William Fui directo a casa. El frío ya no importaba; lo sentía como un murmullo lejano, ahogado por una única sensación que me latía bajo la piel: esa mezcla desconcertante de felicidad y vacío que me dejó su reacción. Mari me besó. No fue un roce dudoso ni un gesto confuso. Fue real. Profundo. Urgente. Lleno de algo que parecía corresponder a lo que yo sentía. Y, sin embargo, bastó el sonido de su teléfono para apagarlo todo. Como si el mundo se encendiera de golpe y la devolviera a una realidad en la que yo no tenía lugar. Como si lo que acababa de pasar entre nosotros hubiera sido un error. Crucé la calle sin pensar, todavía anclado a ese portal, a su rostro. Esa última mirada… no fue indiferente. ¿Culpa? ¿Como si se reprochara haber sentido algo? ¿O miedo? ¿Fue por mí? ¿La asu

