Capítulo 1: La primera vez
Narra Céline
—Las quiero listas en la planta principal en dos horas —dice mi padre paseándose de un lado al otro—. No me hagan repetirlo.
—¡Sí, papá! —respondimos Lauren y yo al unísono.
Esta noche iremos a un evento importante, mi padre recibirá un destacado reconocimiento del alcalde de Madrid.
—Debes usar este vestido, Richard quedará loco cuando te vea.
—¿Estás segura? Creo que es más ajustado de lo normal. Mejor no, no quiero un sermón por parte de papá.
Mi padre es un hombre estricto, suele ser demasiado duro y exigente, pero es entendible; viene de una familia de militares, recibió educación militar y todo en su vida se veía como órdenes, reglas y siempre nos recalcaba el sentido del valor, la disciplina, el honor y el patriotismo. Algunas veces creo que él piensa que nuestra casa es un campo de entrenamiento, pero al final, debajo de todo ese caparazón duro, conozco hay un hombre que solo quiere protegerme.
—Estarás bien, si usas este abrigo por encima de tu vestido, no lo notará. Así, cuando veas a Richard, le muestras lo guapa que estás.
—No lo sé…
—Vamos, si sigues así lo vas a perder. Hay muchas chicas esperando a que termines con él para arrebatártelo.
Richard es mi novio, llevamos unos meses juntos, pero mi padre aún no lo sabe. Prefiero mantener las cosas así, no quiero que lo presione o inicie un interrogatorio lleno de palabras amenazantes contra él.
La cuestión, es que mi novio ya me ha insinuado aquello de dar el siguiente paso y creo que estoy lista, en realidad quiero hacerlo, pero tengo un poco de nervios. Sería mi primera vez.
—Está bien, me gusta la idea —le dije a Lauren arrebatándole el vestido de las manos.
Lauren es mi prima, pero como nos criamos juntas; nos queremos como hermanas. Ella es mi confidente, todo se lo cuento a ella, esa es la razón por la que hoy quiere ayudarme con Richard.
Terminamos de arreglarnos para el evento, las mujeres de la casa ya estábamos en la planta baja esperando por mi padre.
—Octavio siempre exige puntualidad y es el último en bajar, que estrés.
Mi tía Amalia caminaba de un lado para el otro quejándose, hice un mal gesto porque siento que a todo le pone peros.
—Mamá, aún es temprano, no empieces.
Lauren intenta controlar a su madre para que no termine haciendo unos de sus espectáculos, pero mi tía no tiene frenos. No puedo creer como ellas pueden ser tan distintas, mi tía es tan compleja y Lauren es todo lo opuesto a ella.
—Aquí estoy, espero no haber tardado.
—No, claro que no, hermanito. Lauren, ayúdale a tu tío Octavio con su corbata, está un poco torcida.
—Sí, mamá.
Mi tía Amelia y Lauren llegaron a casa a vivir con nosotros hace muchos años atrás, mi tía se separó de su esposo y al quedarse en la calle sin nada y con una niña en sus brazos, mi padre decidió ayudarla. Desde entonces, vivimos todas bajo un mismo techo; además, mi padre pensaba que necesitaba la imagen de una mujer, ya que mi madre falleció hace muchos años cuando intentaba dar a luz a mi hermano, pero ninguno de los dos sobrevivió.
—Gracias, Lauren.
Mi tía toma a mi padre del brazo y lo lleva directo al auto que nos llevará a un prestigioso salón de eventos localizado en el centro de la ciudad.
—Hermano, quería decirte que mi Lauren fue aceptada en la universidad Oxford. Esta mañana ha recibido la confirmación.
—¿¡Oh, de verdad!?
—Sí tío, así es.
—Muchas felicidades, eso me hace sentir muy orgulloso.
—No es para menos, hermano. Es lo poco que puede hacer; tener las mejores notas, ser la mejor de la clase y obviamente el orgullo de su tío que siempre la ha ayudado.
Mi padre toma la mano de mi prima y la estrecha muy feliz.
—Céline ¿a ti ya te respondieron tu solicitud?
—No tía, aún no me han respondido.
—Vaya, eso sí que es extraño. De ser así tendré que llamar a la universidad, a menos que no hayas pasado y no quieras decirle a tu padre.
Mi padre me observa y frunce su ceño.
—Aún no tengo respuestas, papá, es la verdad.
Mi padre quiere que estudie medicina, ya que no seguí sus pasos en la milicia, entonces que lo haga en la medicina.
Llegamos a su evento y ya todos lo estaban esperando, las personas se acercaban a él y le daban apretones de manos.
—Mira, Richard está por allá —dice Lauren en un susurro.
Richard es el hijo del alcalde, somos amigos desde hace muchos años porque nuestros padres son cercanos.
—Niñas, iré a saludar a unas amigas; por favor, no se alejen.
Mi tía nos quita los ojos de encima y Lauren aprovecha para arrastrarme con Richard.
—Vamos, dile que esta noche estarán juntos.
—No, no puedo hacerlo.
—Vamos, no tienes que sentir pena.
—Lauren, no soy capaz.
—Sabía, que no te atreverías. Bien, entonces yo le diré.
Mi prima suelta mi brazo y va hasta él para darle el mensaje, no logré escuchar sus palabras, pero lo prefiero de esa manera. Richard solo me ve y desde lejos me sonríe.
—Listo, esta noche; cuando estemos en casa del alcalde, él te esperará en una de las habitaciones.
—¿Qué? No puedo.
—No pasará nada, todos ellos estarán entretenidos en sus charlas aburridas y tomando vino, nadie notará que no estás; yo te cubro.
—¿De verdad?
Lauren asiente y me guiña un ojo.
Desde ese momento estuve muy ansiosa, creo que fui muy evidente.
En medio de los aplausos, mi padre sube al escenario para recibir su reconocimiento.
—Es un honor, condecorar a un hombre que ha prestado sus servicios en honor a la familia Alamar; quienes desde hace años han brindado al crecimiento, desarrollo y bienestar de muchas personas y en especial a nuestra milicia. No nos alcanzaría la noche para contarles toda la trayectoria de esta persona, pero podemos concluirlo como una persona ejemplar. Señor Octavio Alamar Manzur, respetado médico militar y director de su clínica militar central de la ciudad de Madrid…
Mientras miraba a mi padre, mis ojos se desviaban para ver a Richard, en realidad me gusta demasiado. A mis dieciocho años, es la primera vez que alguien me gusta con tanta intensidad.
Aquella ceremonia termina y las personas más allegadas al alcalde se preparan para ir a su casa, tiene un banquete privado en el que generalmente terminamos muy tarde.
—Hay más personas de las habituales, me pregunto quiénes son esas otras personas.
Mi tía es una mujer altiva, pero intento ignorarla la mayor parte del tiempo, no somos muy compatibles y no me gusta hacer corto circuito con ella.
—Mamá, iremos a la barra por una soda.
—Bien, yo iré a ver quiénes son esas personas.
Lauren va a la zona de licores y toma dos bebidas.
—¿Qué haces? Si mi padre que estamos tomando alcohol, se morirá del enojo.
—Solo una copa, mira que todos los demás lo hacen. Además, ya somos mayores de edad. Anda, será solo una copa.
Mordí mis labios y no me negué, se sentía bien hacer estas cosas a pesar de que las reglas de mi padre eran muy claras.
—Iré por Richard —dice mi prima—. Cuando sepa dónde te esperará, yo te acompañaré.
—Está bien.
Mis mejillas se sienten acaloradas, mis manos empiezan a sudar. Estoy en ese punto entre sentir arrepentimiento y a la vez querer que llegue el momento para poder pasar un rato con él. Lo he decidido, quiero que él sea el primero.
Miraba a todos lados y no veía rastros de Lauren, le daba sorbos a mi bebida y sentía que mis nervios eran evidentes.
Un rato después, escucho la voz de Lauren.
—¡Céline! ¡Céline!
Miré hacia unas escaleras y la vi haciéndome señas para que me acerque.
Dejé la bebida en la primera mesa que me crucé y fui con ella.
—Richard te espera en la última habitación de este pasillo.
Mi prima me arrastra con ella y me señala la puerta.
—Estoy nerviosa, no sé si pueda hacerlo. Mejor dile que lo dejamos para otro momento, ¿sí?
—¿Qué? Claro que no, ya estamos aquí. Ven, tómate esto, te hará sentir mejor. Lo tenía aquí para ti, esto ayudará a relajarte.
Ella toma una copa de lo que creo es vino tinto y me la extiende.
—No, no más alcohol.
—Es solo una copa, no seas tonta.
Llevé la copa a mis labios y ella levanta mi mano para que lo tome de un solo trago.
—Sin pensarlo tanto, te aseguro que no será tan malo como crees. Te dije que mi primera vez fue agradable, te gustará, y más porque será con el chico que amas.
Esas palabras me hicieron tragar todo y contener un mal gesto por el fuerte sabor.
—No ibas a ser virgen toda la vida, ¿verdad?
—No —respondí limpiando mi bozo.
—Bien, entonces, solo debes ir a esa puerta, Richard te está esperando.
Asentí y di mi primer paso, pero sentí un mareo extraño.
—Creo que estoy…
—Estás bien, ya deja de pensarlo tanto.
Ella suelta mi mano y doy varios pasos, pero en la mitad del camino debo sostenerme de la pared, me estaba sintiendo extraña.