Capítulo 1

2781 Palabras
Se comenta, que el amor es el efecto más puro y genuino de la existencia. No creía del todo aquello; ¿por qué? Claramente, nunca me había enamorado. Perpetuamente hubo utopías, y nada más que ello. Por lo que únicamente, alcanzo a expresar que toda mi vida ha sido “normal”. ¿Pero efectivamente existe la normalidad? Creo que no. Desde luego… mi vida ha sido tachada por ‘muchas etiquetas’ que la misma sociedad se encargó de enmarcarme. Pero, siempre han tenido temor de decírmelas de frente por muchas razones, que ellos conocen y yo casi desconozco. Casi, porque lo descubrí con mis propios ojos.   ~***~ Aquella noche veinticinco de marzo. Mi padre le apuntaba a la cabeza a un hombre que pedía piedad por su vida. Yo debía tener unos diez años de edad en ese entonces y no lograba entender casi nada, pero tampoco era idiota como para no darme cuenta de que aquel sujeto iba a morir. Entonces, preferí esconderme detrás de la sólida y fría pared de concreto, en completo silencio para poder escuchar y para no ser descubierto.             Mi papá nunca me ha intimidado, pero verle de esa manera, con aquella mirada me había causado un rotundo miedo. El hombre que tenia de cuclillas sobre el suelo, llorando pidiendo clemencia, hacía que mi corazón se acelerara. —¿Por qué lo hacías? —La voz de mi padre sonaba totalmente diferente, me puso los escasos vellos de punta—. ¡Dime! El pobre hombre temblaba demasiado. ¿Qué sucede? —Mis hijo-os pasan hambre y no tengo un trabajo para poder darles de comer… —titubeaba suavemente, noto por la poca iluminación del patio de mi casa, que el hombre tiene muchos moretones en las partes visibles de su cuerpo. —¿Y robar a diez personas es la solución? —masculla mi padre despectivamente. —¡No solo soy yo, lo juro! —chilla atemorizado cuando mi padre también se coloca de cuclillas frente a él y sonríe. Pero esa no es la sonrisa de papi… es diferente… es malvada. —No es necesario que jures, no a mí. Luego se escucha un fuerte ruido, que me hace caer al suelo. Veo en cámara lenta como el hombre que estaba de cuclillas cae desplomado al suelo, inerte. Como un juguete al suelo. De ahí entendí muchas cosas. No me pareció horripilante del todo. Puesto que había entendido, que el hombre estaba robando y nadie le gusta que le roben. Pero me sentía un poco tímido de que haya muerto de aquella manera. ¡Mi papá no es Dios para decidir quien vive y quien muere! Pero, los policías no hacían nada para impedir los robos que se estaba desatando en el poblado.  ¡Mi papá es un héroe! ¡La gente lo amara!   ~***~   —¡Nahil! —El estridente alarido que desciende de mi progenitor me hace encrespar en mi cama. —¡Mi papá! —Le chillo al hombre que permanece desnudo a mi lado. El hombre afro, se levanta de un brinco de mi cama. Me muerdo los labios observando su perfecta anatomía. Su perfecto abdomen, sus musculosos brazos tatuados, con su cabello revuelto por la asombrosa acción que tuvimos en esta cama, que fue testigo de nuestro pequeño ‘encuentro’. El hombre afro, se termina de vestir, intentando terminar de abrocharse la camisa verde, que lo identifica como uno de los peones que le trabajan a mi papá. —¡Muévete! ¡Te van a encontrar! —Le gruño—, la última vez casi nos cachan… El hombre me mira haciendo un puchero. —Dame, al menos un beso —demanda roncamente. Levanto una ceja observándolo fijamente— ¿por favor?... —Ni mierda, te doy. Por hoy. Pienso. Dos toques certeros en la puerta de mi habitación, lo hace sudar nervioso. ¿Quién no le temería a mi padre? Mi padre es un hombre: 1° Alto. 2° Musculoso. 3° Intimidante. 4° Agresivo.   Todo un Terminator. Pero a mi padre, se le caracteriza por ser inteligente en sus movimientos, en sus jugadas para cazar a sus presas. Le gusta ser justo, con todos, hasta conmigo se pone mandón pero fácilmente lo se domar. Creo que eso, lo tome de mi madre, que si mal no recuerdo es una de las tantas putas que se acostaban con mi padre, por sumo interés.   Soy peor que ella. Pestañeo varias veces cuando la puerta se abre, mi padre se adentra a ella con su arma en mano apuntando. Observa el alrededor suspirando, seguro el idiota del afro salió por la ventana y sus compañeros notaran que estuvo en mi habitación. Imbécil. —¡¿Por qué no abrías la maldita puerta?! —Gruñe sentándose en uno de mis cómodos sillones. —¡A mí no me gritas! —le señalo mustio—. ¡No soy de tu maldito escuadrón s*****a! Su mirada se apacigua. —Lo siento, cariño. Pero… tu sabes que me preocupas demasiado —se levanta del sillón y me abraza fuertemente. Nota mi desnudez pero no comenta nada. Sabe muy bien que no debe hacerlo. Yo nunca le dije nada cuando lo veía teniendo sexo con las empleadas, mis compañeros y compañeras de estudio. —No deberías. Me sonríe abiertamente. —¿Quién era…? —Con su dedo señala mi desnudez—, debe ser un buen mastodonte. Porque eres muy exigente, hijo. Me rio por su estupidez, pero es verdad, soy un chico muy s****l. No escojo a cualquiera que me folle, escojo minuciosamente a la presa perfecta. —El afro… Murmuro derrotado. No me dejara en paz, si no le cuento quien estuvo minutos antes en mi cama cogiéndome. Se levanta de la cama preocupado. —¿Estas bien? —asiento. —Tu hijo es un guerrero. Ambos nos reímos. —¿Qué harás hoy? —me pregunta de espaldas tocando mis prendas de vestir en el armario. Me termino de vestir. Volteo a mirarlo dudoso de comentarle mis planes, pero renegándome internamente, acepto comentarle, porque alguno de mis guardaespaldas le dirá. —Iré al pueblo a comprarme una camisa, para el Coleo que darán. Levanta una ceja, se voltea y me mira directamente a los ojos. —Sabes que no me gusta que estés —hace un ademan con manos señalando—… en esos lugares, sabiendo que estarás rodeado de hombres ebrios. Me acerco para abrazarlo, le doy un sonoro beso en la mejilla. Coloco mi cabeza en su pecho, el degenerado es bastante alto. Lo único que pude sacar de él, fue la inteligencia y su cabello, el resto lo saque de mi mamá. Que pensando en ella, tengo que visitarla… —Estaré custodiado por tus guardaespaldas. Además, estarás ahí… tu nunca te pierdes uno, y yo menos… Asiente. Me tiende un fajo de billetes, noto que son de los nuevos 20.000bs, no le pregunto en como los consiguió antes de que saliera en circulación por el país. Los únicos que tienen esos billetes son los bancos que están en trámite de transacción con los mismos. —Gracias… te amo… —le digo alejándome. Una de las empleadas me sonríe dulcemente para entrar arreglar mi habitación. Mi padre, me sigue a mis espaldas. —Yo también, cariño. Cómprate algo bonito, que sabes bien que me gusta presumirte con los demás. En eso tiene razón, mi padre se siente orgulloso de que yo sea homosexual, y le gusta presumirlo a sus conocidos. Porque sabe bien, que cuando estoy presente, y van a cerrar algún negocio soy su haz bajo la manga. Los socios de mi padre, son hombres completamente abiertos de mente y les gusta tener relaciones sexuales con quienes les plazca, aunque conmigo no. Ninguno me llama la suficiente atención; solo, los seduzco y ya. Así funcionan las cosas. Que perra soy. —Siempre compro ropa bonita —sermoneo—. Pero esta vez comprare algo mucho mejor. —Así es. Cuando llegamos a la parte trasera de la finca sonrió notando todas las miradas puestas en mí. El afro, me mira de soslayo, y sonríe triunfador, y se por qué. Todos quieren tenerme en sus camas, pero no lo hare con todos o tal vez en algún momento. —20, 12, 55, 189 —los hombres que fueron llamados se ponen al frente, de esa manera se les llama aquí, solo a los más fieles y mejores se les dice por su apellido o por un sobrenombre que le quede—. Ustedes cuidaran de mi joya. Ya saben el protocolo. Los cuatro asienten. Lástima que el afro no le toco quedarse conmigo, me hubiese encantado. Les mando un beso a todos y me alejo para llegar a mi coche. Me monto en el asiento del piloto. Comienzo a e manejar alejándome de la finca, que no queda muy alejada del pueblo, queda a unos 10 minutos en auto. El cielo está despejado, las nubes se notan esponjosas y radiantes. No enciendo el aire acondicionado, por lo que, bajo los vidrios del auto. A mi corta edad de dieciocho años, no he conseguido un hombre que de verdad, me interese en lo absoluto para ser novio. La mayoría del poblado son ‘sobras’ de los demás, y pues tampoco el que recoge las sobras. Casi llegando al poblado se aprecia el cartel que lo identifica como El Nula. El lugar, es muy caluroso, por lo que es necesario andar en bermudas, chores, o pantalones cómodos y franelas frescas. Cuando noto las tiendas del poblado, voy bajándole un poco la velocidad a mi auto. Identifico la tienda donde acostumbro a comprar mi ropa. Pero preferiblemente, prefiero ir a la ciudad e ir a Balú, una tienda donde el estilo es primordial. Estaciono en todo el frente de la tienda. La presentación de esta, son de un tendón grande con el nombre: Lousbutique; con un ventanal inmenso que me muestra la nuevas prendas que la dueña está promocionando, una tapia roble de granizo. Subo el vidrio de mi auto, tomo mis lentes oscuros colocándomelos en mi rostro. Saco mi bolsa y lo tomo con mi mano caminando a la entrada de la tienda. Con mi otra mano, sostengo las llaves del auto, presiono uno de los botones para que se bloquee. Aunque no es necesario, porque tengo la protección de los hombres de mi padre. La dueña me abre las puertas de vidrio, dándome dos calurosos besos en mis dos mejillas. —¡Marta! ¿Cómo estás? —la mujer de estatura promedio, me sonríe mostrando su dentadura. Marta tiene el cabello recogido en una perfecta coleta, su rostro es ligeramente maquillado, su vestimenta como siempre, encantándome. Una vestido floreado hasta las rodillas y unos zapatos de tacón bajo. Lleva también un hermoso collar de perlas que estas mismas lleva como aretes en sus orejas. —¡Nahil! Bien… ¡te habías tardado en venir, jovencito! —me reprende con una sonrisa. —Mi padre, cada vez más paranoico… —le comento dejando mi bolsa en uno de los sillones de cuero blanco— ¿Qué hay nuevo? —Le pregunto dudoso. Primero muerto que sencillo. —¡Hace una semana me llego mercancía de Colombia! ¡Ven, ven! ¡Tienes que verlas todas y probártelas! —Me empuja amistosamente hasta uno de los armarios que están repletos de mucha ropa con una bolsa tapándolos de que no se llenen de polvo o algo por el estilo—. ¡Mira esta! Me entrega variedad de camisas y franelas de estampados diferentes, cuando las miro quedo totalmente enamorado. —¡Me encantan! —chillo gustoso. Saco una de las camisas de la bolsa, miro la talla y noto que es de la mía. Perfecto. Es una camisa negra con algunas rosas estampadas—, ella y yo hicimos conexión al instante —le digo a Marta que sonríe afirmativa. —¡Y eso que no has visto las demás! Luego de haberme probado una variedad de camisas, franelas, pantalones, bermudas, decido por llevar tres camisas incluyendo con la que hice conexión, dos franelas unicolores, y tres pantalones. Saco de mi bolsa algunos billetes del fajo que me dio mi padre, le extiendo el dinero a Marta que lo mira expectante. Sabe quién es mi padre, por lo que no comenta nada fuera de lugar, acepta el dinero con un poco de efecto. Y lo entiendo perfectamente, la situación económica del país es tan crítica que el presidente había proclamado sacar nuevos billetes haciendo notar que la inflación iba subiendo más del 1000%. —¡Espero vuelvas pronto! —en la salida ella me abraza. —De eso no tengas duda. Salgo de la tienda. Noto de lejos a los hombres de mi papá, que me observan en una distancia prudente. Asiento, haciéndoles entender que todo está bien. Termino de llegar a mi auto para dejar las cosas que compre en el asiento trasero. Siento una presencia a mis espaldas, intento darme vuelta rápidamente; sin embargo unas ásperas manos se posicionan en mis ojos tapándomelos. Por el fuerte olor de la fragancia cara, sé que es mi amigo, Humbert. —Humbert, has hecho esto tantas veces que me ‘imposible’ darme cuenta que eres tú. Tu colonia te delata a miles de kilómetros —su patosa risa, me hace suspirar. Me destapa los ojos. —Quería sorprenderte —hace un puchero en sus tiernos labios—, pero me es imposible. Sonrió de lado, observando sus ojos negros. Humbert, es un chico de mi misma estatura, pero tiene un cuerpo casi marcado por comienzos de ir al gimnasio en un mes. Es un amigo de la secundaria. Por lo que puedo decir que es el único que me ha sido fiel, y no está conmigo por protección. Sino, que está conmigo porque me comprende, su padre es el gobernador de nuestro estado, por lo que me entiende en lo que es seguridad, puesto que su padre no es muy querido que digamos. Valentine (su padre), es el hombre más corrupto que pude conocer. Es un hombre muy perspicaz, siempre ha manejado los negocios negros. Y mi padre, es uno de sus socios, por lo que pueden dedicar que también es uno de los hombres que buscan un acostón conmigo. —Cómprame un Roléx y así me sorprenderás… —pienso un momento y continuo—… ¡Me haría el sorprendido! ¡Sería perfecto! —Alza una ceja, cruza sus brazos mostrándome, sus abultados brazos—. Estas engordando… así, no conseguirás novia ni novio… Le saco la lengua, que de inmediato suelta una risa. Me toma de la nuca y me deja un poco más debajo de su pecho, entiendo sus intenciones. Con su puño cerrado, restriega varias veces en mi cabeza. ¡Maldito! —Así aprenderás a no ser tan caprichoso.             Le miro furioso, sabe perfectamente que odio que me hagan eso, y parece disfrutarlo perfectamente.             —¡Quien lo dice! —Exclamo sarcástico—, el «chico», que tiene que tener todo a sus pies —señalo con mi dedo índice.             —No todo… —murmura para sí mismo.             —Cambiando de tema, ¿qué haces aquí? —Cuestiono recargándome en mi auto, a su lado— ¿No deberías estar en España con tu madre? —le vuelvo a cuestionar, pero esta vez curioso.             —Tú lo has dicho, debería. Pero no.             —¿Por qué? —Que miserable lengua tengo.             —Porque mi papá, nos pidió quedarnos para el Coleo de esta noche. Rumoran, no sé, si es cierto… que vienen jinetes de todo el país. Los mejores, y tú sabes como es mi papá de competitivo con ese ‘deporte’ por lo que quiere restregarles en la cara que su equipo es el mejor de país.             Enarco una ceja entendiendo el dilema. Sin duda alguna, es señor Mora es un hombre bien estúpido, gracias a Dios mi amigo no es así, porque si no… ni siquiera quiero imaginarlo, me da dolor de cabeza.             —¿Por eso es que todos hablan del Coleo? Ya se me hacía extraño.             —Sí, pero no quiero ir, tú sabes que no me gusta mucho estar rodeado de toda esa gente…             Entre cierro mis ojos, haciéndolo callar, lo que más odio de él, es la poca humildad que porta. Salió igual que su padre.             De tal palo a tal astilla.             —Te ves más lindo así, calladito —miro el reloj que reside en mi muñeca izquierda. Abro mis ojos sorprendido de ver la hora que es ¡tardísimo!—. Me tengo que ir, honey. Tengo que prepararme par al noche de hoy, mi padre anda muy agitado, y no quiero llegar tarde, odio llegar tarde… bye, bye.             Le doy un beso en la mejilla y me subo a mi automóvil.             Antes de arrancar el coche, noto a varias camionetas todo terreno, llegando a la entrada del hotel. Miro inquisitivamente como algunos hombres, realmente apuestos están descendiendo de las camionetas, muchos de ellos son musculosos y otros de contexturas gruesa pero no obesa, sino fuerte. Pero particularmente me llama la atención un hombre de cabello castaño, que porta un pantalón jean sujetado con una correa de cuero marrón, una camisa blanca arremangada a los antebrazos dejando unos tatuajes a la simple vista; y un sombrero llanero blanco con la fraga negra. Mis mejillas enrojeces al ver como este a pocos metros mira hacia mi dirección. Sus lentes oscuros se los quita, dejándome apreciar sus ojos negros. Muerdo mi labio un poco nervioso. Arranco el coche, suavemente. El hombre que estuve mirando me hace una seña con su mano. Mis nervios se disparan, sin saber qué hacer. Si detenerme o seguir el camino.   
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR