Habían pasado varios días en los que Cata de a poco había recuperado algo de fuerzas para intentar continuar. No había vuelto a contactar a Pablo y él tampoco lo había hecho. Le había dejado un mensaje muy claro: NO PUEDO HABLAR CON VOS AHORA Y NO VOY A QUERER HACERLO POR UN TIEMPO. NO NECESITO NINGUNA EXPLICACIÓN DE LO QUE VI, AL MENOS NO POR AHORA. POR LO MENOS RESPETA MI DECISIÓN.
Teniendo en cuenta la ausencia de nuevos llamados, Cata creyó que el mensaje había sido comprendido. Su amiga había ido al departamento en un horario en que no había nadie y le había traído bastante ropa y efectos personales. Sólo el tema de la vivienda estaba resultando un problema. Ninguna inmobiliaria parecía tener algo disponible para ella.
Ese día por fin había decidido volver al laboratorio. Se vistió a desgano y casi desiste al ver sus ojeras en el espejo. Pero Luli le insistió y luego de colocar abundante maquillaje en su rostro la acompañó hasta el auto para evitar que se arrepintiera.
Llegó al laboratorio temprano, como solía hacerlo, y agradeció que nadie se encontrara allí todavía. Se concentró en su trabajo, con la vista puesta en el microscopio, limitándose a levantar la mano a modo saludo a medida que el resto de sus compañeros ingresaba. Creyó oír un murmullo que divulgaba el rumor de su lastimosa separación pero eligió ignorarlo.
Al mediodía, cuando todos salieron a almorzar, aprovechó para ponerse de pie y suspirar, estiró su cuello como solía hacer cada vez que se sentía agobiada y otro largo suspiro se escapó de sus labios.
-Por fin la encuentro doctora, es más difícil que esa fórmula que anotó en la pizarra.- le dijo una voz que le resultó algo familiar.
Matías señalaba la pizarra de pendientes con su mano, mientras una sonrisa de lado se dibujaba en sus labios.
Sin embargo, cuando Cata volteó y pudo verla, su expresión cambió de autosuficiencia a preocupación casi en un instante.
-¿Estás bien? No sabía que te había pasado. - comenzó a decir, pero Cata sacudió su mano para que no continuará y se le acercó un poco intentando cambiar un poco su facie.
-No, por favor, no necesito más compasión. ¿Cómo está tu rodilla? - le dijo mirando en dirección a la misma, evitando el resto del cuerpo que le pareció más atractivo durante el día.
Matías hizo una pausa debatiéndose entre indagar acerca de su dolencia o seguirle el hilo como si su mirada no transmitiera tristeza y optó por la segunda opción.
-Ahora mejor, pero no pude entrenar por tres días, así que diría que al menos me debe una comida y como veo que no almorzó…- le dijo acortando aún más la distancia entre ellos.
Había pensado en ella con curiosidad, encontraba sus ojos cautivantes y si bien no se parecía a las mujeres con las que solía salir había algo que despertaba su interés. Notarla tan frágil había aflorado su instinto protector, uno que llevaba tiempo sin sentir y casi sin poder controlarlo la había invitado a comer.
Al principio había ido a buscarla para reclamarle su afección, pero con el correr de los días la curiosidad comenzó a acrecentarse y ahora que la veía tan desarmada sólo quería ayudarla. Al ver que dudaba, no tuvo más remedio que acercarse y pasar su mano por su cintura.
-Vamos doctora, me lo debe.- le dijo al oído, prácticamente arrastrándola hacia la salida.
Como una autómata Cata decidió no ofrecer resistencia y lo acompañó.
Se sentaron en un pequeño local a unas cuadras del laboratorio. Ocuparon una mesa junto a la ventana por donde el sol se colaba divertido para iluminar el rostro de Cata desde uno de los laterales y delatar a su piel con las secuelas de las miles de lágrimas de las que había sido víctima los últimos días.
-Gracias.- dijo luego de un largo silencio Cata mirándolo por fin a los ojos.
Matías alzó el ceño con exageración, frunciendo sus labios y negando con su cabeza, intentando transmitirle que no sabía de qué estaba hablando, entonces Cata sonrió con espontaneidad por primera vez desde aquella fatídica noche.
-En serio, gracias por obviar la mirada de compasión que toda la gente de la empresa me arroja cuando paso y por no querer saber los detalles morbosos. - le dijo aún con los labios algo curvados hacia arriba.
-No necesitas la compasión de nadie, sos la mujer más inteligente de todo el laboratorio, tenes más reconocimientos que el propio ministro de salud. ¿Quién podría tenerte compasión? Creo que en realidad son personas algo intimidadas las que te miran. - le dijo con una seguridad que la abrumó, clavando por un instante sus hermosos ojos en ella.
-¿Intimidante yo? Bueno, tampoco es necesario que me mientas en la cara.- le respondió logrando que su charla fluyera con naturalidad. Apenas lo conocía pero ya disfrutaba de su compañía.
-Ojo, lo de los detalles morbosos logró llamar mi atención.- dijo con un gesto gracioso Matías, que volvió a sacarle una sonrisa a Cata quién decidió intentar olvidar su realidad por un rato.
Compartieron el almuerzo entre charlas amenas que no profundizaban demasiado pero lograron que el tiempo pasara demasiado rápido. Antes de que Matías pidiera la cuenta Cata se retiró al baño y antes de regresar pagó la totalidad de lo consumido.
Cuando volvió a la mesa en lugar de sentarse tomó su abrigo.
-¿Volvemos? - le dijo con falsa autosuficiencia.
-Lamento decepcionarte, pero no soy ladrón, deberíamos pagar.- le dijo Matías sin ponerse de pie.
Cata colocó su mano sobre su hombro y acercó sus labios a su oído y en un intento por ser ocurrente, sus palabras se cargaron de demasiada sensualidad.
-Yo cumplo los retos.- le dijo y cuando la distancia se volvió peligrosa se retiró al mismo tiempo que el mozo se acercaba para levantar los platos vacíos.
Matías la siguió a la salida intentando recomponerse de lo que aquella voz le había producido. No era su tipo, no le gustaba y sin embargo allí estaba, almorzando con ella, cuando odiaba socializar con mujeres de la empresa. Disfrutando de su compañía e intentando averiguar más de su vida, sin querer admitirlo y sobre todo, comenzando a sentir que podría extrañarla.
Caminaron unos metros y Cata comenzó a hablar sin mirarlo
-Me separé de mi marido después de 9 años. No pienso darte los detalles pero aparentemente encontró a alguien más y no se molestó en comunicármelo. Vivíamos en un departamento que le pertenecía y ahora estoy buscando algún lugar para rehacer mi vida, pero parece que no hay un sólo departamento ni de 2 ni de 3 ambientes en toda la capital. - al ver que Matias no le respondía continuó.
-Y lo más triste no es que lo haya descubierto o que no lo haya visto venir. Lo más triste es que mi vida casi pasaba por mi trabajo y mi matrimonio y ahora me siento como si hubiese tirado años a la basura. - Cata contuvo las lágrimas y respiró hondo.
-En fin, extraño, te resumí mi vida en 3 minutos. - entonces sí lo miró y ambos se detuvieron. Descubrió que lejos de mostrarse compasivos los ojos de Matías guardaban algo parecido a la furia, que ella había sentido cuando lo descubrió a Pablo con aquella mujer. No la abrazó, no intentó consolarla como hubiese esperado, se limitó a mirarla y luego de un rato siguió caminando.
-¿No pensaste en buscar una casa por acá? En mi barrio hay varias propiedades que podrían resultarte.- le dijo sin mencionar siquiera el hecho de que había sido engañada.
Cata alzó ambas cejas en señal de sorpresa y luego de una pausa le respondió.
-¿Una casa? ¿Para mi sola? ¿No es demasiado? - le preguntó con tono auténtico.
-Sí para vos, no lo descartes sin primero verlas, no todas son grandes casas. Hay varios barrios nuevos que construyeron casas pequeñas para alquiler, a lo mejor alguna te sirve. Si querés te averiguo.- dijo cuando casi habían llegado al edificio.
Cata se detuvo en la entrada y lo miró de nuevo.
-Gracias.- volvió a decirle con un tono que a Matías comenzaba a sonarle necesario.
-Dejá de agradecer y Cata…- agregó tomando su brazo con intensidad.
--¿Qué? - le preguntó ella clavando sus ojos en la mano que la presionaba con fuerza.
-Nada..- dijo finalmente Matías soltándola como si quemara.
Debía salir de allí, no era una mujer para él, nunca aceptaría sus gustos, era demasiado inocente, no merecía ser arrastrada a su mundo. Debía alejarse. Debía olvidarla. Debía ¿pero podría?