Capítulo once.
Harry
Saliva de perro y conejos calientes.
Salgo del apartamento con el corazón en la mano, he tomado una decisión y no debo arrepentirme de ella. Al principio, cuando me uní a las fuerzas especiales; el entrañamiento fue horrible, por las noches no podía dormir y el dolor me hacía replantear la decisión que había tomado; nunca había experimentado aquel dolor interminable, me había roto tanto física como emocionalmente. Y era aún más duro ver a los demás cumplir con las metas sin mucho problema.
Nunca he sido como mis compañeros; no poseo una vena insensible, no soy cayado, tampoco tengo la mirada de un francotirador. Soy el más normal del grupo, en todos los sentidos. A veces me cuestiono si mis compañeros no serán más que asesinos con uniformes, Diana posee una sed de sangre que me deja congelado; Neft cumple las misiones sin rechistar o pensar que esta mal lo que esta haciendo y Jeick es silencioso, es la sombra de Diana y quien termina con el objetivo con un golpe limpio. Los tres están preparados para obedecer, para deshacerse de quien se coloque en el camino, pero yo no soy como ellos. No me agrada la idea de derramar sangre inocente o entrar en una guerra sin cuartel.
Soy el corazón del escuadrón, como dice Jeick. La parte humana que el trío ha olvidado. Pero no siempre puedo ser la humanidad que les falta, cuando poco a poco la mía esta menguando y el corazón se va oscureciendo. Al unirme a la unidad especial, esperaba salvar vidas en la primera línea, estudie medicina para darles una nueva oportunidad a los soldados caídos. Una posibilidad de vivir, pero he quitado más vida en estos años.
No puedo seguir en ese mundo, en esa continua destrucción, pero no soy capaz de abandonar a mis compañeros. Dejarlos a su suerte, somos hermanos; nunca los dejaré. No puedo hacerlo, no puedo irme y esperar que sus muertes no caigan sobre mis hombros. Nunca me perdonaría el dejarlos morir.
Tomo una profunda respiración del aire contaminado de New York, las personas caminan a mi alrededor y hablan animadamente; sus vidas normales me son tan diferentes y desconocidas. Dejan un sentimiento extraño en el centro del pecho, me hace cuestionar todo lo que conozco y creo; odio cuestionarme dudar de quien soy.
—Buenas tardes—anuncio entrando a la veterinaria. La mujer que me atendió hace días parece con una enorme sonría y me señala con alegría, dejando saber que me recuerda. —Vine a recoger al perro, ¿sé salvo?
Ella asiente con cuidado, la sonrisa permanece en sus labios y la mirada que me dirige es compasiva. El cabello n***o se encuentra atado en un moño alto, dejando el rostro despejado completamente; posee rasgos finos y delicados, todos femeninos. Es bajita, pero su nariz es pequeña, respigada y con alguna pecadas sobre ella; los ojos son grandes y brillante, posee una mirada inocente que se mantiene sobre mí y me hace sentir bien. Causa que mi cabeza sé despeje y deje a un lado todo lo que está sucediendo. Sus labios son gordos, rojos y perfectos para mordisquear. La mujer es hermosa.
—Sí, tuvo varias intervenciones, pero salió bien. Es todo un luchador—explica ella con emoción, mueve las manos de un lado a otro, acentuando cada palabra que sale de esa boca sonrojada. —Dame un momento y traigo a tu amigo.
—Gracias, te espero.
Sus mejillas enrojecen y huye hacia la puerta escondida en un costado, ocultado su rostro. Hace tiempo no obtenía ese tipo de reacción, en el ejército se consiguen maldiciones y amenazadas de muerte. Los soldados femeninos; son hermosas, seductoras y unas valquirias sin compasión, he salido con muchas compañeras y nunca he visto a ninguna sonrojarse o actuar con timidez. Son duras y difícil de tratas, para un hombre como yo.
Neft lo dice demasiado, el romance y el amor no pega en nuestras vidas; no debería esperar a encontrarlo, no en ese lugar. Lo he aprendido de memoria y ahora es lo último que busco, no necesito unir a mi vida caótica un corazón partido. Con un par de polvos en la selva y escabulléndome con las enfermeras del hospital militar estoy bien, tengo lo suficiente para quemar tensiones y no enloquecer en las misiones largas.
—Acá esta, saluda a tu dueño amigo—murmura la voz dulce de la muchacha, el enorme perro de Marieth esta sobre las cuatro patas y luce completo, la cola se menea con energía y parece expectante mirando a cada rincón de la habitación.
He visto pocas veces a la mascota de Marieth, siempre creí que no congeniaban; Zeus es más parecido a Diana, pero con lo que hemos descubierto últimamente, ahora comprendo algunos comportamientos del canino. Las gemelas no son tan diferentes de lo que pensaba.
—Todo esta en perfecto estado, debes darle mucha agua y alimento húmedo al comienzo; paso demasiado tiempo sin comer—su voz suena preocupada. —Después le das las croquetas, si no quiere comer tráelo enseguida.
—Entiendo, algo más que deba saber—pregunto sobando la cabeza, de Zeus, esté aúlla. La muchacha asiente, su manzana de Adam tiembla y la mirada se desvía cada poco segundos de mis ojos, evitando mirarme fijamente. Luce avergonzada, las manos le tiembla y su respiración se ha alterado.
—Sí, me llamo Sara… Sara Wilson—la voz sale en un chillido agudo y ensordecedor, las mejillas se oscurecen dos o tres tonos más y sus ojos se abren escandalizada. —Digo.
—Entiendo, es un gusto contar con tu ayuda Sara, mi nombre es Harry—ella sonríe y parece morderse la lengua para no decir algo más. — ¿Tienes algo más que decir? —pregunto con una sonrisa amable, dándole una de las que nunca uso. Sara asiente con lentitud, el movimiento es tan lento que pasa desapercibido; los labios se contraen en una línea recta y apretada, esta dudando.
Sé lo que quiere preguntar, pero no insistiré o le daré un atajo. No estoy buscando una relación en este momento, sin importar de cuál tipo pueda ofrecerme Sara Wilson, la veterinaria. Pero, si esta pequeña mujer consigue la voluntad que necesita para preguntar, aceptaré lo que me pida, una cita o solo una follada. No me niego a complacer sus deseos, menos ahora que el peligro me respira sobre el cuello.
—Quiero tu número, Harry—anuncia con voz firme y son tapujo. Sus ojos se muestran seguros y parece que aún no termina. —Me gustaría invitarte a salir, claro, si tú quieres, ¿aceptarías?
—No podría negarme a esta propuesta. Es un sí, Sara, saldré contigo.
Un pequeño chillido se escapa de la veterinaria, los ojos de la mujer brilla y veo como da un pequeño saltito. Río ante su emoción desmedida, Sara se mueve y espero a que se calme para dictarle mi número celular.
—Escríbeme, Sara—me despido saliendo del lugar con Zeus al lado y una cita en el bolsillo.
El camino hacia el apartamento de Neft y Diana, es corto, Zeus jala de la correa con impaciencia y se lanza sobre cualquier gato o paloma que se cruza en el camino. Los aullidos del animal me impiden perderme en mis pensamientos, el ruido de la ciudad ayuda a que camine aún más rápido, para llegar a un lugar silencio y dejar en libertad a Zeus. Al entrar al apartamento, Neft grita, maldice y mira a Zeus como si fuera una rata gigante. El perro ladra lanzándose encima del Hacker, el cual sigue gritando y pidiendo por ayuda.
—Controla al salvaje saco de pulgas—aúlla Neft en un hilo de voz, su rostro esta rojo y los ojos miran desde lejos a Zeus quien se mantiene quieto junto a mis pies. — ¿De dónde sacaste un perro tan salvaje? Ni mis peores enemigos son así—se queja limpiando la saliva de Zeus.
—Es Zeus, el perro de Marieth. Lo he traído de la veterinaria.
Diana aparece y observa al animal con los ojos entrecerrados y dudosa. Se mantiene a una distancia segura de Zeus, esperando que el canino no se coloque a ladrar o correr hacia ella enloquecido. Lo cual no sucede, Zeus la mirada desde su posición, acotado con cierto desdén y aburrimiento.
—Entiendo tu sentimiento—murmura hacia Neft, este asiente, comprendiendo enseguida—ese animal también me odia, pero es lo único que tiene mi hermana. No podíamos dejarlo morir.
—Mantenlo lejos, Harry, muy lejos de mí—Neft vuelve a su computadora, comenzando a trabajar una vez más en la nota que descubrí. Diana mira a Zeus y parece que quiere decirle algo, pero se niega hacerlo. —Pareces feliz—murmura este desde su posición, mirándome por el rabillo del ojo.
Borro la sonrisa en mis labios, la cual no sabía que esta aún en ella. Neft cambia la mirada de la pantalla hacia mi rostro, Diana me observa de la misma manera y siento como si dos personas completamente iguales me estuvieran juzgando, lo cual es perturbador.
—Nada importante, tienes que estar pendiente de cuidar al perro.
—Alto—interrumpe Diana señalándome. —Es por una mujer.
— ¿Qué? —pregunto entornando los cejas con cofunción, Neft asiente y Diana chilla esperando que responda sin evadirlos.
—Te invitaron a salir o alguien te gusta. No importa que sea, es una mujer, lo único que colocaría esa sonrisa en su boca—Diana asiente de acuerdo, Neft se levanta y da unos pasos hacia donde estoy, pero no los suficientes para quedar preso de la lengua de Zeus de nuevo.
—Estás especulando, no hay ninguna mujer y ningún romance. Lo único que quiero es descansar y tener un momento de silencio, antes que entremos en acción.
—Tienes varios días para descansar, el jefe nos convocó en su casa para una parrilla y después tenemos entrenamiento. Por ahora mi hermana quedará en segundo lugar, al menos que nos movamos en la noche.
—Es una locura, los distritos están más despierto en la noche—Diana asiente con el ceño fruncido, camina hacia la computadora y abre un mapa el cual esta marcado. —Acércate—ordeno a nadie en específico—desde esta calle hasta el límite de la ciudad, es el territorio del este; he conseguido los puntos ciegos y el cambio de guardia con ayuda de Jeick, en este momento sigue vigilando al distrito sur por si escucha algo. Neft ha hackeado las cámaras y dispositivos dentro del distrito.
—Cualquier movimiento que hagan o si se menciona el nombre de Marieth lo sabremos, no actuaremos a ciegas. El este es el distrito con mejor organización y menos puntos de acceso, así que si nos infiltramos sin estar preparados caeremos en cinco minutos.
—En tan poco tiempo—Neft asiente quitando a Diana de su computador, mueve los dedos por el teclado y hace su magia, creando varios escenarios de ataque, cada uno peor que el anterior. —Coloca a Diana en este edificio—señalo un edificio residencial alto, con ventanas oscuros y abandonado—con un Nesika Long Range. Sus ojos de francotirador son los más precisos que existen, nunca verán llegar una bala de Diana. Pero ella verá todos nuestros pasos, Jeick estará en el frente abriéndose paso, mientras la francotiradora baja a la primera guardia, deben estar justo en la posición de cambio uno.
Observo los diagramas dibujados por Jeick de las guardias, hay tres formaciones con diferentes tiempos, la primera es la que tiene más distancia y diferencia de tiempo. El cual es suficiente para que Diana mate a los cinco soldados del este y Jeick entre con Neft a las espaldas. Al estar infiltrados, tienen unos quince minutos para encargarse de los rezagados o hacerlo salir ante el ojo de Diana.
—Si llegan a luchar, deben tener como última opción las armas. Por ese Jecik debe ir de primero, al no usar ningún tipo de arma, no dejaremos huellas más allá del rifle, entre menos evidencia quede será difícil que den con nosotros. Nada de cuchillos o varias armas de larga distancia, Diana—anuncio pasando al siguiente punto en el mapa, dos edificios que son parcialmente iguales y tienen una apariencia deteriorada. —La primera guardia dará un margen de quince minutos para actuar, ir por el objetivo o cazar a la siguiente guardia hasta tener un camino despejado y mover al francotirador. Por eso estaría al lado de Diana, dependiendo de la decisión tomada, abría que ubicar al rifle en un nuevo edificio en el centro del este. Al menos que quieran ir por los miembros menores.
Termino de hablar y ambos me miran con los ojos bien abiertos y sonrisa estúpidas en sus rostros. Han escuchado todo, pero en este momento no les interesa.
—Es una mujer, no pensarías de esa manera si no estuviera involucrado una mujer—suspiro dándome por vencido.
—Me han invitado a salir—anunció al final.
—Bravo, sal y folla como un conejo—exclaman al mismo tiempo chocando los cinco. Son infantiles e insoportables.