Capítulo 18

1361 Palabras
Capítulo Dieciocho. Diana Tic toc. El este se abre. Tomo atajos acortando la distancia hacia el apartamento de Neft; corro los pocos metros que faltan haciendo que las piernas se muevan a toda su potencia. —¿Dime que encontraste? —pregunto apenas abro la puerta. —Siéntate y respira, también necesito que te lleves a ese animal; casi me arranca la mano, mi preciosa mano; me van a sacar del grupo por tu culpa —se queja agarrando la mano lastimada contra su pecho. —Deja de llorar y habla Neft. —Como ordene, capitán, revise las cámaras que están más cerca de la última señal del celular; trate de encenderlo, pero no funcionó, así que con seguridad era un desechable. Las cámaras de los alrededores captaron a cuatro personas, tres mujeres y un hombre. El hombre está de perfil, así que no sé quién está muy bien. Las demás busqué el expediente, están limpias, son personas que no tienen nada que ver con el crimen de esas zonas. —Entonces nos queda solo un sospechoso; fui al sur —no lo dejo hablar—, escucha, pregunté por mi hermana, me dijeron dos cosas y una de ella no tiene sentido; estuvo por el sur hace una semana y media aproximadamente; lo otro es que ella no pertenece a ese lado. —Es obvio que no pertenece a ese lado. —No lo dijo de esa forma, dijo que ella era del lado este. —Mierda, eso es peor aún —asiento— ¿pertenece de esa forma? ¿No me digas que forma parte del distrito este? —no respondo a su pregunta, ni yo sé qué pensar— sería algo que complicaría todo —asiento y niego al mismo tiempo— puede que mintiera. —Lo sé, pero no creo que ese sea el caso, si lo hubieras visto, casi se hace en los pantalones, aun así. Me gustaría preguntarles a más personas del sur—comienza a negar—vendrás conmigo para que te sientas mejor—asiente, dejando en claro que actuaría como un limitante en mi actitud—hoy, a las siete de la noche, pásame la foto del sujeto. No entiendo por qué tanto quiere evitar Neft que haga un desastre en ese lugar. Nada me pasará por meterme en la guarida de unos criminales; no sería la primera vez que lo hago. Es el pan de todos los días en las misiones especiales, además, un francotirador siempre siembra la discordia desde lejos y esa es mi especialidad. —¡Pulgoso! —grito llamando al salvaje perro de mi hermana; el animal corre hacia donde estoy tirándose encima de mí; detallo el cuerpo del perro dándome cuenta de que ha perdido varios kilos—vamos a darte comida, antes que termines por comerte a Neft. —Llévate a ese animal, lo veo capaz de comerme en cualquier momento. —No es su culpa que sea tan delicioso, Neft. —Gracias por el cumplido, pero lo quiero lejos de mí, Dith —me burló durante unos segundos de su lloriqueo antes de colocarle el collar al pastor alemán para salir del apartamento. —Nos vemos a las seis —es lo último que digo saliendo del apartamento a una tienda para animales. Entro al almacén con el perro, quien mira todo entretenido, queriendo llevarse las cosas con la boca—suelta eso, no tientes tu suerte, pulgoso—amenazo al perro haciendo que obedezca después de varias miradas retadoras—buen chico, pulgoso. —Qué conversación interesante tienes con ese pastor alemán —una voz interrumpe mis cumplidos al animal. Giro la cabeza hacia la voz, viendo fijamente a un pelinegro de ojos azules; odio a la gente que se mete donde no lo llaman. Ignoro la presencia del individuo buscando varias bolsas de purina para el animal. —Al menos dime algo —vuelve a interrumpir esa voz molesta. Quito la capucha de mi cabeza, dirigiéndole una mirada cargada de molestia, pero él lo único que hace es sonreír como si hubiera visto algo interesante en mi rostro. —No tengo nada que decirte, ahora piérdete —él vuelve a dirigirme la palabra como si no hubiera dicho nada. Ignoró su voz, pagando el alimento de pastor alemán, arrastrando al gigante perro hacia fuera lejos del pelinegro. Llegamos al apartamento; Jeick mira desde el sofá al perro con curiosidad, esperando ver qué hará apenas lo dejo suelto. Sirvo un plato lleno de purina y agua para el pastor alemán. Imito la posición de Jeick tirándome en el sofá a su lado, mirando cómo la bestia peluda acaba con la purina en pocos segundos. Observo el meneo del rabo del perro cuando se acerca hacia mí pidiendo más comida; suspiro volviendo a servirle purina en dos platos para que no vuelva a pedirme. — ¿De dónde te lo has robado? —De un apartamento, en el centro de la ciudad. — ¿Lo vas a devolver? —Lo dudo. —¿Tiene nombre? —pregunta interesado. Por primera vez, trato de recordar el nombre del animal, pero no llega nada. —Sí, pero no me acuerdo. —¿Por qué será que no me sorprende? —sonrió sin sentir un mínimo de pena, no es importante—muchacho, ven acá—Jeick llama al perro comenzando hacerle caricias. —Colócale algún nombre o mira a ver si responde alguno; dudo que llamarlo pulgoso sea algo bonito. —No lo es—acepta—que tal… ¿Maximus? —el pastor alemán inclina la cabeza para después dejar la cola quieta en señal de negación—. Sí, es muy horrible ese nombre… ¿Zeus? —el pastor alemán agita la cola estando de acuerdo. —Te luce, pero no queremos darte el nombre de un abusador, Golden… Como el oro, te queda muy bien, amigo—el perro ladra estando de acuerdo con la decisión de JK. JK tiene una debilidad por los animales y los libros, algo que desentona con toda su apariencia ruda y oscura. Realmente es un alma bondadosa. —Cuida al perro, voy a salir —informó guardando un par de armas en el camuflaje n***o. JK entrecierra los ojos, pero no dice nada sobre mis opciones. Él siempre espera al último momento para actuar y sacarme de los problemas; es nuestra rutina. —Golden—corrige antes que salga del apartamento, asiento sin prestarle atención. Neft hace una señal entre las sombras indicándome el lugar exacto donde se encuentra. Camino hacia él, mirando detalladamente cada movimiento que hacen los que están vigilando. La guardia cambia cada quince minutos; son diez personas que rotan en puntos específicos; desde donde estoy observo a tres que están en todo el centro, tres más del lado derecho casi al este y tres más hacia la izquierda inclinados ligeramente hacia el lado oeste; el décimo camina alrededor cada quince o veinte minutos; no tiene un tiempo determinado. —Tú, por el que camina, cuando está a cuatro de los de oeste, deja dos despiertos, para preguntar—asiento, ajusto la gorra y el tapabocas n***o que llevo y me coloco detrás de un árbol, esperando que el décimo pase por mi lado. —Uno, dos, tres, cuatro y…—salgo, agarrándolo firmemente por el cuello; estrello la cabeza contra el tronco del árbol con fuerza, escuchando el crujido del hueso contra la corteza de madera. Suelto el agarre sobre el cuello, dejando que el cuerpo se desplome en el piso. Inconsciente o espero que lo esté, escondo la evidencia, esperando la señal de Neft. Camina con paso suave y ligero hacia los tres hombres que están vigilando. Su rostro está libre de expresiones, las cuales aparecen cuando deja fuera de combate a dos de los vigilantes. Doy un golpe en la nuca al del lado izquierdo, al mismo tiempo que Neft golpea las rodillas de los otros, haciendo que se salga de su lugar. Hago una mueca cuando el hueso suena y coge un ángulo anormal. —Pobre gente—murmuró—los arrastramos hacia un callejón, dejando al inconsciente en el piso.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR