capítulo 4

1556 Palabras
Cesar mira a su amigo, suspira y decide volver a hablar. — Gánate su confianza, para que te cuente sus problemas y ahí podrás entender más lo que le sucede. — — Gracias, amigo, — responde Javier, sintiendo un ligero alivio ante la preocupación de Cesar. Sin embargo, Javier sabe que las cosas no son tan simples. La relación con su prima Tamara se ha vuelto tensa, y aunque pasan más tiempo juntos, ella aún no confía del todo en él. Javier observa a Tamara, que está sentada en el sofá con libros para niños. Él no dice nada, solamente la observa. En su mente, anhela regresar en el tiempo, a esos días en que todo era más sencillo y Tamara estaba siempre a su lado. Esa noche, mientras mira por la ventana de su habitación, Tamara se siente atrapada en sus pensamientos. Mira al cielo, recordando lo bello que es ver las estrellas y cómo la luna parecía abrazarlas. Pero a pesar de la belleza del momento, sus lágrimas caen incesantes, ahogando su miedo de cerrar los ojos y volver a soñar con lo que vivió en ese infierno. Su vida no es igual; se ha transformado en un mar de olvido, y recordar su niñez en el pueblo, junto a sus tíos, primo y abuela, es lo único que la mantiene a flote. Suspira, cierra levemente los ojos y se transporta a esos años de infancia. — ¡Ja, ja! ¡No me atrapas! — ríe Tamara mientras corre ágilmente entre los árboles. — ¡Ya verás, Tamara! — grita Javier, que, aunque es un año mayor, lucha por alcanzar a su prima. — ¡Soy más rápida que tú! — responde ella, riendo con desparpajo. Los niños juegan en el bosque, inmersos en su mundo de risas y juegos, como "la escondida" y "la atrapada". En esos momentos, Tamara y Javier no son solo primos; son hermanos, inseparables, compartiendo sueños, alegrías y tristezas. Acostados en el pasto, mirando las estrellas, Javier habla con seriedad. — Tamara, te prometo que siempre te voy a cuidar, — dice Javier, firme en su declaración. — Y yo prometo curar tus heridas cuando te lastimes, — responde Tamara con una sonrisa sincera. — ¡Promesa de dedo! — exclama Javier, extendiendo su meñique. — ¡Promesa de dedo! — replica Tamara, uniendo su dedo al de él. Hacen su promesa y sellan su pacto con un gesto infantil, sin saber que esa sería la última vez que jugarían juntos, pues la vida tiene planes que alteran incluso las promesas más sinceras. La mañana siguiente, Margarita, quien cuida de Tamara, la despierta al escuchar ruidos en su habitación. Se apresura hacia allí y se encuentra con otra de las crisis de la joven, cuyos demonios son cada vez más difíciles de afrontar. Su cuerpo aún no se recupera de las sustancias que fue obligada a consumir desde muy temprana edad. Después de varias horas, desesperada y sin saber qué hacer, Margarita decide llamar a Loren, la abuela de Tamara. En cuanto Loren llega y ve el estado de su nieta, su rostro se llena de horror. Sale rápidamente de la casa, y al regresar, se encuentra con Ana, la madre de Javier. — ¡No vuelvas a ver a tu prima! — ordena Ana, con un tono que deja poco espacio para cuestionamientos. — ¿Por qué, mamá? — pregunta Javier, confundido y alarmado. — ¡Es una adicta! — responde Ana con firmeza, dejando caer la noticia como un balde de agua fría. Javier, abrumado, suspira, baja la cabeza y regresa a su habitación, donde se encierra en sus pensamientos. La traición de la vida le pesa como una losa; no sabe cómo ayudar a su prima sin traicionar los deseos de su madre. Horas más tarde, Cesar entra en la habitación de Javier, intentando crear un ambiente más ligero. — Oye, te esperé para ir a pescar juntos — comenta Cesar, intentando animarlo. — No puedo ir; mi madre no me permite ver a Tamara, — responde Javier, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. — ¿La vas a abandonar? — pregunta Cesar, mirando a su amigo con preocupación. — Yo... — empieza Javier, pero se ve interrumpido por la voz de su madre que resuena en su mente. — Entiendo todo por la beca para la universidad. Bien, nos vemos, amigo, — dice Cesar mientras se dirige hacia la puerta, lamentando la situación. — Es la mejor decisión, hijo, — asegura Ana, sin darse cuenta del impacto que sus palabras tienen en el corazón sensible de Javier. En la casa de Margarita, Loren llega con una tarta, y en un intento por suavizar el ambiente. — ¿Cómo sigue? ¿Fue a pescar con los chicos? — pregunta Loren, navegando en un mar de complicaciones. — Solo vino Cesar; su primo Javier no vino, se encerró en su habitación, — responde Margarita, con un tono de resignación que envuelve la conversación. La abuela de Tamara suspira, mirando hacia las escaleras, mientras se despide de Margarita, sin saber que los recuerdos de la infancia y las promesas de protección pueden ser los únicos salvavidas en esta tormenta de sufrimiento y decepción. A medida que se alejan, una sombra de incertidumbre se cierne sobre el futuro de Javier y Tamara. El eco de sus risas infantiles resuena en sus corazones, mientras las preguntas quedan flotando en el aire: ¿podrán alguna vez volver a ser aquellos niños que hacían promesas bajo el manto estrellado del cielo? --- Javier tiene una beca deportiva para la universidad, si Ana vio a Tamara en esas condiciones, no permitirá que Javier se acerque a ella, --- dice Loren abuela de Tamara --- Mi pobre niña, estaba llena de sueños, quería ser doctora, cuando la desgracia cayó sobre ella. No tiene la culpa de lo que sus padres le hicieron, --- dice Margarita, triste --- Margarita lo sé y me angustia saber lo que mi hijo le hizo a mi pequeña, me arrepiento cada día, a ver dejado que Tami se fuera a vivir con sus padres, --- responde Loren --- Loren la vida es muy injusta,--- dice Margarita --- hasta mañana, ya es tarde,--- dice Loren despidiéndose de Margarita El camino a su cabaña se vuelve lento su conciencia no la deja en paz, Loren se recrimina por dejar que su nieta se fuera a vivir con sus padres, debió negarse ser más firme. La noche fue dura para Tamara, como un ladrón que se cuela en su mente y la mantiene despierta, atrapada en un ciclo de recuerdos oscuros. La abstinencia la golpea con fuerza; su cuerpo, que alguna vez fue vibrante, ahora es una sombra de lo que solía ser. Delgada hasta el extremo, se siente prisionera en su propia piel, cada rasguño y marque que le recuerda lo que ha perdido. Odia verse al espejo, donde no solo ve a la mujer que se ha convertido, sino también los ecos de la niña que alguna vez soñó con un futuro lleno de posibilidades. Recuerda las noches interminables en aquel horrible lugar, donde el eco de risas burlonas y gritos aterradores se entrelazaban. Era una simple muñeca, manipulada y utilizada por hombres sin piedad, quienes se deleitaban en su sufrimiento. El sonido de los golpes resonaba en sus oídos, un recordatorio constante de que su dolor era entretenimiento para otros. En cada toque y en cada golpe, perdía algo de sí misma, despojándose de su dignidad, convirtiéndose en un objeto sin voz. Las pesadillas eran su única compañía, haciéndola revivir esas atrocidades una y otra vez. En su mente, las imágenes se entrelazan con el dolor físico; ella se aferra desesperadamente a recordar quién fue, pero el pasado se vuelve difuso, borroso, como una pintura que se desgasta con el tiempo. Cada lágrima que derrama es un testimonio de su lucha interna; su corazón se siente pesado, como si llevara consigo el peso del mundo. A menudo, en sus momentos más oscuros, ha pensado en rendirse. ¿Para qué seguir luchando? El abismo de la desesperación parece más acogedor que el frío de su realidad. Imaginar un final apacible se convierte en un refugio, una salida que se presenta como la única solución a su tormento. Pero en esos instantes de debilidad, algo dentro de ella se resiste a desaparecer. Quizás es un destello de esperanza, quizás un eco de la niña que fue, que aún sueña a escondidas con el amor y la libertad. Tamara sabe que debe encontrar una manera de salir de esta oscuridad, aunque cada día parezca más difícil que el anterior. Con cada amanecer, se enfrenta no solo a los síntomas de la abstinencia, sino a los monstruos que habitan en su mente. Su vida puede estar marcada por el sufrimiento y la injusticia, pero en su interior, hay una chispa que se niega a extinguirse, un recordatorio de que merecer algo mejor no es un lujo, sino un derecho. En sus momentos de reflexión, se promete que, si alguna vez logra liberarse de estas cadenas, buscará ayudar a otras mujeres que enfrentan destinos similares. Porque incluso en la noche más oscura, donde reinan el dolor y la desesperanza, hay espacio para la redención, y tal vez, solo tal vez, un nuevo comienzo.
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