Capítulo 8

1968 Palabras
Capítulo ocho. Diana El informante es la primera presa. Observo desde la cima de la jaula a los muchachos, algunos mantienen una mirada consternada en su rostro y otros parecen aburridos por mi acción. Jeick, se mueve entre la multitud como una serpiente, su cabello n***o y la ropa oscura no resalta entre los demás individuos, sujeta del cuello de la chaqueta de cuero a un hombre, arrastrándolo hacia los demás; donde con sutileza les da una señal para que lo sigan. Detallo con atencion la apariencia del hombre desconocido, pero la poca iluminación no me deja ver más allá de sus continuos movimientos lentos. —Gana la desconocida luchadora—exclaman mi victoria, las voces de los demás se alzan entre vítores o siseos de decepción. La realidad es que no me interesa lo más mínimo, sus abucheos. —Tenga su premio, una victoria aplastante—deja un cinturón pesado y grueso, como el de los campeones de artes marciales; antes de anunciar el siguiente combate. Los nombres que pronuncia escapan de mi compresión, ya que son rusos y alemanes; demasiado difíciles para repetir. Los luchadores suben acompañados de dos hombres encapuchados, los cuales retiran al caído, las chaquetas que están usando en la parte trasera tienen el logo del distrito; los cuatro distritos están identificados por un logo, el nombre y un color distintivo. Si alguien fuera de ellos, se atreve a utilizar uno de aquellos símbolos para infiltrarse o tomar partido, será castigado por la ley del distrito. Y cada uno tienen sus propias leyes y formas de gobernar; aunque superficialmente se parecen, la realidad es totalmente diferente. Hasta el momento la policía o el ejército, no ha conseguido saber como es la escala de poder en ellos; es una información la cual está lejos de su poder. Salto fuera del cuadrilátero dándole codazos y rodillazos a algunas personas, las cuales me estaban rodeando, tratando de atraparme. Me abro paso hacia delante, siguiendo el camino por el cual desaparecieron los otros tres. — ¿Qué están haciendo? —inquiero al encontrar a Jeick y Neft rodeando al hombre de chaqueta en una esquina oscura. Neft es el único que gira la cabeza dejando que Jeick siga con su trabajo. Puedo escuchar crujidos y algunas maldiciones, pero nada lo suficientemente fuerte para llamar la atencion. — ¿Te divertiste? —cuestiona Harry cambiando la pregunta, evitando mirar fijamente la espalda de Jeick o el callejón mismo. Harry siempre se ha mantenido lejos de los métodos de tortura, sabe como usarlos, pero nunca le ha gustado hacerlo. El es el único que no está totalmente daño de los tres, cada uno tiene su propia oscuridad y los demonios con los cuales luchamos todos los días. No obstante, Harry parece ser la luz de nuestra oscuridad; mientras nosotros nos ensuciamos cada día en ese fosa de la elite, el parece brillar aún más. Es nuestra esperanza. —Como no tienes idea—el asiente y deja que Neft tome la palabra, repito la pregunta una vez más y al final obtengo una respuesta después de un grito de dolor. —Entonces, ¿el nos llevará a la primera pista? —Neft asiente sin mucho ánimo entregándole un pañuelo a Jeick, quien los recibe sin verse las manos llenas de sangre y solo limpia el líquido de ellas con normalidad. Esta escena es tan normal, como perturbadora. Ninguno de los presentes se altera ante las manchas de sangre o ante la persona detrás de Jeick quien parece estar inconsciente, el pelinegro quien parece un muro de acero reforzado, dobla el pañuelo con maestría al terminar de limpiar la sangre, guardándolo en uno de los bolsillos traseros. La tercera regla de la elite, no dejar muestras. Los delgados guantes que había usado desaparecen de sus manos siguiendo el mismo camino del pañuelo, Neft cruza los brazos y le indica a Harry que ya se puede acercar; el rubio da un paso hacia el interior del callejón oscuro, listo para escuchar toda la información obtenida. Neft es el primero en tomar la palabra, su voz es calmada y relaja, sin ningún ánimo o excitación en ella. Explica que, al rastrear la señal del celular, se dio cuenta de dos cosas más; las cuales no me dijo en su momento. La primera, la persona a quien pertenece el número, pasa más tiempo en el territorio sur, pero también vaga por los otros distritos casi con completa libertad. Algo lo cual no es normal, Harry y yo tenemos una expresión de duda en nuestros rostros, las cuales hacen que una sonrisa tenue se dibuje en los labios de Jeick. —Puede ser un informante o un mensajero, dos rangos bajos y de mucha confianza entre los cuatro distritos. Cada sección tiene a su propio informante, se puede decir que son como el topo—explica Jeick por encima, apoya medio cuerpo contra la pared del callejón, escondiendo casi completamente los rasgos de su rostro. —Al pasar tanto tiempo en el sur, puede que sea el informante de ese distrito. Aun así, sería difícil dar con ellos; los informantes casi siempre son altamente protegidos. —El tiene razón, tendríamos que monitorear sus movimientos por días y saber la frecuencia de ellos para dividirlos en parámetros de acción. Al reducirlos, podríamos predecir donde encontrarlo; tanto el lugar, la hora y el día. Saber si está a nuestro alcance—explica Neft, y Harry asiente con compresión. Pero para mí solo fueron palabras sin sentido, las cuales dan un solo resultado; alargar la espera. Ganar tiempo y darles tiempo, para que Marieth este cada vez más lejos de mis manos. Y no me gusta ni un poco la idea de estar jugando al ratón y el queso; estar persiguiendo a un fantasma en una computadora no es mi método de actuar. Al ver la impaciencia corrompiendo mis rasgos, Neft se apresura a revelar la siguiente información que consiguió siguiendo la señal del celular; lo segundo que descubrió fue el nombre o más bien el cargo específico del individuo. Una identidad concreta a quien buscar. —I-058—anuncia Neft con lentitud. Ahora el rostro de Jeick sale de la oscuridad con una sonrisa juguetona, esa que solo coloca cuando ha cazado a su presa. — ¿Tienen al informante? —pregunto con sorpresa, tratando ver más allá del hombro de Jeick. Ambos niegan y mi entusiasmo muere. No entiendo el motivo de aquella sonrisa en el rostro de Jeick. —Lamentablemente, no está en este lugar, pero—agrega rápidamente Jeick. —Conseguimos la información suficiente para saber quien es, donde estará y como se ve—la sonrisa en el rostro del pelinegro es orgullosa. Como si hubiera hecho el mayor descubrimiento del mundo. Asiento complacida con lo que hemos hallado hasta el momento. Desearía que las cosas avanzarán con mayor velocidad, pero los años de servicio me han enseñado que al apresurarse se comete errores, pasamos cosas por alto. Y nos volvemos un blanco fácil. En este momento somos un equipo, aunque el problema solo me concierne a mí. Ellos nunca me dejará a mi suerte, estará a mi lado apoyándome y metiéndonos en los mismos problemas. Mi deber es cuidar sus espaldas y vida, soy el francotirador; mis ojos deben ser capaz cada mínimo detalle, ver la presencia del enemigo y anteponerme. —Sé que deseabas más, pero por ahora es lo único que tenemos. No te desesperes, Diana. Encontraremos a Marieth. Lo juro—susurra Harry colocando una mano en mi hombro. La mirada en su rostro me tranquiliza. —Lo sé, gracias por estar acá. Todos han sido de mucha ayuda, son el mejor equipo que puedo tener. —Me alegro de que te hayas calmado, es momento de planear el siguiente paso—ordena Jeick, avanza fuera del callejón oscuro fijando el camino hacia un apartamento. —Buscaré al mensajero, por mi cuenta. Cuando lo encuentre les informaré que dijo. Nadie se opone o trata de detenerme, se mantienen en silencio. La noche ha caído hace tiempo y los primeros rayos de la mañana amenazan con salir. Jeick nos deja solos en la sala, sin decir nada. Siempre ha sido así desde el primer día que se formó el escuadro 0-57; Harry sentía miedo cuando se quedaba solo con Jeick, tenía la idea que sería capaz de matarlo si hablaba o le molestaba. Neft siempre trataba de sacarle información y saber de donde había llegado. No nada. Es como si Jeick no hubiera tenido pasado, no más allá de los años de entrenamiento especial. No había expediente, no papeles. No más allá de lo que sabíamos. —No tenemos fotos del informante, solo una descripción—susurra Neft con los ojos cerrados y un brazo sobre ellos. El pecho sube y baja despacio, mientras se toma su tiempo para hablar. —Lo más probable es que no lo encuentre enseguida. Son escurridizos. —No mates a nadie—pide Harry mirándome directamente a los ojos, dándome una de aquellas miradas de adulto, responsable y temeroso. Harry es el único cuerdo de escuadrón, quien tiene más posibilidades de adaptarse al mundo y la sociedad. Neft fue secuestrado varias veces en las operaciones encubiertas. Era malo para mantener las apariencias. Jeick demasiado silencio y enigmático. Tiene toda la imagen de sicario o mercenario. Por último estoy yo, he matado a más personas de las que puedo recordar. Me secuestraron pocas veces, pero sabían quien era y lo que podía hacer. El cautiverio cuando conocen tu identidad es peor. El perro loco debe pagar por sus crímenes; mi piel, recuerdos y boca lo sabe. —Lo mejor es no provocar a los distritos, no enseguida. Eres buena eliminando evidencia, pero ellos son buenos encontrándolas. No provoques a los altos mandos, Dith; las sociedades de poder tienen pactos de paz. —Pura mierda burocrática, no haré nada. —Promete que no mataras al informante, promételo—me hace jurar Harry con la voz firme y una expresión dura en su rostro amable. Odio prometerle cosas, jurar que mis manos estarán quietas es lo peor que puedo hacer. Pero ellos están confiando en mí, tienen sus esperanzas en qué podre controlarme. Los juramentos atan tus manos, creencias y morales. Te limitan a lo que otras personas desean de ti y quieres que sea. Sin embargo, un equipo se disuelve si no hay confianza en el otro; se debe moldear a las debilidades y habilidades de tus compañeros, cubrir sus puntos ciegos. Eso es lo que esta haciendo en este momento Harry. Esta colocando una correa en mi cuello, evitando que sea descubierta por el capitán. Me estremezco de solo pensar en ser descubierta por aquel hombre, el miedo me inunda y mi mente divaga en las decenas de castigos que he recibido hasta el momento. De alguna manera extraña quiero a ese hombre, lo considero un padre. El que nunca tuve. —No lo mataré—concedo con una sonrisa tensa alejándome de la sala y mis dos compañeros y amigos. —Distrito sur, calle dorada—anuncia Neft levantándose del suelo, sus ojos se encuentran entre cerrados. —Tienes dos días para dar con el informante, el capitán en cualquier momento nos va a llamar a la base. — ¿Dos días? —asienten. —Es tiempo suficiente, encontraré al topo y sacaré toda la información que tenga. No pueden decirle nada al capitán. —Lo sabemos—refunfuña Neft. Ese bribón esta esperando el momento donde enloquezca y me equivoque. Siempre esperamos con ansias el error del otro para tirarlo a la cara. Es nuestra forma de divertirnos y seguir adelante, no caer en la maldad que hemos visto hasta el momento; lo último que se necesita es sucumbir ante la culpa.
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