Para Rodrigo, escuchar a Violeta decir que lo ama lo cambia todo, su corazón da un vuelco, sus labios se juntan sedientos del otro, un beso prolongado, suave y con añoranza. Alrededor no existe nada más, los susurros con los cuales se declaran una y otra vez sus sentimientos, se convierte en la única melodía que existe. Cuando se recuperan un poco de la embriagadora sensación, ambos ríen mirándose a los ojo y el hombre maduro entrelaza sus dedos con los de ella para recorrer, como un par de enamorados, la ciudad. Se olvidan de todo, transitan las laberínticas calles de Estambul, haciendo cada uno la promesa tácita de vivir ese momento, como si el resto del mundo no importara. El cielo estrellado turco es testigo de una pareja con trajes de gala, que camina con un silencio cómplice, él com

