Capitulo 6

4158 Palabras
Unos ojos rojos me observan desde arriba. Mi cuerpo está en mi cama, veo como poco a poco un rostro perfilado toma forma, pero aun no identifico quien es. Algo dentro de mí lo reconoce, pero por alguna razón no puedo pronunciar su nombre y mucho menos moverme. «Alice, eres mía». Sus huesudas manos tocan mi cuerpo mientras me seguía llamando, pero solo siento esta extraña corriente eléctrica que me paraliza mientras más me llama. –Alice–la voz de Cereza me despierta. Sus ojos parecían llorosos y su cuerpo tenía una capa de sudor que a perlaba su frente y mejillas. Por instinto toqué su frente y tenía fiebre alta, no paraba de temblar por culpa de los escalofríos y parecía que había tenido una pesadilla. – ¿Estas bien, jirafa? –su pequeño cuerpo se acostó al lado de mi cama y me abrazo con fuerza, escuché gemidos tenues y cuando trato de verla ella me lo prohibe. –No, por favor, solo no me veas así y déjame dormir. El sonido del metal cae al suelo. El viento golpeo con furia mi ventana, la noche era fría, violenta. – ¿Te encuentras bien? –pregunto sin moverme. Estaba pálida y despavorida ¿qué estaba pasando? Sentía que afuera había algo asechándonos, vigilando el momento perfecto para atacar. Intento levantarme para cerrar la ventana pero ella me detiene. –No lo hagas, por favor. Prométeme que nunca lo harás–sus manitas presionaron mi pijama con fuerza, ella balbuceaba sobre la luz y la sombra. –Ellos le temen a la oscuridad–gimoteó. –¿Quiénes? –me aventuro en preguntar. –Las sombras que gritan tu nombre. –nadie grita mi nombre–besé su cabello. De pronto empezó a balbucear, tenía miedo de que le pasara algo, trate de ir por ayuda, pero ella no quería estar sola y tampoco la dejaría, me recosté a su lado y solo esperé por un largo rato hasta que se durmiera. Mi hermana se quedó dormida en mis brazos luego de un par de minutos y poco a poco yo la segui hasta que un extraño silbido me despertó. El sonido de algo caer llama mi atención y mi gato en respuesta maúlle con ira mientras sale disparado hacia la habitación de Cereza. Mi corazón se acelera, mi instinto me invita a quedarme, pero vale más la curiosidad de saber que estaba pasando que me hace entrar. La pantalla de la computadora estaba encendida, su cama seguía desatendida. El viento golpeaba la ventana abierta y agitaba las cortinas salvajemente. El aire se siente pesado, mis vellos se erizan mientras voy a cerrar la ventana. Encendí la luz algo asustada de encontrarme con algo diferente pero solo vi los zapatos de ella en el suelo y unas gotas de sangre seca en la cama. La pantalla de la computadora me mostro un símbolo extraño, una estrella de cinco puntas encerrada en un pentagrama y con una espada enorme acompañada con un pequeño ojo abierto en el medio. «El símbolo de Miguel». Las letras blancas resaltaban en el fondo n***o con llamas y cruces, el articulo hablaba sobre la protección de este símbolo sobre los demonios y sobre todo vampiros. ¿Para que ella buscaría algo así? Cereza era casi atea, una persona que nunca creería en estas cosas, el tema de vampiros y demonios ni si quiera le interesaba, pero ahí estaba metida en algo con cosas extrañas. ---- El sábado al fin llegó y mis amigos estaban en la sala. Todos no paraban de jugarse bromas y reír en vez de estudiar cómo se había predicho, pero no importaba, en realidad me gustaba traerlos a casa y compartir con ellos. A todos le gustaba mucho mi casa, todas las piezas de cristales en el techo, los ventanales enormes que filtraban la luz del sol, les parecía magia al igual que a mí. Mis padres se habían empezado hacer un reino de cristal para nosotras para así disfrutar el espléndido jardín de afuera y las noches estrelladas. –¿Cómo sigue Cereza? –Santa pregunto desparramada en el sofá. –No muy bien, creo que empeora cada día–dejo los refrescos sobre una servilleta plástica en la mesa de vidrio–no lo sé, la siento también extraña, tiene muchas pesadillas y por todo llora en las noches–no podía evitar preocuparme de ella. Cereza estaba cambiando lentamente, a veces parecía que sufría paranoia y a pesar de que no le gustaba quedarse sola me echaba de su habitación. Desde arriba se escuchó una voz fuerte. Era la de ella. Todos volteamos hacía la escalera. No pude evitar preocuparme un poco. –Voy a ver qué pasa–me dirigí. – ¡Espera! –Ricardo me detuvo–que Jessica suba contigo, deseo ver su nuevo modelito–relamió sus labios y note que ella cargaba una minifalda muy pequeña. –muérete baboso–mi amiga lo golpeo detrás de la cabeza a la vez que Bernardo y Santa no paraban de reír. – ¡Cállate! –grito Cereza. Mi hermana camino descalza por el pasillo transparente. Parecía ida, a cada paso que daba perdía el equilibrio y no dejaba de balbucir. – ¿Estás bien? –subí dos escalones, pero no me atreví a mas apenas noté que tenía una mirada lejana. –¡Déjame en paz! ¡Cállate, basta ya! –no paro de gritar. Empezó a jalonear su cabello enloquecida. Mi garganta se secó en un instante. Corrí de prisa, pero las escaleras parecían interminables. –¡Basta! –le grito y solo me rasguña. –¡Ya! –gritaba. Un mar de lágrimas empapo su rostro. Parecía que ella luchaba contra algo, mis vellos se erizaron y sentí una extraña energía sobre ella que despacio se abalanzaba contra mí. – ¡muere! –grito y saco de su pijama un cuchillo de cocina enorme. Mis ojos se abrieron de par en par. Me acerque hacía ella, pero era imposible, temía que se lastimara, que me lastimara mientras agitaba al azar el metal filoso. –No aguanto más–la punta rasgo mi camisa y se enredó. Tome su brazo, lo apreté y algo me grito que la abrazara. La rodeé en mis brazos, pero ella seguía dando patadas. –Cereza, detente–grite llorando–por favor. Bernardo subió y le sostuvo los pies mientras esperamos que a que se haya tranquilizado. Pasaron dos minutos y mi hermana dormía con angustia. Mi corazón galopaba en el pecho inquieto. Podía sentir el dolor de ella, era como so algo la perturbara y le impedía ser racional. –Tranquila–Santa toco mi hombro. Ricardo ayudo a Bernardo, la cargaron con delicadeza y la dejaron en su cama. No podía evitar seguir llorando por ella, estaba asustada de mi propia hermana y eso era más doloroso que verla revolcarse como una poseída. –No pasa nada, Alice–Jessica dijo reconfortándome–solo estaba desvariando, eso es normal ¿o no? –le pregunto a la otra chica. –Si. Cuando la fiebre suele ser alta aparecen alucinaciones–pero eso ni siquiera se lo creía Santa. Los días seguían pasando y mi hermana cada vez empeoraba mas. Nunca les dije a mis padres sobre ese episodio. Cereza tampoco recordaba nada y yo prefería olvidarlo. Los doctores solo decían que era una anemia por culpa de su mala alimentación, su cuerpo no creaba suficientes glóbulos rojos, pero no veían la razón de que ella fuera internada y siempre regresaba a casa cada vez más pálida y deprimida, había perdido todo su brillo, siempre parecía alerta a cualquier ruido o sombra y las noches solo eran la peor parte del día para ella. De pronto mi hermana estaba cambiando a un ser que no reconocía, poco a poco hablaba sola y balbuceaba con sus manos cruzadas y fijas en el pecho como si estuviera rezando. Cereza era Atea, no creía nada más que en la ciencia, pero ahí estaba encomendándose a una imagen extraña haciéndose la cruz con su cuerpo con miedo de sufrir pesadillas. Sin pensar en otra cosa que no fuera Cereza me quede con ella haciéndole compañía, siempre trataba de irme temprano de la escuela solo para estar con ella, pero al anochecer solo me insistía en dormir sola, no quería que la trataran como una niña o enferma, aun desea conservar su dignidad entre nosotros. Todo parecía rápido, sus cambios de humor, su paranoia, su agresividad, el martes golpeo a mi madre en el brazo mientras ella la ayudaba a vestirse, el miércoles le dijo a papá que se pudriera y el viernes solo me maldijo con mucha fuerza. Ver a mi pequeña jirafa en esas condiciones solo me rompía en dos, la familia parecía caer en un abismo, todos estábamos fatalmente deprimidos por mi hermana y también teníamos esa impotencia de no saber qué hacer, si por mi fuera yo le cambiaría su dolor por mi bienestar, no entendía porque pasaba por esto, pero trataba de estar con ella y demostrarle que la amaba a pesar de sus agresiones o de que sus palabras cortantes me hirieran más que sus puños. La cena de pronto había comenzado. El pollo agridulce de la tienda y las gaseosas era parte de nuestro menú diario. Mamá no tenía mucho ánimo, los cuatros parecíamos grises y deprimidos, ya no habían chistes solo el mal humor de Cereza quien miraba lela a una dirección como si sus pensamientos se escaparan a un lugar lejano solo para dejar descansar su mente. –Hable con Olivia–dijo papá sin dejar de mirar a Cereza. Podía ver lo que le dolía que ella estuviera de esa manera como si de la noche a la mañana nos hubieran cambiado a la sarcástica y feliz niña por esta versión muerta y dócil. –ella entiende lo que pasa, pero necesita los nuevos planos, cariño. Por eso lo mejor que pude hacer es invitarla a casa con Drakon. Drakon, su nombre me causaba angustia. Cereza soltó un par de lágrimas mientras seguía callada. Su pequeño cuerpo de pronto comenzó a temblar ¿qué le estaba pasando? Tomé su mano con fuerza, me acerque abrazarla, pero el tenedor en la suya voló directamente al dorso de la mía con fuerza, la carne palpito y yo conjuré un grito mientras miraba a mi pequeña hermana enloquecida. –no, no lo traigan. No quiero a ellos en mi casa, no quiero que le hagan daño–sus manos se agitaron con desequilibrio. Los platos y su pieza de pollo cayeron al suelo, los vasos de cristales estallaron con el impacto y sus dedos se clavaron en sus mejillas en medio de un ataque neurótico. Papá se abalanzo contra ella, grito su nombre, pero no reaccionaba, cereza solo seguía gritando envuelta por la ira y la desesperación, su llanto era más como un aullido lleno de miedo que había contenido por mucho tiempo. Su cuerpo se lanzó al suelo, vi como los cristales raspaban su rostro y se incrustaban en sus brazos y oírnos mientras seguía maldiciendo a Drakon y Olivia, gritando que eran unas bestias. –¡Basta! –mamá apenas pudo decir paralizada. Sin moverse cubrió su rostro con sus manos a la vez que esperaba que todo acabara. – ¡Cereza! –papá grito su nombre y la inmovilizo con sus brazos, pero sus ojos estaban saltones y su rostro rojo por escuchar nombrar a ese tipo. Corrí hacía la mesa blanca, tome el teléfono y llamé a una ambulancia apenas vi como mi hermana se desplomaba en los brazos de mi padre, su cuerpo pequeño y débil era tan frágil que temía que se rompiera en ese instante. El sonido de la sirena me alerto, los paramédicos deprisa solo la cargaron y la llevaron a urgencias de inmediato. Mi hermana había tenido una crisis muy fuerte y su estado físico era deplorable, incluso los doctores no podían explicar cómo una niña de doce años estaba tan demacrada, con la carne pegada al hueso y sus ojos blanquecinos, como si su fuerza y brillo se hubieran esfumado. –Ella estará bien–le dije a mamá en la sala de espera –solo es algo pasajero–una crisis, esas cosas pasaban de vez en cuando. concentre mi atención en las personas que iban y venían, los doctores, las personas que lloraban, gritaban mientras esperaban impaciente a tener respuesta del diagnóstico, todos estábamos en el mismo punto, todos buscábamos esperanzas en ellos y en los entes en los que no creía Cereza. Papá abrazo a mamá y la consoló, trato de que su llanto cesara y solo se tragaba su propio dolor al mirar a su propia hija enloquecida. – ¡Por dios, cariño! –la enfermera de pequeño tamaño se acercó a mi mientras seguía en mis pensamientos –mírate, que es lo que te sucedió–señalo mi herida en la mano. El dolor volvió de nuevo a mi cuerpo, era consciente de lo que había pasado, tres agujeros y sangre seca estaba en mi mano, en mi ropa, caían por mis piernas desnudas cómo si fuera una pesadilla. Apreté mi mandíbula y deje que la curara en el cuarto frio y oscuro en dónde otros tenían cosas similares a las mías, muchos miraban mi ropa ensangrentada, yo parecía una chica salida de una película de terror solo que esta historia no tendría final y se extendería por mucho tiempo. –Alice, tu hermana quiere verte–dijo papá asomándose a ese cuarto lleno de luces y medicinas que olía por todo el hospital. – ¿Está bien? –pregunte con la voz ronca y herida, sentía un pequeño picor en mi garganta cuando articulaba una palabra pues mi saliva estaba gruesa y espesa, no quería seguir aquí, deseaba estar en casas con mi hermana y olvidar lo que había sucedido. –Sí, solo fue una crisis de nervios. Los doctores dicen que lo mejor será dejarla en revisión, pero no tienen nada claro aún. – ¡Mentiroso! –dije mientras veía como evitaba mirarme mientras me hablaba, papá jugo un momento con sus dedos nervioso por mentir, él sabía más que nada que le pasaba a mi hermana. –No soy una niña pequeña ¿sabes? –me levante de la camilla y camine hacía el pero luego de tres pasos me detuve–no tienes por qué mentirme, puedo lidiar con la verdad. –Alice, yo…–era obvio que resultaba difícil decir lo que sentía pues él era un hombre duro y fuerte y no solo un gritón que fingía ser valiente–No quiero decirle nada a tu madre, no ahora, pero Cereza no está muy bien–recostó sus manos en el marco de la puerta, dos enfermeras corrían detrás de el por otra emergencia, por alguna razón el lugar estaba lleno de personas, era una noche ajetreada, pero para el personal era un día más, algo común y corriente en su día a día. –Los doctores piensan que es una enfermedad muy rara, un extraño virus que disminuye la producción de glóbulos rojos además de consumir su sangre, nadie sabe si tiene cura y están asustados pues parece ser una especie de epidemia. – ¿Qué tipo de epidemia? –trato de verme tan tranquila como el, pero por dentro solo me sentía débil como una niña. –Ellos le dicen la “fiebre de sangre”, es algo raro que no tiene cura – ¿Has escuchado de ella? –Claro, esa enfermedad arraso con la mitad del pueblo hace muchos años, pero aun así desapareció. trate de no alarmarme, podíamos tener esperanza, podíamos salir de esta situación como las personas de antes lo había hecho. –Ella mejorara–traté de convencerme. Salí junto a él, mamá tenía a mi hermana entre sus brazos y la acurrucaba como si fuera su bebita, aquella imagen me hizo tener tantos recursos de ella cuando tomaba a mi hermana y le cantaba canciones de cuna para que pudiera dormir libre de pesadillas. –Mirian, déjalas a solas un instante–papá la tomó por el brazo con cuidado. No sé porque, pero siento un poco de tensión en él, sus hombros parecen caídos como si estuviera rindiéndose. Mamá dejó escapar un sollozo antes de irse, apretó la mano de mi hermana y con un dulce beso en su frente le dijo que volvería, pero solo era palabras vacías, solo era una mentira para hacernos sentir bien a todos. Varías agujas perforan los brazos de cereza, la sangre, el suero, su mirada perdida y aquel papel arrugado entre sus dedos de forma misteriosa solo revolvió mi estómago. Mis oídos se llenaron un poco de aire, la niña de al lado no paraba de vomitar y pronto toda la habitación olía a rancio y podrido. A pesar del ruido entre sus padres y la niña, entre Cereza y yo hubo un silencio profundo y largo. Cerré la cortina que nos separaba de nuestros vecinos ruidoso y me senté a su lado, la acomodé con cuidado y recosté su cabeza entre mi pecho sin pronunciar palabra, me aterraba escucharla, sé que ella temblaba llena de miedo. con mucho cuidado acomode su cabello hacía un lado y note dos pequeños puntos rojos cerca de su yugular que parecían algo inflamados. Lo toque y palpe la dureza, creo que ella arrugo su rostro y al final solo aparto mi mano con suavidad. – ¿Tú me quieres? –pregunto con su voz rasposa. –Eso es obvio, jirafa ¿por qué de pronto la pregunta? –no me gustaba ese tipo de preguntas y mucho menos teniendo a mi hermana en una cama débilmente y con otra niña al lado que lloraba porque seguía vomitado. –Solo quería saberlo–respondió– ¿eres buena cumpliendo promesas? Presioné mis ojos y no me atreví abrirlo, no quería llorar delante de ella ¿por qué hablaba de esa manera? –Basta, no sigas Cereza–insistí con un filo en la garganta–por favor, no hables de esa manera. –Se realista, Alice. sé que no me queda nada y prefiero esto antes de que ellos vengan por mí. – ¿Quién va a venir por ti? –Eso no importa, solo quiero que tengas esto–aliso lo mejor que pudo el papel y de nuevo ese símbolo estaba trazado con orillas distorsionada y huellas en de ella en carboncillo, tomo mi mano y lo coloco con mucha fuerza. Pensé que mi hermana estaba delirando de nuevo mientras me mostraba esa estrella y el ojo vigilante ¿que pretendía con ello? quise protestar, pero calle, no deseaba seguir peleando con mi hermana, sentí que debía escucharla y protegerla. –Esto es el símbolo de San Miguel Arcángel, el Ángel guerrero, el guardián y asesino de demonios, esto mantendrá a cualquiera que desee hacerles daños lejos. – ¿Quién querría hacernos daños? – –Muchas personas. cualquiera que vea la felicidad que tenemos, por eso te pido que no te apartes de él, quiero que les des uno a mis padres y aléjalos del castillo n***o. – ¿Del castillo n***o? ¿alguien de ahí te hizo daño? –mi mandíbula se tensiono, me levante y como pude la mire de frente. su rostro estaba empapado de lágrimas, pero su voz parecía tan calmada. De nuevo mi hermana me sorprendía y me asustaba. presiono mis manos contra mi estómago, me sentía vacía y tonta. –Alice, solo promete que te alejaras de ahí, por favor–ahora gritaba con rabia y miedo–solo no te acerques a ellos, son malos. ellos vienen por ti y no descansaran en destruirlo todo hasta que te unas a ellos. él te quiere–como pudo se levantó de la cama. las agujas se desprendieron con brusquedad de sus brazos. su cuerpo cayó al suelo, me acerque a ella, pero de nuevo estaba enloqueciendo, agitaba sus manos en el aire, muchas veces logró darme en la nariz y no paraba de gritar que me alejara del castillo n***o y de sus dueños. – ¡Drakon no es bueno! –empozo a decir su nombre poseída por la locura. – ¡Cálmate! –trate de rodearla como papá lo había hecho, pero era débil. Las enfermeras entraron junto papá. el sostuvo su brazo y la inmovilizo para que pudieran sedarla y la soltó cuando estuvo seguro de que estaba dormida. Me trague mis lágrimas y mis palabras una vez que había salido de esa habitación. cerré mis ojos y solo trate de olvidar lo que había pasado, rece para que todo fuera un sueño, eso era lo que deseaba, necesitaba evadir la realidad y regresar a los días en dónde Cereza no enloquecía y maldecía. Ver a tu dulce hermana de 12 años hablar de la muerte y retorcerse en las sabanas de tu habitación era totalmente desagradable y te partía el corazón. Muchas veces ella no podía controlar sus esfínteres y toda su humanidad parecía haberse esfumado. –No te vayas–me dijo una noche–no quiero estar sola esta vez–su voz era cansada, parecía que se había rendido y eso solo hizo sentirme impotente y mala hermana, quería ayudarla, necesitaba aliviar su dolor y lo único que podía hacer era sentarme a su lado y abrazarla, besar su frente y retirar lentamente su cabello cobrizo de su hermoso y pecoso rostro. –Nunca te dejare, Jirafa–fue mi respuesta. Apreté su mano con mucho cuidado, ella estaba tan frágil que parecía quebrarse en mis manos. Su respiración era lenta y profunda, tenía un semblante diferente esta noche y su pequeño brillo solo desvaneció. –Lo siento–dijo luego de un rato en silencio. – ¿Por qué lo sientes? No has hecho nada, tontita. –Sí, lo hice. No pude protegerte–absorbió su nariz mientras seguía hablando hipnotizada yo quería ser una buena hermana, yo quería ayudarte y alejarte ellos...–Su voz se iba en un hilo lento y misterioso. – ¿Quiénes son ellos? –Los hijos de Caín–sus pequeños dedos pegajoso se acercaron a mi frente y con cuidado dibujo una cruz imaginaría en ellos–ellos te quieren, Alice. Pero no se los permití y ahora solo me buscan para manipularte, pero solo no le hagas caso. –Su mirada estaba perdida, Cereza seguía desvariando con más frecuencia. – ¿Quiénes son los hijos de Caín? –retuve una lagrima con mi corazón hecho pedazos, como extrañaba a la chica dulce y pragmática, necesitaba a mi hermana en estos momentos. –Todos. ahora son pocos, pero pronto serán muchos, siempre tienes que tener esto contigo–su débil brazo se estiro y palpo de bajo de la almohada, saco de ella una bola de papel arrugada y algo sucia, dentro de ella, aquel símbolo de la estrella y el ojo hecho en carboncillo. – ¿Qué significa esto? –pregunte sin dejarlo venir. –Tu amuleto, sus labios delgados formaron una sonrisa frágil y triste–te mantendrá a salvo. Pero tienes que huir con mis padres. – ¿Huir de dónde? –mi corazón palpitaba intensamente de nuevo, No sabía porque, pero sin dejar que me explicara nada solo la abrace con fuerza. –¿Alice? –preguntó ella desconcertada. ¿Qué me pasaba? Yo sentía terror de que esto fuera lo último que dijera y lo deseaba así que aun con la garganta ardiéndome y los ojos esforzándose por no llorar le digo que la quiero. –Yo nunca te dejaré–fue su respuesta. Sus lágrimas se volvieron gruesas y quemaban la palidez de su piel-Tengo miedo de ellos, de el. No quiero ser como ellos. -No lo serás, todo estará bien-me aferro aquella falsa esperanza. -No lo estará. lo sabes. No quiero hacerte daño, no quiero ser una hija de Caín-aquello ultimo lo exhalo y murió. Mi mente colapso en ese instante. Limpié mis lágrimas y solo hui como una cobarde, moví mis piernas hasta poder perderme, no quería que nadie viera que estaba llorando, pero aun con esta sensación de culpa, de no poder protegerla de lo que sea que la tenía de aquella manera. Sentía que poco a poco habían matado a mi hermana. Que la arrancaban de mis brazos solo para hacerme daño. Bajé las escaleras, no recuerdo mucho el resto del camino, necesitaba gritar y vaciar todo lo que sentía, quería huir, necesitaba despertar de esta pesadilla y solo abrir mis ojos para encontrar a Cereza. Una gran luz me toma desprevenida. Escuche alguien quien me grita, la bocina no para soñar y pronto solo el reflejo me golpea y no siento nada, solo soledad….
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