Capitulo 1
Capítulo 1
Punto de vista de Gabriella
¡Esto de verdad parece una broma! Mi universidad ha decidido ofrecernos unas prácticas para ayudarnos a desarrollar nuestra carrera profesional, lo cual en teoría no es una mala idea. Pero el problema es que sólo cuatro personas tendrán la oportunidad, así que todos los interesados deben pasar por una entrevista inicial. Para colmo, estas prácticas serán en mi empresa. Bueno, quizá no exactamente mía, el problema es que, aunque soy heredera de la empresa, no tengo voz ni voto en las decisiones. Mis acciones están congeladas hasta que demuestre mi capacidad para dirigir. Mientras tanto, debo completar unas prácticas en mi propia compañía, trabajando desde abajo como cualquier otro aspirante.
—¿No es genial que nos hayan conseguido prácticas en una multinacional? Imagínate lo increíble que sería si las conseguimos. —Ginevra estaba tan optimista como siempre, pero yo no compartía su entusiasmo. Sabía lo que esto implicaría: tener que trabajar con él, mi enemigo número uno y actual director general de Lombardi Enterprises. Bueno, quizá no directamente con él, porque en las prácticas seremos los más bajos en la jerarquía, pero sólo la idea de verlo o escuchar su nombre me hacía hervir la sangre.
—Sería maravilloso que juntas hiciéramos pedazos esa oficina, ya verás, ¡serán las mejores vacaciones de nuestras vidas! —agregó Livia, radiante de emoción.
¿Vacaciones? Eso será de todo, menos vacaciones.
—No quiero quitaros el entusiasmo, chicas, pero primero tenemos que pasar por la entrevista, y eso no será nada fácil. —Antonio, como siempre, nos traía de vuelta a la realidad. Tenía razón; con solo cuatro plazas disponibles y probablemente la mitad de la facultad participando, no iba a ser sencillo.
—¡Oh, vamos! Siempre nos destrozas el buen humor. ¡Relájate, señor amargado, y mira la vida con optimismo! Ya verás que conseguimos esa plaza, ¡por algo tenemos el mejor promedio de la facultad!
No podía evitar notar cómo Ginevra se metía deliberadamente en discusiones con Antonio. Estaba claro que quería llamar su atención, aunque nunca lo admitiría abiertamente.
—En este punto mereces una pequeña corrección, porque el mejor promedio soy yo. —La voz irritante de Beatriz, la mayor zorra de la universidad, interrumpió la conversación.
—Querida, eres tú quien necesita una corrección, porque que yo sepa, tienes el mismo promedio que Gabriella. ¡Así que lárgate y deja de espiar nuestras conversaciones! —Ginevra, como siempre, fue la primera en responderle con su afilada lengua.
Pero Beatriz no había terminado. En lugar de alejarse, se giró hacia mí con una sonrisa falsa.
—Oh, no te preocupes por Gabriella. Ella definitivamente conseguirá esta práctica. Después de todo, esta empresa fue fundada por su abuelo... —hizo una pausa teatral antes de lanzar su veneno—. O no, después del espectacular fracaso con las acciones de su padre, quizá les preocupe que sea tan idiota como él.
No pude soportarlo. La rabia me nubló la vista y me dispuse a darle un cambio de imagen en tonos morado y azul, pero antes de que pudiera alcanzarla, Antonio me sujetó por la cintura, evitando que hiciera algo impulsivo.
—Lárgate antes de que la suelte —dijo Antonio, con una frialdad que solo él podía manejar. Beatriz, en vez de responder, se giró con arrogancia y caminó hacia su coche.
Hubo silencio tras su partida.
—¿De qué estaba hablando? —preguntó Livia, rompiendo la tensión.
No había contado esa historia a nadie fuera de mi círculo cercano. Era difícil admitir que mi padre, por confiar demasiado en la gente equivocada, perdió todas las acciones que mi madre había heredado de mi abuelo. El padre de Adrián, amigo de mi padre, se aprovechó de la situación para engañarlo y comprar las acciones, lo que permitió que la familia Lombardi obtuviera la mayoría accionaria. Ahora ellos tomaban todas las decisiones.
No quería seguir hablando de eso, así que intenté cambiar de tema.
—Olvidémoslo. Es fin de año, ¡tenemos que celebrarlo!
Esa noche salimos a un club. Entre risas y tragos, mis amigos comenzaron a hacer planes para arruinarle la vida a Adrián y su familia. Sabía que no era tan simple, pero en el fondo, quería hacer lo mismo.
Las luces parpadeaban con intensidad, la música vibraba en el suelo y las copas se acumulaban en nuestra mesa. Ginevra y Livia reían a carcajadas, mientras Antonio nos observaba con su típica expresión de superioridad. Entre brindis y confesiones, terminé admitiendo más de lo que debería.
—No quiero solo ganar esa estúpida práctica. Quiero recuperar lo que es nuestro —dije, con la determinación ardiendo en mi pecho.
—Pues prepárate, querida, porque esto apenas empieza —susurró Ginevra con una sonrisa cómplice.
Al día siguiente, mientras me preparaba para la entrevista, Ginevra irrumpió en la habitación con su teléfono en la mano.
—¡Adrián es guapísimo! Tengo que follármelo antes de que lo destruyas mentalmente.
Livia me miró con horror.
—¡Lo estás considerando en serio, Gabriella! De verdad, estoy empezando a tenerle miedo.
Suspiré. —Haz lo que quieras, pero mejor prepárate para la entrevista.
El día de la entrevista llegó y los nervios me estaban matando. En la recepción me indicaron que fuera a la séptima planta. Subí al ascensor, pero justo antes de que se cerraran las puertas, una voz gritó que lo detuviera. Lo hice, esperando que fuera algún desconocido. Pero no. Era él.
Adrián Lombardi.
Vestía un traje impecable, su cabello oscuro estaba perfectamente peinado y su expresión era la de alguien que siempre consigue lo que quiere.
—¿Piso 8? Debes estar aquí para la entrevista de prácticas.
¡No me reconoció! Sentí una mezcla de alivio e indignación.
—Sí —murmuré, sin intención de continuar la conversación.
Cuando salí del ascensor, Livia me llamó por mi nombre. Me giré justo a tiempo para ver la expresión de Adrián al darse cuenta de quién era yo. No tuvo oportunidad de decir nada antes de que las puertas se cerraran.
Pero el destino no iba a dejarme escapar tan fácilmente.
Mi entrevista fue trasladada a la planta 18. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, allí estaba él, con una sonrisa satisfecha.
—Te invito a mi oficina para la entrevista, Gabriella. Va a ser muy divertido, ¿no crees?
¡Maldito bastardo!