Capítulo 9

2107 Palabras
Capítulo nueve. Diana A la caza del topo. El frío de la madrugada me mantiene a raya, los temblores que me recorren provocan que las horas de vigilancia sean cada vez peor. En este momento desearía estar descansado o tomando un café caliente y con mucho dulce. Vigilo la entrada de la calle dorado, no hay nada en ese lugar dorado o que parezca costoso. Creo que se debe a la extraña teoría que circulaba hace décadas que las personas de este lugar en específico poseían sangre con las cualidades del oro. Las leyes de la sociedad se conservan hasta el presente, las personas necesitan algo en que cree o mitos, los cuales fantasear. Han pasado cinco horas, con treinta minutos y catorce segundos, desde que estoy vigilando la entrada al distrito Sur. Las personas pasan a mi alrededor, la mayoría con ropas oscuras y capuchas sobre la cabeza; armados hasta los dientes y no entendía lo que salía de sus bocas. El orden de la primera línea de guardia cambia treinta segundos antes que la segunda línea. Son los que menos armas tienen, pero su cuerpo está construido igual de macizo que un toro. Cuerpos duros y sobre desarrollados, piel morena, tatuajes en cada centímetro; y miradas duras que hacen huir a los forajidos. Una verdadera demostración de fuerza bruta pura. La segunda línea de defensa, está a pocos metros de la primera, escondida entre las columnas centrales y algunos pasadizos. Son delgados, desgarbados y con cuerpos ágiles; se mueven con la misma precisión de un felino. Las caderas de la segunda línea están rodeadas por un cinturón de armas, dos espacios para cuchillos y uno para una semiautomática. Son buenas armas, solo si sabes cómo usarlas a tu favor y por lo que he notado en las últimas cinco horas ellos tienen la habilidad necesaria para plantarle cara a Jeick. Los miembros del escuadrón 0-57 fuimos escogidos con base en nuestras habilidades individuales; cada uno es experto en diferentes áreas. Jeick es la fuerza bruta y ataques a corta distancia, aunque posee un cuerpo semejante a la primera línea de defensa; se mueve con la rapidez y agilidad de la segunda. Nadie es capaz de ver cuando Jeick se acerca, la sombra es indetectable. La tercera y última línea son civiles, o es lo que aparentan. Se escabullen entre la población normal de la calle dorada, ropa fina y bien vestidos. A simple vista parecen indefensos y desarmados, pero he visto aquel modus operandis en Irán o Palestina; muchos de los soldados del bando enemigo usaban ropas de civil, pero debajo de ellas llevaban armas o bombas. Nunca se estaría completamente seguro si la persona que caminaba delante de nosotros con ropa casual y hablaba sobre x tema, sería una amenaza. Siempre quedará la duda si fueron daños colaterales o soldados enemigos, sin embargo, las guerras son difíciles. Para cualquier bando. Bostezo dejando caer los parpados por unos segundos cortos, analizo a cada moreno con cabello castaño claro que pasa por la primera guardia o camina hacia ellos con confianza. Sin embargo, Marcus, el informante, aún no aparece. "¿Ya cayó la presa?" Pregunta Neft cuando cojo la llamada, su voz se escucha tranquila y descansada. Disfrutando de una mañana normal. —Nada—murmuro con la mandíbula apretada y mirando a lo lejos los manches del paisaje. —Llevo dos viniendo por acá y no lo veo, me estoy estresando—Neft ríe del otro lado y susurra una de sus típicas frases motivacionales. Para ser el busca problemas, siempre tiene algo que decir. —Moriré antes que el topo aparezca. Mi paciencia tiene la mecha corta, demasiado. “Prometiste no hacer locuras, recuérdalo” Asiento con la cabeza, el sueño me tiene bajo sus garras, así que tardo en darme cuenta de que Neft sigue esperando una respuesta. —Estoy soportando. Todo está bajo control, no me dejaré dominar por impulsos estúpidos. Lo juro, no necesitas actuar como Harry. “Harry no está contento con tu comentario” —Dile que estoy bien, bajo calmada. Saldré limpia de este lugar, sin que nadie se dé cuenta. Callaré a Marcus sin necesidad de matarlo. "Eso no es buena señal viniendo de ti, cuidado con lo que haces" La preocupación en su voz es palpable. El me conoce, sabe que tengo dos maneras de hacer callara una persona por el resto de su vida o sacar cualquier información. La tortura es el modo en que actuó, amenazas y quebrando la estabilidad mental del individuo hasta que no le queda más salida que hablar o callar. La muerte es un camino bondadoso. Solo que algunos no la aprecian. —Por ahora no voy a hacer nada arriesgado, Neft, pero la paciencia es algo que se me está acabando. "Algo que no debería, soldado" —Calla, te dejo Neft, acaba de llegar—corto la llamada, guardo el celular y sigo los pasos de Marcus. Esté habla por celular ajeno a que lo están siguiendo, la espalda recta y los hombros relajado comprueban que es inconsciente de mi presencia. Los informantes son débiles, lo sé, pero no esperaba que fueran tan fáciles de seguir. —Aún no se sabe dónde está—exclama al celular alzando la voz. —Desapareció del mapa hace tres semanas, tienes que encontrar una jodida pista de quien la tiene. Haz tu trabajo, imbécil. Gira en una esquina, aprovecho, empujándolo contra la pared del callejón. Una maldición escapa de sus labios y la voz del otro lado pregunta si está bien. Los informantes son intocables, fueron el último grupo que el distrito dio a conocer; mantenía su existencia en la sombra. —Cuelga—demando en voz bajo, ejerciendo presión en el nervio del hombro. Marcus trata de liberarse. Sus movimientos son débiles y sin energía, lo que toco con mi mano apenas es el hueso y un poco de grasa. Carece de músculo. —Camina sin hacer escándalo, a menos que quieras ir a conocer a los dioses—farfullo colocando el caño de la pistola en el medio de su espalda. El frío metal se ciñe a la tela y hace que los pasos de Marcus aceleren. — ¿Quién mierda eres? —exclama como perro rabioso. Sacando coraje desde algún lado oscuro y prepotente de su interior. —No lo has hecho—exclama, sorprendido, congelado por el dolor. Mi puño vuelve a impactar en el mismo lugar, con más fuerza. La cabeza se estremece y su cuerpo cae hacia delante, las rodillas chocan, cobre el pavimento del callejón. Me mantengo en silencio, su cuerpo tiembla y el rostro del informante enrojece. La boca se abre, y palabras sin sentido salen de ella. La rabia lo consume, y los ojos dan vueltas en la cuenca; la expresión de consternación va acompañada de maldiciones y amenazas en vano. Lo observo con diversión, cuanto más tiempo pase en silencio y mirándole fijamente, desespera. Los comentarios mordaces son como un halago, viniendo de este hombre. — ¿Que intentas hacer con tantas amenazas? —cuestione con una sonrisa amable, casi cordial. Sus ojos se abren y se queda callado, analizando la pregunta. — ¿Acaso eres demente? —se queja intentando levantarse, golpeo con la punta del pie, la espalda baja, justo en el coxis, mandándolo una vez más a la posición arrodillada y de sumisión. — ¿No sabes quién soy? Soy Marcus Bennett, el informante del sur. Soy intocable, mujer loca. Has sentenciado tu muerte. Una carcajada ronca y desdeñada se escapa de mis labios. No importa cuantas ingeniosas amenazas salga de su boca, cuantas muertes pueda describir. Nunca me asustaré, he visto demasiadas muertes grotescas en mi vida. La sangre ha corrido por mis manos casi la misma cantidad de veces que el agua, he sido sometido a torturas inimaginables y lo que pueda decir un informante para librarse de mi ira. No será suficiente. — ¿Quieres hablar de la muerte, pequeño topo? —el ceño se frunce y escupe a mis pies. —No eres acto para hablar de ella, tampoco tienes lo suficiente para que tus amenazas tengan efecto. Por otro lado, pequeño topo, si no cierras esa preciosa boca y dejas decir estupideces. Te mostraré lo que es la verdadera tortura, el ver tu muerte y no poder ir tras ella. —Solo eres una mujer trastornada, que sabrá una mujer sobre la tortura. Nada, absolutamente nada—sonrió con desdén, sintiendo como la emoción de un reto me inunda y mis sentidos se ven dopados por la adrenalina. Sé más de lo que piensas, mucho más. Sin embargo, prometí no matar a nadie, y cumplo mis promesas, aunque sean demasiado sentimentales. Harry es mi compañero, amigo y hermano, nunca le fallaría, aunque desee con todo mi ser cerrar la boca de este pequeño topo. No debo hacerlo, me recuerdo una y otra vez a medida que Marcus Bennett sigue hablando. Un poco de sangre, no significa un problema. Algunas heridas pequeñas, dolorosas y poco profundas no serían suficientes para causarle la muerte. Pateo la mandíbula con el empeine. Sus labios sangran, la mandíbula se mueve ligeramente de lugar y la cabeza choca contra el suelo. Sus ojos se cierran por el impacto y la mejilla derecha se corta y raspa al contacto con el pavimento. —Tenemos algunos asuntos que arreglar, Marcus. Tienes algo que necesito—susurro presionando el talón contra las costillas. Aumento paulatinamente la presión cada vez que de su boca sale una maldición. —Tienes dos salidas, hablar y salir ileso de este callejón o callar y soportar como todo un hombre los tratos especiales, hasta que me des la información que necesito, pequeño topo. —No te conozco y no tengo nada contigo—gimotea, sus ojos se entrecierran y la frente se llena de sudor. Puedo ver el miedo en la expresión de su rostro. Hundo aún más las costillas, escuchando el primer crujido, pero aún no he roto ninguna. —Tic tac, pequeño topo. El tiempo corre y tus huesos se partirán por cada minuto que dures callado. Bien, volvamos a intentarlo. Mira la foto y dime ¿qué ves? —aligero la presión en las costillas, colocando la foto a unos centímetros de su nariz. Las cejas se fruncen, los ojos se abren y parecen iluminarse durante cortos segundos. Reconoce a la mujer de la foto, sabe quién es Marieth. —No sé quién es. —Marieth. —La perra del este. Marcus repite las mismas palabras que estaban en la pared del departamento, mi corazón se estruje y quiero hacer oídos sordos. Deseo que la existencia de Marieth este lejos de los distritos. La ciudad es dominada por los ellos, en la noche y a escondidas de los ojos de los civiles es cuando los crímenes suceden. La policía estatal solo es una fachada, se encarga de los crímenes menores y lo únicos que son capaces de tocar a los distritos son quienes están sobre la policía; las agencias encubierto. Pero no hace nada, hay un acuerdo entre la ley y la parte dañada de la sociedad. Un acuerdo repugnante. —Cuida tu boca, Marcus. Gruño agachándome, mantengo la foto cerca de su rostro, evitando que vea la expresión en mi rostro, aunque este se encuentre escondido debajo de la capucha. — ¿Dónde está? —este niega. Manteniendo los labios apretados en una línea recta. — ¿Dónde está? —repito con la voz cansada y perdiendo la paciencia, este vuelve a negar y hasta este momento llego mi compasión. —No tengo ni la menor idea de donde se encuentra esa perra—siseo. Sus ojos se abren al ver aparecer el cañón de una nueve milímetros. —Mala respuesta, pequeño topo—golpeo la mejilla con la culata del arma. Marcus gime y su cabeza gira hacia la derecha cuarenta y cinco grados. —Intentemos una vez más, ¿dónde se encuentra Marieth? No hay respuesta, golpeo la misma mejilla con más fuerza. Repito la pregunta otra vez, Marcus sigue cayado, negándose a responder. Sonrió con malicia, dando toques suaves con el cañón de la Glock. Marcus palidece, la manzana de Adam tiembla pasando saliva poco a poco. Los ojos bajan hacia el cañón del arma, mirándola con pavor justo sobre el corazón. El laboreo de su corazón, es como música para mis oídos. —Vamos mal, Marcus. No estás ayudando y eso es malo para ti. Si no quieres varios tiros en tu patético cuerpo, topo, contesta las preguntas. —No diré nada—con que estamos en esas.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR