William Eran las nueve y cuarto de la mañana cuando bajé del auto. No tenía guardia ese día, pero había olvidado mi credencial en el escritorio y la necesitaría el lunes temprano. No me apetecía volver el fin de semana solo por eso, pero en el fondo era una excusa como cualquier otra para matar un rato hasta mi próxima cita con Mari. El edificio de la comisaría dormía un sábado tranquilo, sin el ajetreo constante de la semana. Lo que no era raro. Lo que sí fue raro… fue verla a ella. Parada junto a la entrada, apoyada contra la pared, vestía un abrigo largo de lana y acunaba un bebé en brazos. La primera impresión fue confusa, borrosa. Una joven madre cualquiera, esperando a alguien. Tal vez una víctima en busca de ayuda. O simplemente alguien que se había perdido. Hasta que habló.

