímpano. Mi madre no reventó con sus gritos de alegría—.
—Sal de tu dormitorio en treinta minutos—, dije mientras marcaba mi tarjeta de asistencia. —Ah, y casi se me olvida...— La agarré por los hombros y me dispuse a decir las palabras. Pero antes de que pudiera hacerlo, noté algo diferente en ella. Su cabello dorado y sus ojos color avellana eran tan vibrantes como siempre, pero parecía, de alguna manera, más vulnerable de lo que la había visto antes.
—Annie, la del cabello dorado—, dije mientras le tocaba suavemente una de sus trenzas. —Te veo en treinta minutos—. La besé suavemente en la coronilla y salí. Pero no sin antes notar su sonrisa.
Media hora más tarde, ella estaba subiendo al asiento delantero de mi Ford Tempo 1992, con la sonrisa que la había dejado todavía estampada en su rostro.
—Hola, cariño—, dije, notando su expresión de sorpresa al decirlo. —Me estoy metiendo en el personaje—, le expliqué. —Recuerda lo que te dije sobre involucrarte al máximo en esto—.
—Entendido, cariño—, respondió. Entonces ambos nos echamos a reír.
—Bueno, entonces no nos llamaremos «cariño»—, dije, tachando una entrada de una lista imaginaria que tenía en la mano.
Decidí encender la radio para el corto viaje a Perkins. En casi todas las emisoras sonaban villancicos conocidos, pero al revisar las emisoras predefinidas, me sorprendió escuchar una que no conocía. Aunque reconocí al cantante enseguida.
—¿Es Mariah Carey?— pregunté. —Matt se declara su mayor fan—.
—Sí—, confirmó Annie. —Tracy le compró el álbum por Navidad. Lo pusieron mucho en nuestra habitación antes de irse de vacaciones. Creo que es bastante pegadiza—.
Al terminar la canción, le di mi veredicto a Annie: —Tienes razón, es pegadiza. Y además es agradable escuchar algo nuevo. Pero, sinceramente, no creo que perdure mucho. Al menos no como los clásicos—.
—¿Te refieres a esa canción de Wham!?— preguntó Annie, poniendo los ojos en blanco.
—Exactamente—, respondí con una sonrisa.
Annie me miró y se encogió de hombros. —El tiempo lo dirá—.
Sin embargo, algo destacable es que "All I Want for Christmas is You" sonaba en todas partes. La escuchamos de vuelta a casa desde Perkins esa noche y la repetimos varias veces las dos noches siguientes mientras íbamos y volvíamos de nuestras sesiones de estudio.
Annie no exageraba al decir que lo sabía todo sobre mí. Supongo que no me había dado cuenta de todo lo que le había contado a Matt a lo largo de los años y de lo mucho que él, a su vez, había compartido con Tracy. Todavía no estaba segura de por qué Annie me había elegido como su "novio". Sabía que haber conocido a sus padres había sido un factor importante. También entendía que había sido bastante fácil descubrir cosas sobre mí que podía compartir con ellos, sin tener que inventarse ni intentar recordarlas. Pero una parte de mí se preguntaba por qué no se buscaba un novio de verdad.
Después de pasar casi la totalidad de los últimos tres días con ella, ya sea en el comedor o en Perkins, decidí que cualquier hombre tendría suerte de tenerla como novia de verdad. Pero, independientemente de la razón, me había elegido como su novio falso y se había informado bien. De hecho, había algunas cosas que yo había hecho desde que llegué a la Universidad Estatal que apenas recordaba y que ella conocía con todo detalle. Como sabía tanto de mí, pasamos la mayor parte de los tres días repasando los puntos fuertes de nuestra "relación" de cinco meses y luego las cosas que creía importante saber sobre ella.
Mientras volvíamos al campus después de nuestra última noche de estudio, escuchando una vez más a la omnipresente Mariah Carey, me sorprendió lo rápido que habían pasado los últimos días. Mañana era 23 de diciembre. Volábamos a Arizona a primera hora de la mañana. Detuve el coche frente a su dormitorio, pero Annie se quedó allí sentada, con los ojos cerrados, escuchando la música.
—¿Estás nerviosa?—, le pregunté. Abrió los ojos y me dedicó una media sonrisa.
—Tanto que creo que voy a vomitar—, respondió.
—No te preocupes. Lo tenemos todo bajo control—, dije intentando tranquilizarla. —Tus padres me van a adorar—.
—Ese es el problema—, suspiró Annie. —Ya lo hacen—.
—Recuerda que ellos también te aman—, dije con dulzura.
—Simplemente no quiero que nadie salga lastimado—, dijo Annie. Pude percibir un poco de inquietud en su voz.
—Prometo que nadie saldrá lastimado—, dije con toda la convicción que pude reunir.
—Nos vemos mañana—, dijo mientras abría la puerta del coche y salía.