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707 Palabras
Luego de la noche más triste de sus treinta y dos años, Cata abrió con cuidado sus ojos aún doloridos y la claridad la encegueció. Se cubrió con el dorso de la mano y se incorporó un poco. Se había quedado dormida en el sillón del departamento de su amiga quien parecía no encontrarse allí. Se levantó despacio y una escueta sonrisa asomó a sus labios al ver la nota que Luli le había dejado sobre la mesa. AMIGA, NO TENES LA MAS MINIMA CULPA DE LO QUE PASÓ. INTENTA DESCANSAR AUNQUE SEA UN DIA, TE DEJE EL DESAYUNO EN LA COCINA Y ALGO DE ROPA EN EL BAÑO. ¡NI SE TE OCURRA ENCENDER TU TELÉFONO HASTA QUE YO VUELVA! Cata pasó su dedo índice por las últimas palabras. Su amiga la conocía, pero esta vez Pablo había cruzado un límite demasiado extremo. Su confianza se había visto vulnerada como nunca antes. Pasó del desayuno y se metió directamente en la ducha. Si hubiese existido un botón mediante el cual apagar su mente, sin dudas lo hubiese accionado, pero lamentablemente estaba ocurriendo todo lo contrario. Una sucesión de recuerdos la asaltaron sin anuncio previo. Su boda, su mudanza al departamento de Pablo, la cantidad de tests de embarazo negativos y aquella mujer en su cama, sobre su marido, sobre el hombre que amaba. ¿Se puede dejar de amar de un minuto a otro? ¿Podía ser reemplazado por dolor tan rápidamente? Se secó y se puso los anchos pantalones y la remera de Mickey que Luli le había dejado sobre la cama. Reconoció la ropa de la época que compartían en la universidad y aunque los recordaba más grandes, otra tímida mueca intentó dibujarse sin éxito en sus labios. Se sentó en la banqueta alta frente la bandeja que le había preparado su amiga y su mirada se perdió sin un foco claro. Pensó, pensó, intentó no pensar y volvió a hacerlo. El ruido de las llaves en la puerta la sobresaltaron un poco, había pasado varias horas en la misma posición sin siquiera notarlo. Luli apoyó su mochila en el suelo y se apresuró a su encuentro. Estaba tan frágil, con su rostro tan triste que parecía apunto de caer. -¿No comiste nada Cata? - le dijo cuando vio la bandeja intacta. -No tenía hambre.- logró responder en un tono monocorde. -Estaba pensando que ni siquiera puedo reclamarle el departamento. No sé donde voy a vivir. - le dijo volviendo a secar las lágrimas que ya eran ocupantes permanentes en sus mejillas. -No pienses eso ahora Cata. Aparte, ustedes están casados, estoy segura de que podes reclamarle.- le dijo guiandola nuevamente al sillón. -No te acordas que firmé el contrato ese que tanto nos hizo discutir. Es de él, tampoco creo que me corresponda, pero como pude ser tan poco previsora, no se a donde puedo ir ahora.- hablaba sin fuerzas, víctima de su propia autocompasión. -Ese contrato, si ya sabía yo que Pablo era un mal tipo. Bueno, eso ahora no importa. Vos tenes un gran empleo, sos una genia en lo que haces y estoy segura que podes costear un alquiler si te lo propones. Podes quedarte acá todo el tiempo que quieras, pero si te deja más tranquila, busquemos algunos departamentos.- le dijo tomando su computadora y colocándola entre las dos. -Gracias Lu.- le dijo al cabo de un rato envolviendo su brazo con el suyo en un gesto de cariño. -¿Gracias de que? Sos la mejor persona que conozco en la vida y como te dije en la nota, nada de esto es tu culpa. Vas a salir de ese agujero al que te empujó el idiota de Pablo y vas a estar fortalecida. Vos podes hacer lo que te propongas, date tiempo. Y ya te aviso que le escribí a tu jefe y mañana tampoco vas.- le dijo intentando transmitirle la fe que tenía en ella. Cata la volvió a abrazar y por primera vez pudo contener las lágrimas. -Tenes razón, sólo me falta una cosa.- le dijo poniendose de pie. Luli la vio tomar su teléfono y encenderlo. -Por primera vez quiero dejarle claro que esta vez se va hacer a mi modo. -
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