Seis

1769 Palabras
Trabajar para Theory Security es una experiencia completamente diferente. El martes creí que iba a ser el típico día de inducción corporativa. Algo de conocer la empresa o cosas por ese estilo. Pero no. Desde que puse un pie en recepción fue como si se esperara que ya me supiera toda la historia de la compañía y se diera por hecho que sabía cómo funcionaba todo. Me recibió Christoper Lieno, uno de los arquitectos estratégicos del equipo, quien me acompañó las dos horas que duró el proceso de contratación, firma de contrato, explicación de cláusulas contractuales, derechos y deberes, y todas las demás cosas por el estilo; y me dio un rápido tour por el piso, presentándome a toda el área comercial y financiera, hasta llegar al núcleo central de nuestro equipo. Y después, manos a la obra. Así, sin más. Todos empezaron a hablar lanzando ideas de un lado y otro, y yo me dediqué a escuchar, apuntar y aprender. En ese orden, porque la jodida licitación que esperan... perdón, esperamos ganar, se proyecta por la módica y nada despreciable suma de uno punto seis millones de dólares trimestrales. Definitivamente, aquí se juega a lo grande. Como es lógico, me sentía en pañales escuchándolos a todos dar cifras y plantear escenarios; y ni qué decir de los arquitectos estratégicos. Esos chicos tendrían cómo darle catedra a un general del jodido ejército. Creo que ni leyendo El Arte de la Guerra podría estructurar esquemas de seguridad tan minuciosos y elaborados como los que esos chicos crean. Pero bueno, una semana de entrar a las ocho, una hora antes que el resto del equipo, y salir cuando el cuerpo ya no daba más, como todo el equipo, estamos por fin afinando los últimos detalles del proyecto. —Elena —me llaman desde la puerta de la oficina, haciendo que tanto yo como Valery, una de mis compañeras de equipo y con la que más e congeniado hasta el momento, dejemos de revisar el documento en la pantalla de su computador y levantemos la mirada. En la puerta está nada más y nada menos que la Directora Comercial, Marie O’Neale. Todos estos días laborando aquí, y no la había visto ni una sola vez. Sonrío radiantemente. Ella me trajo aquí. Puede que mis habilidades me hayan puesto en su radar, pero fue ella la que llamó inicialmente, y la que me dio la oportunidad, a pesar de que me tomó dos largos meses decidirme. —Señora O'Neale —la saludo, poniéndome de pie para acercármele—. Buenos días. —Por favor, ya eres parte del equipo —me recuerda—. Dime Marie. Hace un gesto para que salga de la oficina junto con ella. »Acompáñame un momento —me pide, encaminándose hacia su oficina. Sé que es a donde va por dos razones. La primera, todo el piso tiene el estilo de la serie La ley de los Audaces, así con paredes de vidrio, gran iluminación y las escarapelas con los nombres de los departamentos o directivos a la vista. Y la segunda, porque en la dirección que empezó a caminar lo más interesante que hay es su oficina; así que uno más uno… Cuando nos acercamos lo suficiente para poder ver dentro, dos cosas llaman mi atención. La primera, hay un hombre sentado en la silla que, de acuerdo con las leyes básicas de la vida, sería la de Marie; y la segunda, está hablando animadamente con el Director Jurídico de la empresa, Billy Brons, quien está sentado en el borde del escritorio de espaldas a la puerta. »¿Se puede saber qué hacen tan cómodamente aquí, en mí oficina? —Es lo que pregunta Marie apenas llegamos a la puerta. Su sonrisa le quita cualquier impresión de enojo o desagrado a la pregunta respecto a los dos hombres invadiendo su espacio de trabajo. Billy se voltea ligeramente, riéndose de algo que le estaba diciendo el otro hombre, supongo. Dirige sus ojos a Marie, y entonces se da cuenta de mi presencia, y el asombro en su semblante se vuelve evidente. —¿Lena? —Mi diminutivo es una pregunta confusa en su voz—. ¿Qué haces aquí? Me remuevo incomoda cuando Marie me mira levantando una ceja. —Hola, Billy —saludo sin responder a su pregunta—. Buenos días. —Dirijo mi atención e inclinación de cabeza al otro hombre. —Yo pregunté primero —interfiere Marie—. Aunque ahora quiero saber también cómo es que ustedes dos se conocen. Billy se pone de pie en toda su estatura. —Claro. —Camina hacia nosotras, sus brazos en una clara invitación para que Marie entre en ellos y lo abrace—. A tu primera pregunta, el jefe aquí presente… —Hace un gesto hacia el hombre que continúa sentado en la silla detrás del escritorio—. Me invitó a escuchar el informe sobre la licitación de mañana. Miro hacia el jefe de mi jefe. Se le ve serio, pero no antipático. Espero que por el ambiente risueño con el que nos encontramos al llegar, sea amigable. A Marie no parece afectarle en lo más mínimo que el jefe esté esperándola; en vez de eso, sigue enfocada en Billy. »Y a tu segunda pregunta… —Billy se estira hacia mí para darme un beso en la mejilla y saludarme como si fuéramos viejos amigos—. Tuve el placer de conocer a Lena hace poco, gracias a una amiga en común. Marie asiente, pasando de Billy para dirigirse hacia su ocupada silla. —¿Así que el jefe? —pregunta deteniéndose frente al hombre que la mira fijamente desde su posición en la silla. Y yo me perdí. ¿Están utilizando el término “jefe” de manera metafórica o real? —Eso dice él —murmura el hombre que ya no sé quién es—. Al parecer, ser el Vicepresidente Ejecutivo me hace ser el jefe. Billy se ríe, pero yo mantengo mi postura. Estoy decidida a no meter la pata. Bajo ninguna circunstancia. Marie asiente, y hace algo que me deja atónita y desubicada. Inclinándose, pone las manos a cada lado de la silla y besa al hombre ahí sentado. —¡Por el amor de Dios! —exclama Billy, caminando hacia el escritorio y dejándose caer en una de las sillas—. Horario laboral… Marie y el hombre, que me he de suponer es su esposo en realidad, por obvias razones, se ríen, deteniendo el beso. Ella se reincorpora, y él se pone de pie, abrazándola. —Dios, te extrañé —murmura él. Ella se deja envolver, pasando los brazos por su cuello. La armonía entre ellos es asombrosa. —Creí que llegarías a medio día —le recrimina Marie, alejándose un poco. Su sonrisa deslumbrante. El hombre… mejor empiezo a llamarlo Señor O’Neale porque ya está bueno de tanto “el hombre”, asiente, atrayéndola hacia sus brazos de nuevo. —El idiota de tu primo adelantó el viaje —le informa él. —¿No se supone que hoy cerraban el acuerdo con los japoneses? —pregunta Billy, metiéndose en la conversación. Ambos se dan vuelta para mirarlo, y Marie recuerda que me dejó de pie en la puerta, de espectadora del, supongo, reencuentro. —Oh, Elena, entra. —Sale del abrazo de su esposo, haciéndome señas para que me acerque—. Como a Billy ya lo conoces, déjame presentarte a mi esposo. Emiliano O’Neale. Vicepresidente Ejecutivo. Camino hacia el escritorio, estirando la mano para sujetar la que el Señor O’Neale estira para mí. —Un gusto, Señor O’Neale —le digo—. Elena Corelly. Arquitecta de proyectos. Él sonríe amablemente. —Bienvenida a Theory Security —me dice. —¡Espera! —exclama Billy, poniéndose de pie, o más bien, saltando sobre ellos—. ¿Trabajas aquí? Me doy vuelta para verlo frunciendo el ceño. Su tono es algo extraño. Asintiendo, respondo. —Empecé la semana pasada. Su expresión es atónita y en parte desconcertante; y cuando una sonrisa se dibuja en su boca, la incertidumbre que se crea en mí es grande. —Oh, oh —comenta encantado—. Esto va a ser grandioso. ¿Eh? Volteo a buscar ayuda en Marie o en su esposo sobre el comentario, pero ambos lo están viendo igual que yo, como si fuera de otro planeta. —¿Debemos preguntar? —indaga el señor O’Neale. Billy niega, sentándose de nuevo. —No, tranquilos. Dejemos que sea sorpresa. ¿Sorpresa? ¿Qué demonios? Lo único que me tranquiliza es que Marie se ve igual de perdida que yo, así que no me molestaré en seguir preguntando. —¿Puedo preguntar el motivo de que me trajeras aquí? —me dirijo a Marie, porque ya hemos perdido el tiempo suficiente y la propuesta final debe serle entregada a ella a las tres para su revisión. —Sí, claro —luce ligeramente apenada—. Lo siento por esto, pero es evidente que no me esperaba aún a los caballeros aquí presentes. —Ninguno de los cuales parece importarles haberla interrumpido—. Quería charlar contigo sobre tu incorporación al equipo y la licitación, pero supongo que podremos hacerlo en la tarde, ¿Está bien? Asiento en entendimiento. —Claro —confirmo—. Volveré con Valery entonces. Marie asiente. »Caballeros —me despido, con una inclinación de cabeza acompañando el apelativo—. Un placer conocerlo —me dirijo al señor O’Neale—. Un gusto volver a verte —le digo a Billy, y algo en su mirada se ilumina cuando ve más allá de mí, pero me pierdo esa pista. Doy un paso atrás para dar la vuelta y poder irme, cuando un sólido y firme cuerpo me recibe, estrellándose conmigo, o yo estrellándome con él, es un poco difícil definirlo, haciéndome perder el equilibrio. Mis pies se sienten inestables mientras dos fuertes brazos evitan que caiga y salude el piso. Dios, hacer el oso frente a tres directivos es horrible. Levanto la mirada rápidamente para agradecer y disculparme con mi salvador, o mi atacante, debemos estudiar muy bien los hechos para determinarlo, y enmudezco instantáneamente. Oscuridad y misterio. Unos ojos negros como la noche me miran fijamente. Su perpetuo ceño fruncido, como siempre. Estoy en los brazos del jodido hombre vestido de pecado más exasperante de este lado del planeta. —¿Qué demonios haces aquí?
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