Llamada dramática

2090 Palabras
Volví a casa casi a las ocho, sin dejar de pensar en las palabras que me había dicho Claire. ¡Cuánta maldad puede haber en una sola persona! No me puedo quejar, parte de la vida conlleva que se utilice toda la mierda que te cae encima para convertirla en abono y con ello que seas una persona más fuerte y valiente. Gracias a Claire trabajo un par de horas, aunque no soy millonario puedo solucionar mi subsistencia y mis necesidades diarias, pero no siempre es fácil. De hecho, al momento sigo esperando el depósito en mi cuenta bancaria, siempre debo reclamarle algo para que todo marche como se debe. «¿Por qué hay personas que les gusta ser presionadas?» En lo personal creo que hay gente que no puede vivir sin ser caóticas y con ello arrastrar a unas cuentas a su jodida miserable forma de vivir. Giré el pomo de la puerta en la entrada de la casa, para mi asombro todo estaba a oscuras. Signo evidente que Leo y Eva no estaban. Saqué mi teléfono y no tenía ninguna alerta de mensajes ni llamadas perdidas. «Algo anda mal» Le llamé un par de veces, pero no hubo respuesta. Raras veces salen de paseo sin avisarme. Me sentí en serio como la señora de la casa a quien no le dan explicaciones. Ahora entiendo porque las madres siempre viven enfadadas y de mal genio, o las esposas resentidas despiertas hasta horas de la madrugada. Me senté en el sillón sin encender las luces. Dejé el teléfono, por un lado, cerrando los ojos un momento. Una parte mía quería alocarse, ponerse en serio muy dramática; llamar a la policía, tal vez al equipo antisecuestros, a la guardia costera, y por qué no a S. W. A. T. Otra parte igual de influyente en mí me pedía calma; las peores noticias son las primeras en saberse, de ser algo realmente malo seguramente Leo me habría marcado. Escuché mi estómago rugir, sabía que más que la necesidad de comer mi estómago sufría ansiedad. Me puse de pie yendo a la nevera, mirando unas frutas y leche, nada que en verdad me pudiera satisfacer con el hambre que de pronto sentía. Recordé de golpe que tenía sentido, ya que esta semana no había hecho las compras. «Tendré que salir y no tengo ganas ya es tarde» Sin dudar subí a mi habitación para ponerme otra sudadera, además de buscar mi tarjeta para hacer las compras sin usar efectivo. Siempre soy malo calculando, o me falta o me gasto todo lo que llevo. Me quité lo camiseta y buscaba otra sudadera. De pronto sentí la ventisca fría sobre mi piel, me ericé de inmediato. Me di cuenta que la ventana estaba abierta y las cortinas se ondeaban por el viento, justo cuando estaba por cerrarla tuve una rara sensación, por simple intuición giré la cabeza a un extremo y vi a alguien en la ventana de la casa contigua usar un largavista en dirección a donde seguía parado. Casi de inmediato se movió y se escondió a toda prisa, sin embargo, alcancé a advertir su presencia. Sonreí inevitablemente y cerré la ventana. Me coloqué la sudadera. No es primera vez que eso ocurre, conozco a mi vecina y es una estudiante universitaria que en verano trabaja en la librería de la localidad, hermana mayor de tres. Vive con sus abuelos. Tomé las llaves, lo que iba a necesitar, también mi teléfono y me dirigí a la puerta. Justo cuando iba a salir, alguien abrió la puerta. —¡Loren! ¡Ya viniste! Lo siento es que Eva recibió una llamada de una compañera de clases y la invitó a comer. Pero me entretuve con la mamá y las llevamos al parque luego se nos hizo tarde, pasamos a comer algo, pero te trajimos Sushi, sabemos que te encanta. ¿No es así cariño? Eva asomó su hermosa carita tras Leo. —Sí, tío. Es que va ser el cumpleaños de ya sabes de quien. Ella quería comer conmigo, también contigo para invitarnos. Pero mi papá me acompañó porque tu estabas en el trabajo. —Ah, ya veo. —Pero dijo que te invitaba y que le gustaría que fuéramos todos. Sonreí inevitablemente en cuanto pasó a mis manos comida japonesa. —Oh, ¡qué tierna! ¡Gracias! Guardé las llaves en mi bolsillo y también mi teléfono. —Cariño, ve a lavarte los dientes, ponte tu pijama y en seguida subo a contarte tu historia favorita. ¿Bien? —Sí, papá. A toda marcha la vi subir las gradas en dirección a su habitación. —¿Qué tal el trabajo? Viniste temprano esta vez. ¿O tienes que volver? —Pues va de lo de siempre, Leo. No te preocupes no tengo que volver, justo iba por abarrotes al supermercado. Iba a preparar algo para cenar, así que te lo agradezco. Sonrió ampliamente, siguiéndome a la cocina. —Come, te haré compañía. Tomé dos platos, me serví un poco y también a él. —Loren, no tenías por qué… —Sé que te gusta. Acompáñame. Tomamos asiento en la mesa, él sirvió algo de jugo en dos vasos y me pasó uno. —Entonces nos invitaron a una fiesta de cumpleaños… —Sí, es la amiga de Eva. Su madre fue muy gentil, ¿sabías que es madre soltera? Lo negué con la cabeza probando el arroz. —No lo parece, la he visto un par de veces cuando voy por Eva a la escuela. —Sí se separó de su esposo hace unos meses. ¡Vaya cosa no crees! —Es lamentable, pero a veces la convivencia con otro con el que no te entiendes podía ser un infierno sin necesidad de morirte. Así que, si ella está bien y también su hija, no hay problema. —Sí justo eso le dije. Oye Loren, para no haber tenido una esposa a veces más pareces tú el divorciado que yo. Reí. —No es necesario casarte para descubrir a alguien que tenga el talento de decepcionarte hasta conseguir deprimirte. Sonrió. —Tienes razón. No recuerdo haberte visto con alguien tan formalmente. —Cierto. Pero he salido un par de veces con alguien. Nada ha funcionado, entonces no hubo necesidad de involucrar a mi familia. Se mostró sorprendido, pero siguió comiendo. —En verdad lo siento, no pensé que hubieras pasado por algo así. —Casi siempre las cosas privadas más retorcidas las guardamos para nosotros mismos. Es que luego es difícil torturarte o deprimirte si lo olvidas. Bebía del jugo, no pudo seguir al reír. —No me alegra tu situación, pero creo que sin tu saberlo ni yo imaginarlo, algo bueno ocurrió entre todo eso. Nos convertimos en cierta manera en una pareja… Me eché a reír, encogiéndome de hombros. —No está mal. Creo que sí y que tenemos una hija en común. ¿Cuándo me pedirás matrimonio? —Ja, ja, ja. Buen punto, ya veré cuando. Gracias por verlo así. Sabes, me pasa lo mismo Loren. Hay chicas lindas, pero mi ruptura con Ashley me dejó seco. No tengo ánimos para lidiar con otra mujer sin saber en qué terminará. Ya pasaron un par de años, pero no olvidó lo mal que la pasé. No quise involucrarte en esto, así que te agradezco mucho que me sigas apoyando. —No hay de qué. Eres mi hermano, creo que es otra clase de “unión” Sonrió. —Sí, sólo que no pudiste elegir. —Me gusta, no eres tan malo. —Admití. —¡Ya papá! —Avisó Eva. —Bueno, buen provecho. Estuvo bien. Te veo mañana. Te quiero. —También yo. Dulces sueños Eva. —Gracias tío. Leo sujetó la pequeña manita de Eva y ambos salieron de la cocina. Él suele comer veloz, mientras yo lo hago más lento. Así que terminé de comer. Me lavé los dientes, revisando la aplicación de pedidos. Al parecer había un par en espera, sin embargo, Leo ya había respondido. Terminé de comer, justo cuando acomodaba los platos escuché mi teléfono sonar. —¿Qué tal mi querido Agni? Escuché la voz de Claire al responder. —Bien…—Dije sin ánimo y siguiendo en lo que estaba. —Sabes que hago ahora… —No. Y ni mi importa. Escuché que reía. —Miro uno de tus videos y sabes puedo imaginar que tengo tus manos y tus dedos en… —No me interesa lo que mires y lo que hagan tus dedos. ¿Qué es lo que quieres aparte de fastidiarme la noche? —Oírte, pero en realidad confirmarte que ya está tu depósito. ¿Quieres salir a comer? Tú comes luego yo te devoro… —No, pero gracias por tu amabilidad. Por esa confirmación vale la pena contestarte una llamada. —¿Cuándo dejarás el enfado? Si pensarás de otra manera mmmm…. —Gracias te veo luego. Adiós. —¡Agni espera! —No. Ya te lo he dicho, si no te gusta como soy: ¡Despídeme!! No quise seguir hablando, respiré hondo. Leo se asomó con el teléfono en manos. Al parecer tenía una llamada en espera, sostenía el teléfono en alto cubriendo el micrófono. —¡Hey! En señas le dije: ¿qué pasa? —Es una chica dice que hoy la ayudé con un examen de idioma y pronunciación, que tuvimos una charla, pero he insistido ya un rato en que no la conozco. De casualidad, ¿no fuiste tú? —Susurró aproximándose a mí. Sonreí asintiendo. —Sí, pero no tenemos nada de qué hablar. Es menor de edad si sigo escuchándola terminaré en la cárcel. —Contesté cuchicheando. —Pues no debiste meterte con ella. Mejor díselo. —Indicó pasando el teléfono. —Yo no puedo seguir hablando, Eva me espera y luego debo salir, tengo que entregar a algunos pedidos. ¡Habla! Recibí el teléfono. —Sí, al teléfono Loren. —Hola, Loren. Hasta que me respondes. Tu voz se parece mucho a la de quien me atendió. —Sí, casi todos hablamos igual aquí. ¿En qué puedo ayudarte? —Recuerdas que aceptaste salir conmigo. Fruncí el ceño. —No, no recuerdo eso. Nómada lo siento estoy ocupado ahora. Te agradezco la llamada… —¡Pero recuerdas mi nombre! No, no me dejes hablando. Mira me gustaría que… —A mí también, pero seguramente eres menor de edad y yo… Bueno soy mayor que tú, no quiero problemas. Este número es para el trabajo. Así que fue lindo conocerte, pero debo irme. Rio divertida, escuché su risa. —No tienes que temer no quiero nada formal sólo que nos conozcamos. —¡No! Ya te dije por qué no. Es mejor así. Adiós. —Espera… Corté la comunicación. Al apartar el teléfono Leo me veía ceñudo y de brazos cruzados. —¿Qué? —Pregunté. —Loren sé que estamos grandecitos para decirnos las cosas como niños, pero no crees que sería mejor que personalmente se lo dijeras. Fuiste grosero, qué tal si luego emite quejas contra ti al tratarla así, recuerda que de por medio está mi trabajo, la aplicación, mi identidad, mi… —Bien. Leo, lo siento, pero ya contesté. Hablé tal cual tú querías. —Me gustaría que la llamaras y le pidieras una disculpa. Creo que no te haría mal ir personalmente, dile de frente que no y ya está. Recuerda que tenemos una niña no me gustaría que un infeliz la tratara como tú. Hasta mañana. —Leo, espera… Me ignoró yéndose a su habitación. No estaba de acuerdo, creía todo lo contrario prefería que el infeliz fuera sincero y que no se atreviera a acercarse a ella. Pero respiré hondo, pensando muy bien antes de volverle a marcar. Ni siquiera repicó contestó de inmediato. —¿Eres tú Loren? —Sí… Nómada lo siento mucho no quise ser… —No importa, sólo quiero saber si podré verte. —Justamente por eso te devolví la llamada. Nómada soy mucho mayor que tú, y me metería en problemas si te busco y nos vemos. No quiero que algo se complique, recuerda que te conocí trabajando, tendré más líos si seguimos hablando. —Di que lamentas mi puntuación de ocho y no volveré a llamarte. Tragué una bocanada de aire. —No, no lo lamento. —Entonces seguiré llamándote hasta que podamos vernos. —Espera… Fue ahora ella quien cortó la llamada. Me quedé con las palabras en la boca. ¿Por qué le hice caso a Leo?
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