APOLO MORATA
- Madre - llego a la mansión de Roma y saludo a mi madre con un beso en la frente- ¿Dónde está mi hermanito?
- Apolo, por favor, está pequeño y no sabe lo que hace - me dice mi madre tratando de que el castigo para Romano no sea tan severo.
- Tiene veinte años, no es ningún pequeño, tiene que empezar a trabajar, a hacer algo por la vida madre, no voy a volver a darle un centavo, no hasta que empiece a trabajar - le digo a mi madre y escuchamos como Romano se queja.
- No voy a trabajar, para eso estas tú, el dinero no es problema para ti, porque tengo que cuidarlo - me espeta Romano con rabia.
- El dinero no es problema, pero necesito que hagas algo por la vida, te van a matar antes que a mi Romano, estás llevando una vida de excesos. No me gusta nada y si no trabajas no vas a recibir un peso, ¿entendiste?
Salgo de la mansión, tengo demasiados asuntos que atender en la empresa, tengo bastantes en todo roma y también tengo algunos clubes que se encargan de tapar todos los trabajos ilegales que tengo por fuera del país, vendemos coca y metanfetaminas, nada más, es lo que más se mueve en este lado del país, no me gusta traficar ni mujeres ni niños, eso no está permitido en mi territorio, aunque en mis clubes haya putas es solo porque ellas quieren venderse, nadie las obliga.
Llego a la oficina y se encuentra mi secretaria esperándome para anunciarme toda la agenda que tengo esta tarde.
Las reuniones van y vienen.
Salgo de la empresa para el club, hay un cargamento que llego y tengo que marcar las rutas para que se distribuya, Marco, uno de mis hombres, se encarga de hacer todo ese trabajo, era un militar, que sé salió de esa vida y lo encontré una vez en una pelea callejera, el maldito se enfrentó a mí y me gano, desde entonces se ha convertido en mi mejor amigo, una vez creí que estaba en alguna misión cuando lo encontré haciendo una investigación, pero me dijo que estaba buscando a una chica que era como su hermana, que era el único amor que había conocido, me contó un poco de ella y por todo lo que pasaron estando juntos y le prometí que le ayudaría a encontrar, pero la chica parece que nunca existió, algunas veces llegue a pensar que Marco y que es imaginaria.
- Morata - Saluda Marco, apenas me ve entrar, lleva conmigo tres años y se ha convertido en una clave fundamental para el negocio- esta noche hay carrera en las bodegas ¿Vas a ir? - me pregunta mientras me entrega un vaso de mi whisky favorito.
- Sí, tengo que sacar un poco de adrenalina, estoy que me lleva el demonio - bebo mientras me siento.
- ¿Otra vez Romano? - se sienta frente a mí, mientras bebemos.
- El maldito está derrochando más dinero del que hacemos y no es que sea un problema, el dinero se recupera, pero no quiere hacer nada por la vida y mi madre no le pone límites - sirvo otro trago de whisky - le di una advertencia, sin dinero hasta que trabaje, me importa una mierda si a mi madre no le gusta, yo soy el que manda - tocan la puerta y Marco se levanta para abrirla.
- Señor, llegaron los Italianos - me dice uno de los guardas que trabajan para mí y asiento con mi cabeza.
- Que pasen al gran salón - le digo mientras termino mi trago, los italianos, con ellos nunca habíamos hecho un trato hasta ahora, pero va muy bien y las guerras entre nosotros se han calmado y quiero que continúe de ese modo, ellos nos respetan y nosotros a ellos, si cumplen con la parte del trato que les corresponde yo cumpliré con la mía.
Llego al gran salón con Marco, si lo tengo a él, no necesito más hombres, el maldito es una caja de sorpresas y le confiaría mi vida a ojo cerrado.
Me siento en la mesa mientras Marco se queda a mi lado. El maldito sabe intimidar muy bien, tiene un gran porte, casi mi misma estatura y la ropa que usa lo hace parecer un militar muy bien entrenado, nada lejos de la realidad. La reunión concluye y, como agradecimiento, les entregamos dos cajas del mejor vino de la bodega.
Ellos se van contentos y nosotros quedamos tranquilos, simple.
Llego a mi apartamento, tomo un baño para ir a la carrera, me visto con mi traje n***o de cuero y tomo las llaves de mi precioso auto, un McLaren Senna totalmente n***o, es la puta maravilla, sus más de 700 caballos de fuerza lo hace el mejor para correr.
Lo enciendo y su motor me ruge, sonrió, esta noche la zorra que se siente a mi lado se le van a caer las bragas, no voy a poder quitármela de encima, no cuando sepa que soy Apolo Morata.
Conduzco alrededor de una hora, ya que las carreras quedan cerca de la ciudad donde vivo. Soy el que abre las carreras, así que no pueden empezar sin mí. Algo me dice que esta noche me voy a sorprender, tengo una sensación que no tenía desde la universidad y me siento un poco ansioso.
El teléfono suena y lo conecto al auto para contestar.
- Creíste que te ibas a librar de mi maldito —sonrió.
- Sé muy bien que incrustaste un chip de rastreo en mi puto culo, porque siempre me encuentras - sigo conduciendo.
- No recuerdo haber empujado un chip con mi polla - maldito.
- ¿Sabes que soy tu puto jefe y puedo dispararte si me da la gana? - acelero el auto moviendo mi palanca de cambios.
- Quiero verte intentarlo, no podrías apuntarme. Te temblaría la mano, idiota - escucho cómo acelera su auto y me pasa. Marco es un imbécil, pero es mi amigo y siempre está preocupado por mi seguridad. Es algo que viene con él y voy a buscarme ese maldito chip, estoy seguro de que tengo uno.