CAPITULO DOS

1350 Palabras
꧁★AMELIA★꧂  Me dejé llevar, siguiendo a Claire y a las demás, hacia nuestra mesa. Todo estaba decorado con botellas de champán, cócteles coloridos y luces que brillaban como estrellas fugaces. Las risas de mis amigas llenaban el espacio, y no pude evitar sentirme afortunada de estar rodeada de ellas. La noche avanzaba rápidamente. Después de un par de canciones, Emma fue la primera en saltar a la pista de baile. Con su vestido plateado ajustado y su confianza desbordante, parecía la reina de la pista. Claire, que nunca se quedaba atrás, la siguió casi de inmediato. Me acerqué a Emma mientras bailaba y, aprovechando un momento en el que la música bajó un poco, le susurré al oído: —Te ves increíblemente sexy esta noche, ¿lo sabías? Emma se giró hacia mí, sorprendida, pero con una risa alegre. —¡Por supuesto que lo sé! Pero gracias por confirmarlo, cariño. —Y con un guiño, volvió a bailar con más intensidad, moviendo las caderas como si el mundo entero estuviera viéndola. Yo, por mi parte, me quedé cerca de la mesa, balanceándome al ritmo de la música, sin atreverme aún a lanzarme completamente a la pista. Fue entonces cuando apareció Darry. Darry era uno de los chicos de nuestro grupo, un amigo de Claire que siempre parecía estar en todos los eventos importantes. Tenía ese aire despreocupado y encantador que a veces resultaba molesto, pero también sabía cómo hacer que una noche fuera inolvidable. —¡Amelia! —dijo, acercándose con una sonrisa pícara y una copa en la mano—. Esto es para ti. Levanté una ceja, mirando la bebida. Era de un color azul brillante, con un pequeño paraguas en el borde del vaso. —¿Qué es? —Tu bebida especial —respondió, como si eso lo explicara todo. —¿Bebida especial? —Todos aquí tenemos una. Es una especie de tradición. Esta es la tuya. Lo miré, dudando. Nunca había sido una gran fanática del alcohol, y menos de aceptar bebidas de alguien sin saber exactamente qué contenían. —No lo sé, Darry… Antes de que pudiera terminar la frase, Claire apareció a mi lado, con las mejillas sonrojadas por el calor y la emoción. —¡Deja de ser mojigata, Amelia! —dijo, tomándome del brazo—. Por una vez en tu vida, puedes tomar ese maldito trago. —No soy mojigata —respondí, aunque mi tono no era muy convincente. Claire me lanzó una mirada desafiante, y entonces todas mis amigas comenzaron a corear: —¡Tómalo! ¡Tómalo! Suspiré, sintiendo cómo la presión del grupo se apoderaba de mí. Finalmente, tomé la copa de las manos de Darry y sonreí. —Está bien. Pero si esto sabe horrible, no se los voy a perdonar. Le di un pequeño sorbo, y para mi sorpresa, estaba delicioso. El sabor era dulce, con un toque cítrico y refrescante que se deslizaba suavemente por mi garganta. —Esto está… rico —admití, mirando a Darry. Él sonrió, pero antes de que pudiera decir algo, comenzó a gritar: —¡Fondo, fondo, fondo! Mis amigas se unieron al coro, golpeando la mesa como si fueran una banda improvisada. —¡FONDO! ¡FONDO! ¡FONDO! Rodé los ojos, pero me sentía contagiada por la energía de la noche. Levanté la copa y la vacié de un solo trago, sintiendo cómo el líquido helado se deslizaba rápidamente. Cuando terminé, levanté la copa vacía como si hubiera ganado un trofeo, y todos aplaudieron. —¿Ven? No soy tan aburrida como creen —dije, sonriendo ampliamente. Darry, siempre rápido para aprovechar una oportunidad, ya estaba preparando otra bebida. —Tengo más para ti, mi chela —dijo, guiñándome un ojo mientras colocaba otra copa frente a mí. Esta vez, no lo dudé. La tomé y bebí un sorbo más largo. La noche seguía desarrollándose con un ritmo imparable, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente libre. Poco después, me uní a mis amigas en la pista de baile. La música era hipnótica, y las luces giraban a nuestro alrededor como si fuéramos el centro del universo. Emma, Claire y yo bailábamos juntas, riendo y cantando a todo pulmón. —¡Amelia! —gritó Emma por encima de la música—. ¡Así me gusta! ¿Ves que no es tan difícil divertirse? —¡Solo porque ustedes no me dejaron opción! —respondí, entre risas. Darry apareció de nuevo, esta vez con una bandeja de shots. —¡Hora de la ronda! —anunció, repartiendo pequeños vasos a todos. Tomé uno, aunque ya sentía un ligero calor subiendo por mi rostro. Cuando chocamos los vasos y bebimos al unísono, me di cuenta de que la noche apenas comenzaba. La música seguía golpeando mi cuerpo como un tambor; cada latido resonaba en mi pecho con más fuerza de la que podía soportar. Al principio no le di mucha importancia al malestar: pensé que quizá había bebido demasiado rápido, que todo lo que sentía era normal. Pero mientras pasaban los minutos, algo no estaba bien. Mi corazón comenzó a latir con una fuerza desmedida, y el suelo bajo mis pies se sintió como una plataforma inestable. Mis manos temblaban ligeramente cuando me llevé los dedos a las sienes, tratando de disipar el mareo, pero la sensación solo empeoraba. La pista de baile, que antes me parecía un lugar lleno de vida, ahora se veía distorsionada, como si la luz y el movimiento estuvieran atrapados en una película vieja y borrosa. En cuanto el líquido helado se deslizó por mi garganta, una sensación extraña comenzó a invadir mi cuerpo. Al principio, pensé que era solo el efecto del alcohol, pero rápidamente me di cuenta de que algo no estaba bien. Mi corazón empezó a latir con una fuerza desmedida, como si quisiera escapar de mi pecho. Sentí un calor intenso subir por mi rostro, y mis manos comenzaron a temblar ligeramente. El suelo bajo mis pies se volvió inestable, como si estuviera caminando sobre una plataforma que se movía constantemente. Traté de mantener la compostura, pero cada vez me resultaba más difícil. La música, que antes me parecía hipnótica, ahora era ensordecedora, y las luces del club se distorsionaban, creando sombras y formas que no tenían sentido. Mis amigas seguían riendo y bailando, ajenas a mi malestar. No podía permitir que lo notaran; no quería ser el centro de atención por las razones equivocadas. Respiré hondo, tratando de calmarme, pero el mareo solo empeoraba. Sentía como si estuviera atrapada en una espiral descendente; cada segundo me alejaba más de la realidad. No iba a permitir que se dieran cuenta. Mis amigas y el resto del grupo serían implacables si decían que me había “derrotado” un par de copas. Ya podía imaginarme a Claire diciendo con esa voz burlona: “¡Eres tan aburrida, Amelia!” O a Emma soltando un “¡Sabía que no duraría!”, entre risas. El sudor se extendió por mi frente, mezclándose con lágrimas que amenazaban con desmoronarse. Sentía como si estuviera atrapada en una espiral descendente, cada segundo que pasaba me alejaba más de la realidad y me sumergía en un abismo de confusión. Traté de enfocarme en las luces del club, en el ritmo de la música, en las caras conocidas a mi alrededor, pero todo se desvanecía como una neblina. —Voy al tocador —dije lo más firme que pude, aunque mi voz sonó débil y lejana incluso para mí. Claire y las demás ni siquiera me miraron. Estaban demasiado absortas en la música y sus bailes. —¡No tardes, Amelia! —gritó Emma, agitando una mano sin apartar los ojos del chico con el que bailaba. Cada paso hacia el baño se sentía como una eternidad. Las personas a mi alrededor se movían y reían, empujándome accidentalmente, sin percatarse de mi estado. Mi visión se volvía cada vez más borrosa, y el zumbido en mis oídos era ensordecedor. Sentía mi corazón golpeando frenéticamente contra mis costillas, luchando por mantener el control.
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