Capítulo 4.

2427 Palabras
Cuando Woo Sik se presentó en la casa de los padres de Sang Bae, lo hizo de tan buen humor que la sonrisa en su rostro pareció que nunca desaparecería. Había esperado cuatro años para volver a verlo, y si la noche anterior el omega no le hubiera dicho que no podía acompañarlo a casa, porque de esa manera estarían en boca de todos, lo habría hecho, sin deseos de separarse nunca de él. Durante los cuatro años que Sang Bae había dejado el país, Woo Sik intentó buscarlo pero no pudo encontrarlo, era como si de un día para otro la tierra se lo hubiera tragado y nadie podía darle información sobre él, ni siquiera sus padres. Sin embargo, después de su corta conversación de la noche anterior, sabía que el culpable era Han Do, no sólo por lo sucedido en el baño, sino que fue el omega rubio quien se lo dijo. La empresa de la familia Seo había estado en la cima de los negocios durante varias décadas, y a pesar de la forma abrupta y obligada que Taek Soo tuvo que tomar la presidencia, y la amenaza que fue a la estabilidad económica de la empresa, el hijo mayor de la familia había logrado mantenerla flote, en el mismo lugar que sus padres, e incluso muchos creían que era mejor en los negocios que ellos. A Woo Sik eso no le importaba, sino que ellos se habían valido de ese poder y de que su familia estaba en una crisis económica para obligarlo a casarse con Han Do, y en cuanto el anuncio de su boda con el omega fue dado, Sang Bae desapareció. Min siempre había intuido que la familia Seo tuvo algo que ver, pero no tenía pruebas de ello y el único que sabía la verdad de todo, nadie tenía conocimiento en donde estaba. —¿En dónde estuviste? ¿Por qué desapareciste? —fueron las dos preguntas que hizo Woo Sik en cuanto estuvo cerca de Sang Bae la noche anterior. Había visto su sorpresa, y sus ojos miraron a su alrededor como si le preocupara que alguien los pudiera ver, sin embargo, una sonrisa pequeña apareció en sus labios. —No creo que sea prudente que hablemos —dijo Sang Bae. —¿Por qué? Quiero saber la razón de que desaparecieras sin dejar rastro y ahora estés aquí como si nada. La voz de Woo Sik sonaba desesperada por respuestas, después de tantos años al fin podía ver a Sang Bae, y aunque físicamente parecía estar bien, quería saber qué pasó en todo ese tiempo, la razón por la que hubiera desaparecido sin decirle nada a nadie. —Woo Sik, sólo hay una razón para esto —miró hacia el lugar en donde el esposo del alfa estaba —Han Do. Aquel simple nombre confirmó las sospechas de Woo Sik y también lo hizo enfurecer, pero ese no era el lugar ni el momento para enfrentarlo, y para terminar de arruinar todo, tuvo que ver como Han Do le lanzaba el vino encima a Sang Bae, deseando que quisiera simplemente deshacerse de él pero no podía. Woo Sik había olvidado por completo el hecho de que estaba casado con Han Do, en lo único que podía pensar era en que Sang Bae estaba de regreso, que al igual que en el pasado cuando eran novios, quería una vida con él, sin embargo, hasta que consiguiera el divorcio no sería algo que pudiera tener, al menos no de manera legal, porque tampoco significaba que por estar casado iba a dejar de verlo. El alfa estaba decidido a obligar a Han Do a divorciarse, y como parte de eso fue hacerlo enfrentar la realidad, que él no lo amaba, que podía aferrarse a él cuanto quisiera, pero que eso no impediría que se divorciaran, así tuviera que esperar un año más para poder hacerlo sin afectar a su familia, y en cuanto eso sucediera estaba planeando casarse con Sang Bae y tener a su lado la vida que siempre soñó, y lo mejor de todo era que el omega estaba dispuesto a estar a su lado. Con la idea mostrarle a Han Do que no importaba cuantos años hubieran pasado, él seguía amando a Sang Bae y que este le correspondía, decidió llevarlo a la casa que compartía con su esposo, sin embargo, lo que menos esperó fue encontrar al omega abrazado a su hermano, lo que significaba que sus planes debían de cambiar, porque frente a los hermanos Seo, ellos eran un matrimonio que al menos se soportaban uno al otro. Woo Sik sintió como Sang Bae retiraba su mano de la de él, y no tuvo más opción que dejarla ir, aunque todo lo que quería era decirle a Do Soo que se fuera, que lo dejara resolver sus asuntos con su esposo, porque no importaba lo mucho que las feromonas amenazadoras de ese alfa estuvieran esparcidas en su jardín, no lo intimidaban. —Sang Bae, no sabía que regresaste —habló Do Soo viendo al omega rubio mientras mantenía abrazado protectoramente a su hermano. Una sonrisa algo nerviosa apareció en los labios de Sang Bae, que pasó su mirada por el jardín, considerando que lo mejor era irse, pero cuando decidió acompañar a Woo Sik a su casa, lo que menos esperó fue encontrarse con uno de los hermanos de Han Do, no cuando Min había dejado claro que su relación con la familia de su esposo era muy mala. —Llegué hace poco —respondió incómodo el omega. —¿Y qué haces aquí? Con cada palabra que salía de sus labios, Do Soo dejaba que sus feromonas inundaran más el lugar, haciendo que Sang Bae se sintiera oprimido por ellas y que sus piernas apenas pudieran mantenerlo en pie, mientras que sus manos se aferraban a Han Do, para mantenerlo parado firme a su lado, como si le estuviera diciendo al otro omega que era superior a él, por eso era capaz de resistir más que él. —Sang Bae vin… —Vine a visitar a Han Do —interrumpió el rubio a Woo Sik, negando con la cabeza para que no siguiera hablando. —Empiezo a tener curiosidad sobre cuándo te volviste ciego. Do Soo no apartó la mirada de Sang Bae mientras hablaba, dejando claro que su presencia no era de su agrado. —¿Qué? —Woo Sik te guiaba de la mano hasta aquí, supongo que no puedes ver, ya que alguien tiene que tomarte de la mano para mostrarte el camino. —Do Soo… —la voz de Han Do fue suave. —Supongo que no es un buen momento para visitar. Sang Bae sentía sus piernas comenzar a temblar, quería que la mirada de Do Soo se apartara de él o que controlara sus feromonas, o tal vez no haber seguido a Woo Sik hasta su casa, porque si hubiera sabido que se encontraría con ese alfa, hubiese pensado mejor las cosas. —Lo mejor es que te vayas. —¿Quién te crees para echar a alguien de mi casa? —intervino Woo Sik —Sang Bae se queda. Él no había llevado a Sang Bae para que los hermanos Seo lo humillaran, sino para mostrarle a Han Do que ese era el único omega que amaría hasta su muerte, pero las cosas no estaban saliendo como imaginó, porque en ese momento su esposo debería de estar de rodillas pidiéndole disculpas al rubio por lo sucedido la noche anterior. —También es la de mi hermano, tu esposo, y… —Do Soo —Han Do le sonrió a su hermano —Sang Bae puede quedarse, es mi amigo —miró al rubio. No, en el pasado fue su amigo, pero en la actualidad no lo era, sin embargo, mientras Do Soo intimidaba al omega rubio, Woo Sik se había encargado de hacer lo mismo con Han Do, de advertirle con la mirada de que si Sang Bae se iba, él tendría una muy mala noche como la anterior, y no era algo que quería, sentía que no podía soportarlo. —Han Do —Do Soo miró a su hermano —¿por qué no vas con el ama de llaves y, le dices que prepare la habitación de invitados para mí mientras yo hablo con Woo Sik? —su voz fue baja, como si hablara con un niño —ya sabes, cero Taek Soo por unos días. A pesar de que el tono usado por Do Soo fue suave, Han Do no quería dejarlos solos, mucho menos cuando Woo Sik lo estaba mirando con tanto enojo como si él tuviera la culpa de que de un momento a otro su hermano hubiera decidido quedarse unos días en su casa, pero el omega sabía que si se negaba a que lo hiciera, muy probablemente iba a sospechar que algo estaba pasando y por eso no lo quería ahí. Además, durante esos días, se podría considerar a salvo de Woo Sik, porque este no actuaba cuando sus hermanos estaban cerca, quizás por miedo a las represalias que estos podrían tener con él si se enteraban de todo lo que tenía que pasar el omega. —¿De qué tienes que hablar con él? Los labios de Do Soo se curvaron en una sonrisa que le decía a su hermano que todo estaba bien, y levantó su mano hasta su rostro, acariciando su mejilla. —Negocios. —Do Soo… —Se bueno, haz lo que te digo. Las manos del alfa lo hicieron girar y le dio un suave empujoncito para que caminara hacia la puerta de la casa, no quería al omega cerca para los siguientes temas que iba a tocar con Woo Sik, no cuando sabía que siempre intervendría a favor de ese alfa que había hecho su enojo sentirse en el punto máximo, y todo empeoró al ver al omega rubio a su lado. El sentir la mirada enojada de su esposo hizo que Han Do decidiera hacer lo que su hermano le dijo, no sentía que podía quedarse en ese lugar sintiendo como si Woo Sik quisiera saltar sobre él y golpearlo una vez más, quizás después de que Do Soo se fuera de la casa su enojo pudo haber pasado lo suficiente para que lo ignorara en lugar de que lo golpeara. Cuando Han Do entró en la casa, la mirada molesta de Do Soo pasó de Woo Sik a Sang Bae, quien estaba callado y casi escondido detrás del alfa, mirando la puerta por la que el otro omega se fue como un lugar de salvación, porque sabía que el hermano de este frente a él era tan suave que parecía casi inofensivo, pero si no era así, podía ser aterrador. —Acompañaré a Han Do. Sang Bae no esperó la aprobación de ninguno de los dos alfas antes de casi correr fuera del jardín, siguiendo a Han Do que en ese momento estaba hablando con el ama de llaves para pedirle que preparara la habitación de huéspedes para Do Soo, y tal vez lo más sensato era regresar a su casa, pero al mismo tiempo sentía que debía de quedarse para saber cómo había terminado la situación entre los dos alfas, y así deducir cómo estaría su seguridad y la de su familia. Después de que dio las indicaciones al ama de llaves, Han Do se giró, suspirando al ver a Sang Bae a pocos pasos de él. —¿Qué haces aquí? —inquirió Han Do. —Woo Sik me invitó. Han Do no pudo evitar bufar, la presencia de Sang Bae le hacía sentir irritado, porque le recordaba que Woo Sik no lo amaba a él, sino a ese omega rubio, y que no importaba si desapareció por años, sus sentimientos hacia él nunca parecieron cambiar. —Woo Sik es mi esposo, ¿lo sabes? —Lo sé, pero… —¿Por qué no te quedaste en donde sea que estuviste todos estos años? ¿Por qué tienes que venir e interferir en mi matrimonio? —¿Por qué tengo que ser yo quien tiene que vivir lejos porque tú nunca pudiste ganarte el amor de Woo Sik? —respondió enojado Sang Bae, con sus dientes apretados —¿No fuiste tú el primero en interferir en mi relación con Woo Sik y luego me obligaste a irme del país? —Yo no hice eso, yo no te obligué… Sang Bae bufó al escucharlo. —Oh, cierto, no lo hiciste tú, sólo tuviste que ir llorando a tus hermanos para que ellos me hicieran desaparecer. —Yo no hice es… —Woo Sik acababa de pedirme matrimonio cuando el suyo se anunció, ¿no te parece que el que interfirió en nuestra relación fuiste tú? —A mí me gustó primero. —¿Y eso qué? Woo Sik no es un objeto que compras en una tienda cuando te gusta, él me eligió a mí y sigue haciéndolo. Los puños de Han Do estaban apretados a los costados de su cuerpo, las uñas clavándose en su palma con fuerza, intentando controlar sus emociones, porque le costaba admitir que Sang Bae tenía razón, que Woo Sik no era un objeto que podía decir que le gustaba y obtenerlo, ni hacer cambiar sus sentimientos así de fácil, pero ahora era su esposo, no podía solo aparecer y arruinarlo todo. —Eres patético, Han Do, ¿por qué te aferras a alguien que no te quiere? Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa cuando vio la furia contenida en el otro omega, porque a diferencia del pasado, Sang Bae no estaba intentando cuidar sus palabras, no cuando estaba demasiado enojado con Han Do porque por su culpa fue obligado a dejar el país, por aquel matrimonio sin amor al que se había aferrado, y si bien, su vida no fue mala, tampoco podía decir que fue feliz, esperando el momento en que pudiera regresar y vivir junto a su familia. Muchas veces Sang Bae se había preguntado sobre lo que hubiera pasado con él si luego de que el anuncio del matrimonio entre Han Do y Woo Sik fuera dado, él no hubiera ido a la casa de los Seo, quizás nunca hubiese tenido que salir del país para no estar en su camino, o ahora podía no estar con vida. Sang Bae no pudo sumergirse en el pasado, no cuando su mejilla ardió por la bofetada que había recibido de Han Do.
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