Azucena va con el corazón en la mano, no comprende por qué este hombre no deja de robar cosas, lo ve que se ríe y su rostro esta de lo más relajado, es que no le da miedo ir a parar a la cárcel.
—¡¡Detente!! Estás loco, tienes que terminar con esta vida que llevas.
—¡Y qué vida llevo según tú!
—Eres un delincuente fino.
—Delincuente fino, hasta hoy escucho hablar de ello.
—Que solo robas a gente con dinero, entiendes ahora. Te dije que te ayudaría. —En eso mira su reloj—
—Dime chiquilla, a donde te dejo, tengo un compromiso dentro de unos minutos.
—Quieres que te diga donde vivo para que entres a robar estás loco, mi padre me mataría y no digamos mis hermanos, déjame, ya te digo, no, la verdad estoy perdida no conozco la ciudad.
—¡Diablos! Solo esto me faltaba, acaso eres un tipo de acosadora, o te hice algo en el pasado que yo no recuerde.
—Yo a ti no te conozco, pero te ayudaré porque me ayudaste y Azucena siempre paga los favores. Así que dame tu nombre y algún número al cual pueda llamarte, pronto serás un hombre nuevo.
—Jajajaja ya veo que eres muy imaginativa, pero la verdad no tengo tiempo para tus juegos.
—Eso mismo digo, dame tu información y me llevas devuelta al club tengo que encontrar a mi cuñada y regresar a casa.
—Que más da, de todos modos me van a matar, ya le quede mal a alguien, por tu culpa.
—¡¡Mi culpa!! Algún, mafioso es el culpable. Que te obliga hacer fechorías, ¡Cuéntame mi familia te puede ayudar!
—Mujer que cosas dices jajaja crees que estamos en una película de crimen.
—Entonces ¿Por qué robas? ¡Estas son solo son cosas materiales, puedes hasta perder la vida!
Ricardo se rio como nunca con las fantasías de esa chiquilla, al verla bien le pareció una joven muy interesante, aunque un poco loca, lo que no entendía es porque se le cruza en su camino, pensó que ella posiblemente lo estaba siguiendo.
—Estás segura de que te lleve otra vez al club.
—Sí, es que aún no sé la dirección de mi casa, y ya es tarde no puedo andar en la calle y menos en la noche.
—En eso tienes razón, está bien te ayudaré a buscar a tu cuñada, así podrás irte a tu casa.
Ricardo se sentía culpable que había dejado vendida a su hermana, ya que sobrepasaban las diez de la noche, imposible le era llegar, además no podía dejar a la chiquilla sola, en una ciudad tan peligrosa, al llegar nuevamente al club los hombres que cuidan la entrada al ver a Ricardo si mediar palabra los dejaron entrar.
—Vale que los gorilas me conocieron, porque si no nos dejan entrar. —Ricardo se carcajeó ante las palabras de la joven—
Se adentraron nuevamente al club en busca de Leticia, quien brillaba con su ausencia, Ricardo le dijo a Azucena que subieran a la tercera planta desde ahí observarían. Al subir Azucena miro para todos lados.
— No puede ser, esta Apia me dejo botada, ella sabe que no conozco la ciudad, soy una tonta.
—¿Pasa algo? —Ricardo no comprendía bien lo que la joven balbuceaba—
—Estoy en graves problemas.
—¡A que te refieres!
—Me van a matar, mi padre y mis hermanos. Recuerdas cuando me salvastes en el hotel, fue mi cuñada quien me tendió esa trampa, y creo que volví a caer en su juego.
—En realidad no sabes la dirección de tu casa.
—Estoy perdida, de esta no me salvo. ¡Que hago! ¡Dios!
—¡¡Cálmate!! Primero salgamos de este ruido para pensar con mente fría. —Ricardo la tomo de la mano y la llevo a uno de los privados del lugar—
—¿Qué es esto? Ah yo no soy de esas, sácame de aquí. —Azucena corre a la puerta, donde es detenida por él —
Miro a su alrededor, una cama matrimonial con sabanas rojas, y una mesita llena de condones y otras cosas que ignoraba para qué se usaban, sus sensores se encendieron alarmándola que tenía que salir de ahí.
—Que te diera, no soy un violador, ellas se me ofrecen además no me gustan las mocosas, solo te traje aquí para que pienses mejor, por tu culpa estoy metido en graves problemas.
—¡Que! ¿Te descubrió la policía? Solo esto me faltaba, ahora voy a ir presa por estar con un ladrón, estoy muerta, ¡No! Estoy muertisima.
—Que tonteras dices, aquí nadie está yendo a la cárcel, ahora piensa más o menos por donde vives. Algún centro comercial, algo que pueda orientarnos.
Ricardo estaba perdiendo la paciencia, siempre ocupaba los privados para jugar con las chicas y llevarlas al cielo, pero ahora estaba con una chica, pero pensando como llevarla a su casa, quien lo iba a decir, si sus amigos lo vieran sería el hazmerreír de todos.
En eso uno de los amigos lo llamo, para preguntarle si aún está en el club él por frustrado dijo que estaba en el privado, el amigo le dijo que pusiera el altavoz para escuchar a la mujer gritar de placer, eran situaciones de lo cual se sentían orgullosos aunque nunca daban la identidad d ela dama.
Ricardo tapó la bocina del celular y se acercó a Azucena, para salir bien librado le dijo que gimiera como si estuvieran haciendo el amor, ella lo vio como bicho raro, ya que no comprendía que era lo que quería.
—¿Qué grite? Estás loco, ¿Por qué voy a gritar?
—Solo gime, como cuando haces el amor.
—Cuando hago que… —Lo miro desconcertada—
—¡Hay Dios no me digas que eres virgen, solo esto me faltaba!
—Y a ti que te importa que sea virgen. No me digas que también eres violador.
—Jajaja estás demente, solo hazle ¡ahhh, mmmm!
—Y yo porque tengo que hacerle así.
—Tengo a alguien que me hará la vida a cuadritos si no te escucha gemir.
—¡Demonios! En que cosas andas. Está bien te ayudaré. ¡AAA h!
—Hazlo con más erotismos. Así: ¡Ah!, ¡Mm! Como cuando te estás comiendo algo delicioso.
—¡Está bien! Algo deliciosos. ¡¡Mmm!! ¡Ahh!! ¡Qué rico! —Ricardo se reía al ver como se esforzaba la chiquilla—
—La escuchas.
—¡Eres un Dios, ya me imagino el oral que te está haciendo!
—¡Mmm! ¡Te dejo, porque lo hace de maravillas! Chao.
—¡Dios sabe en qué demonios estás metido, que cosas tan extrañas te hacen hacer! —Exclamo Azucena—
Ricardo no sabe por donde empezar con la responsabilidad que tiene al tener consigo a la joven, más al saber que ella es virgen, eso sí que es estar en graves problemas.