El lunes resultó ser un día con demasiado trabajo. A Cata le habían informado que el laboratorio participaría de un ensayo mundial para una nueva vacuna para terneros y ella estaba a cargo del proyecto. De ser aceptados, ella y su equipo deberían viajar a Suiza para completar la elaboración y las últimas fases. Era una oportunidad única con la que Cata había soñado en su juventud y como le había pasado con el resto de su vida había dejado a un costado adentrándose en su matrimonio.
Ahora que comenzaba a volver a tomar la riendas creía que el proyecto era una gran oportunidad. Reunió a su equipo y les contó los detalles. Era una excelente jefa, detallista pero humana, se sabía querida y eso la había llevado a dirigir el laboratorio más importante de la empresa.
Por la tarde regresó a su nueva casa sin haber tenido señales de aquel hombre tan indescifrable. Como era más temprano de lo habitual y el sol aún no había descendido intentó comenzar con aquella premisa de cambiar las cosas y luego de desempolvar su ropa deportiva se colocó los auriculares y comenzó a caminar por el barrio disfrutando de la naturaleza que tanto le recordaba a su pasado.
Llevaba 40 minutos caminando, la cara demasiado roja y el buzo atado a la cintura por el calor del ejercicio cuando alguien depositó una mano en su cintura y la obligó a girar.
-Veo que no estaba tan equivocado después de todo.- le dijo Matías, que llevaba varios minutos corriendo y lucía como un modelo de indumentaria deportiva.
Cata intentando recuperar el aliento antes de responderle y sospechando que su aspecto era peor de lo que imaginaba intentó cubrirse la cara con ambas manos.
-No vale, ¿como haces para no transpirar? - le dijo exagerando su indignación.
Matías emitió una elocuente carcajada y tomó sus manos con firmeza para retirarlas de su rostro.
-¿Quién te dijo que no transpiro? Es que recién comenzaba y cuando te vi no pude evitar acercarme. Hoy fue un caos en la oficina y no pude ni almorzar.- le dijo ofreciéndole algo de agua pero sin soltarla.
Cata tomó un gran sorbo de la botella con la mano que por fin tenía libre y luego volvió a mirar la que él sostenía, ofreciéndole el agua para que él también beba.
-Cómo te gusta esto de sujetarme ¿no? - le arrojó logrando que él casi se atragantara con el agua.
Cuando pudo recuperarse y por fin la liberó, comenzó a sonreír. No era la sonrisa de alguien a quien algo le causa gracia, era más bien una sonrisa algo lujuriosa, como si estuviera recordando algo prohibido. Una sonrisa oscura, que lejos de producir temor en Cata comenzó a acalorarla.
-No tenes idea.- respondió por fin él debatiéndose entre hacer lo que deseaba y lo que debía. Cata le sostuvo la mirada intentando conseguir que por una vez reaccionara.
Entonces una bocina los sacó del hechizo.
-¡Hey Mati, ¿jugás al fútbol hoy? - le preguntó un hombre más o menos de su edad desde su vehículo.
Matías se separó un poco de Cata y levantó su mano para saludar a su amigo.
-Si Pato, a las nueve estoy ahi.- le dijo con su habitual camaradería.
Cata eliminó todo el aire que tenía guardado en sus pulmones para salir de aquel momento tan intenso que habían tenido. No tenes una idea, le había dicho. ¿Qué había querido decir? ¿Por qué le costaba tanto descifrar cuál era su intención con ella? Quería dejar de imaginar cosas, pero él no colaboraba.
-Mejor voy volviendo.- le dijo sin siquiera mirarlo. Estaba cansada, había caminado demasiado. Sin embargo, estaba más cansada de las idas y vueltas de Matías. No eran niños, ya había cedido por un hombre y nada bueno había resultado. Si él quería algo sería mejor que se lo dijera, mientras tanto no iba a jugar su juego.
Escuchó que él la llamaba pero siguió caminando.
-Hasta mañana.- le gritó sin darse vuelta. Y esta vez el que quedó sorprendido fue él. No solía pasarle que lo dejaran con la palabra en la boca, pero menos aún que lo dejaran con ganas de más.
Suspiró y comenzó a correr. Cata no era para él, no le gustaba.
¿Entonces qué hacía pensando en ella?