―¿Cómo te sientes? ―abro los ojos cuando escucho la pregunta profunda de Daniela.
Estaba recostado en el suelo de la casa de Renata, suelto tres suspiros seguidos. El primero porque por fin llegue intacto a nivel emocional, segundo porque esta vez conseguimos mucho más avance ante el proyecto del servicio comunitario y el tercero porque realmente llego la oportunidad de salir a despejarnos de todas las responsabilidades. Daniela había comentado el miércoles que había una fiesta de promo por parte de una universidad, así mismo, Renata lo remarco donde había dicho que deberíamos asistir. Estaba un poco exhausto ante el servicio comunitario. Los niños realmente absorben la energía de los más grandes. Son bastantes revoltosos. Están gritando, dibujando, chillando, jugando y escribiendo.
―Un poco cansado ―comento de vuelta―. Aunque con ganas de salir a divertirnos.
―Bueno, debemos tomarnos un Break de la universidad, del trabajo y las costumbres ―celebro moviendo los brazos de un lado a otro. La rubia ríe negando con la cabeza totalmente divertida ante mi infantil manera de celebrar―. ¡Madura, Home! ―me burlo de su manera de advertirme sobre mi baile―. Además, pensando un poco todo esto. Siento que cuando llegue el momento de graduarnos todo será tan distinto.
Asiento a todo. Uno de los grandes miedos es que cuando finalice nuestro ámbito universitario, me pueda alejar de ellos. Daniela se ha convertido en mi pilar, desde hace tres años es la chica con la que cuento en todas las maneras. Es esa persona que estaba buscando desde hace mucho tiempo. Es esa amistad que necesitaba desde mi adolescencia es esa mitad sublime que no dudo en que puedo dar mi vida por salvar la de ella. Es ese riñón que mi cuerpo necesita y así es ella.
―Imagínate el último día de la universidad. La ultima clase, el último relajo con todos, las ultimas risas juntos, las ultimas burlas entre todos ―limpio con el dorso de la mano mi mejilla empaña de lágrimas, no me había fijado que realmente estoy llorando―. Imagina verlos a todos y decir «carajo, enserio los extrañare» ―me mira y sonreímos―, imagina todos los momentos juntos, imagina la última joda con el profesor favorito, ya no nos veremos como aquellos días… ya no abra un hasta mañana…
―Siempre estará mi compañía ―completa observándome con los ojos brillantes.
―Te amo, estúpida ―le exclamo riéndome bajo la lluvia de mis ojos.
―Yo más, idiota ―se levanta y me abraza con fuerza.
Ambos nos refugiamos en ese caluroso, vivo y fuerte abrazo. Uno que trasmite tantas cosas. Les juro que esta enana es muy importante en mi vida. Y odio cuando hay diferencias entre nosotros. Daniela siempre está ahí recordándome sobre las actividades, sobre que debo estudiar, sobre que debo cuidarme, sobre que debo estar pendiente con quien salgo. Todo en ella me trasmite paz.
―¿Y a ustedes que mierda les pico? ―ambos giramos la cabeza a la par cuando escuchamos la burlona voz de Renata―. ¡Párense y arréglense para ir a rumbear! ―chillamos emocionados―. Y no quiero nada de mierdas melancólicas, los quiero empoderados y embellecidos ¡porque la noche es nuestra!
Me levanto del suelo y le brindo mi mano a Daniela para que se levante. Caminamos a la cocina donde estaban asándose unas arepas que trasmitían un aroma delicioso.
―¡Coño amiga! ―exclama Daniela observando hacia el sartén donde estaban cocinándose las arepas.
―Sé que llegaron exhaustos del servicio comunitario y pensé en hacerles la cena mientras que se van a cambiar para ir a la discoteca ―abrazo por la cintura a Renata y le planto un sonoro beso en su mejilla.
―Por eso te amo ―rueda los ojos y mueve su mano tratando de alejarme de su cuerpo.
―Ya, ya. Vete a bañar que serviré pronto la cena.
Me alejo riéndome. Encuentro la toalla en las cuerdas. Me dirijo al cuarto donde dormiré. Busco dentro de mi mochila, el champo, el jabón de baño y la afeitadora (por sí acaso). Me encamino traspasando por la cocina y llego al cuarto de baño. Rápidamente siento la gélida vibración del agua cayendo en mi cuerpo. Tiemblo y maldigo por bajo. Después de doce minutos salgo del baño. Antes de salir lo seco y paso en toalla para la cocina. Donde Renata estaba sirviendo en platos las arepas.
―¡Muévete!
―¡Voy!
Desenredo la toalla de mi cintura. Con la misma comienzo a pasármela por el cuerpo y por el cabello secando los rastros de agua. Me coloco un bóxer azul rey y aplico desodorante en mis axilas. Peino un poco mi cabello para después salir a la cocina. No existe vergüenza con ellas. Muchas veces me han visto desnudo y yo las he visto desnudas. Es algo común entre nosotros.
―¿En paños menores? ―pregunta burlona Daniela. Alzo mis hombros sin darle importancia.
―Para deleitarles la vista ―cizaño.
―Ugh, eco contigo, gorda ―nos burlamos y nos disponemos a cenar.
Luego de dos horas, estábamos tratando de contactar algún taxi para poder asistir a la discoteca. Las chicas están deslumbrantes, ambas se ven completamente hermosas. Renata lleva una falda de tubo negra de látex, un blusón vinotinto fuerte sin mangas, unas deportivas negras con la suela blanca con un maquillaje fuerte resaltando sus grandes ojos. Daniela llevaba una falda jean corta, una blusa de líneas azul oscuro con blanco, cabello suelto y unas deportivas grises, con un maquillaje leve que hace que sus pómulos se pronuncien. A pesar de sus atuendos no puedo negar que con sus botas se ven geniales. En otra ocasión exclamaría que sería muy mal vistas pero no. A ellas le luce cualquier cosa. En mi caso, había comprado una franela negra con rosas moradas en terciopelo, junto a un pantalón jean ceñido a mis piernas, junto a unas deportivas negras con suela blanca. Un reloj n***o con amarillo y el cabello peinado de lado.
El team PyZ estará hoy rompiendo sus corazones. ¡BUMM!
Renata logra contactar una línea de taxis cerca de la casa, por lo cual nos emocionamos sabiendo que es la primera vez que salimos los tres juntos a rumbear. Reneta no contiene la emoción y nos hace posar para un selfie. Le pido que me la pase para también poderla subir a mis histories de w******p. Noto que la paso por nuestro grupo y carcajeó bajamente ante el arrebato del sarcasmo. La subo colocando unos corazones. Antes de que hiberne el celular, noto tres mensajes que de inmediato provienen de las histories.
«Simeón Padra:
―Coño, Xavier, presenta a esas muñecas»
«Mariangel Chacón:
―¡Esoooo! Xavi, directo a perrear»
«Aleja Cuñada:
―Hermoso, bebé como siempre *emoticón de corazones rosados*»
Rio un poco y contesto con rapidez cada mensaje. Mariangel es un amiga muy querida, ella vive casi cerca de la casa de mis padres, es una adolescente de catorce años de edad, bajita menuda de cabello lacio n***o, piel morena y muy bella. Su casa es donde asisto a robarle WiFi. Simeón, es un exalumno de un antiguo colegio privado en donde di clases de Orientación Psicológica. Un joven muy promiscuo para ser tan jovencito. Y luego tenemos a Aleja o, más bien Alejandra. La cual es la novia de mi hermano. De estatura alta, cabello lacio azabache abundante, piel blanca, de cuerpo estilizado. Simplemente es una modelo y en el sentido particional lo es... En ellos existe una historia bastante melodramática. Donde los padres de la fémina no aceptan a mi hermano como su novio. Donde a pesar de llevar casi cinco años de relación, todo eso se ha vuelto toxica y reprimida. Donde mi hermano y ella se ven a escondidas, se celan hasta con los piojos. Hasta existe una orden de alejamiento por parte de la madre de la novia hacia mi hermano. Pero ambos no les toman importancia.
Tiene más años de relación que ni yo. Apenas y duro con alguien un mes. Y ellos que son adolescente come mocos, obtienen cinco años.
¡Qué vergüenza. Nodoja!
Noto como llega el taxi y subimos al mismo saludando al desconocido chofer. Le indicamos la localización a la cual queremos llegar. Asiente y emprende camino. Voy cuchicheando con ellas por lo bajo. De un momento a otro comienzo a observar por la ventana del auto. La noche cae por los alrededores como un abrazador manto amónico. Las calles están tenuemente iluminadas por faroles extensos, pasamos una parte de Barrio Obrero para después llegar una larga cola de autos.
―¿Por qué tanto tráfico? ―cuestiono sin pensarlo.
―Es viernes por la noche, joven. Y los clubes nocturnos son abarrotados de gente. Y los autos hacen fila para poder dejar a las personas en dichos lugares o, buscando donde aparcar.
―Quien iba a creer que San Cristóbal, no dormía ―pronuncio burlón.
―No has visto nada ―tercia Daniela mirando también a través de la ventana.
Pasamos como quince minutos cuando llegamos a la dichosa «Villa Inmaculada» según los comentarios de ambas, es como una especia de mansión subdividida en cinco discotecas donde provienen distintos estilos de música y gente. Le pagamos al señor la tarifa que nos pide por traernos y agradecemos. Renata le pide el número para localizarlo cuando nos queramos ir a la casa de vuelta.
Cuando bajamos noto el gentío que reside fuera de la discoteca, un portón tipo rejas blanco es lo primero que observo. Fuera de este hay hombres de seguridad. Tres exactamente. Fornidos, altos e intimidantes. Noto un grupo de personas haciendo fila para poder pasar, y detallo sus vestimentas, todos están muy bien vestidos, a la moda. Portando celulares últimos modelos. Observo un poco mi vestimenta y siento pena de mí mismo. Daniela nota mi cambio de humor e interviene.
―Te ves hermoso. No dudes de ti mismo, Xavier. Que la noche es nuestra.
Asiento. Inhalo varias veces por lo bajo e intento tomar seguridad de mis pasos. Cuando llega nuestro turno de pasar, Renata nos pasa los brazaletes para poder colocárnoslo. El material es tan duro que no puedo rasgarlo para situarlo en mi muñeca derecha.
―Cedulas, por favor ―la gutural voz del guardia de seguridad nos despenaliza
Rápido saco mi cedula enseñándosela. La observa tres veces y asiente.
―Gracias ―mi mira raro por lo que dije.
―Permítame revisarlo ―asiento mudo de palabras.
El hombre pasa con rapidez sus manos por mi cuerpo palpando mis bolsillos y mis rodillas. Cuando no nota nada agraviante me hace pasar, deseando una buena noche. Traspaso el portón-reja. Mis oídos detectan los zumbidos de las músicas, se nota las claras luces que emanan las discotecas, observo todo el entorno con ojos acusadores. Cualquiera que posara sus ojos en mi notara un borrego perdido. Hay mucha gente dividiéndose unas van a Piratas Bar, otras a Eurobar, por partes a TW Bar, otro tanto a Solare Bar y los que poseen los brazaletes lo hacen para Cygnus Bar.
―¿Estas bien? ―pregunta Renata tratando de ponerse el brazalete, de igual forma fracasa.
―Me siento abrumado ―balbuceo sonrojado.
―Es normal. Es tu primera vez ―recita Daniela abrazándome.
―Por supuesto ―murmuro rodando los ojos―. ¿Vamos?
Tomo de la mano a Daniela y entrelazamos los dedos. Todo para mi es tan nuevo que me da repelús las sensaciones que percibe mi cuerpo. Desde los olores fuertes hasta las punzadas de la música al crear un eco estruendoso en los tímpanos. Caminamos unos pocos metros para llegar a un pasillo donde había varios hombres viéndonos fijamente. Los de seguridad de la discoteca que asistiremos esta noche, nos piden la cedula. Enarco una ceja, pero inmediatamente me explica que es el protocolo. El hombre al notar la falta del brazalete me lo exige por tanto se muestro. Lo toma para después colocármelo. Dos tres pasos alejándome, observo como las chicas imitan los mismos pasos que me hicieron realizar. Vuelvo a enlazar mi mano con la de Daniela. Caminamos por el pasillo hasta toparnos con unas escaleras de concreto. En una parte de las paredes reside un televisor pantalla plana donde fulgura el flyer de la fiesta que se está ejecutando hoy.
Subo con la ansiedad a millón. El lugar estaba casi solitario. Habían unas cuentas personas. Observo como la oscuridad del sitio me abre paso, unas escasas pero fuertes luces iluminan en destelladas ocasiones los rincones y algunos cuerpos que bailaban. El olor a nicotina se adentra a mi fosa nasal. Realizo una mueca y me dejo llevar por la música. Muevo los pies desplazándome por todo el sitio. En las paredes poco se notaba símbolos de símbolos de zodiaco. Mis curiosos ojos destellaban una irrádiale felicidad de que esta sería una gran noche. Llegamos a una parte del lugar donde hay sillones de cuero bastantes bonitos cuando estábamos a punto de sentarnos, llega un hombre alto, moreno de barba bastante poblada, portando una camisa de lino blanca arremangada hasta los codos, dejando a simple vista unos tatuajes bastante llamativos. Junto a un vaquero n***o.
―¿Son parte del comité? ―cuestiona dejando que su ronca voz nos sobresalte.
―¿Comité? ―enarco una ceja y niego―. No, pensábamos que nos podíamos sentir aquí. Lo siento…
―No hay problema.
Con las muchachas caminamos por donde habíamos desplazado. Observo una parte donde hay un Dj, unas cornetas, es un sitio más elevado, donde hay varios sillones pequeños de cuero. Llegamos a una parte donde hay una mesa alta un par de sillas de mimbre. Cuando estamos a punto de tomar asiento vuelve a llegar el mismo tipo.
―Si desean me siguen para poder llevarlos a un mejor sitio ―nos observa a los ojos y cuando se posan en los de Daniela, se queda viéndola de más de lo debido. Como ambos estábamos tomado de la mano, le aprieto un poco. Ella me observa de soslayo mostrando una diminuta sonrisa.
―Claro ―clama Renata subiendo los hombros.
Seguimos al hombre por el mismo recorrido… nos conduce a la zona donde anteriormente me había quedo observando.
Es V.I.P. j***r. Siento como mis mejillas se encienden. Estando desde este sitio podemos observar completamente todo el lugar, tenemos acceso directo a los camareros y a los DJ invitados. Es un poco inaudito.
Esta noche prometía mucho y nada. Y yo disfrutaría hasta la medula. Suelto un chillido moviendo un poco mis caderas al borde la música.