16
Gabrielle Smirnov
¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios!
Esto realmente me está pasando, esto está pasando realmente, Miguel me mira antes de salir corriendo, abro los ojos, Misa me mira y entiendo lo que esta sucediendo apenas la veo. Esa telepatía que solo ella y yo tenemos.
Mamá no comprende lo que está sucediendo, pero yo si, estoy a punto de ser aniquilada por mi propio padre. No lo pienso dos veces y subo las escaleras a una velocidad sorprendente. Papá junto a sus hombres entran a mi habitación, Alex me mira, le hago señas con los ojos y comprende que su hijo y yo estamos en problemas.
—De seguro fue el gato de Artemisa—digo sin más. Mi prima abre la boca sin saber que decir, muevo las manos para que diga algo.
Jean, revisa mi baño, mientras que los demás el resto de mi habitación.
—Si, tío ayer adopté un gato callejero, debe ser ese canijo—papá la mira mal, no le cree.
Pedro camina hacia el balcón y la presión se me baja, me sujeto de la cama, llamando la atención de todos. Eso es, que el desmayo valga la pena mujer. Mamá me pide que me siente y lo hago. Desde el otro lado puedo ver el rostro de Izan, Fabián se gira para ir hacia la terraza de mi habitación y finjo que me voy a desmayar.
—Me voy a desmayar ¡Me voy a desmayar—sigue así, que valga la pena las clases de actuación en verano.
—¡Llamen a Akim!—suelta el tio Alex.
Me va a llevar el coco por tantas mentiras en menos de un día, mi hermano menor entra con desgano a mi habitación, me mira y sonríe a medio lado, sabe que estoy mintiendo.
Mira hacia la puerta de cristal del balcón y me mira, maldita sea se ha dado cuenta de todo. Misa toma de la mano a mi madre para calmarla, uno tras de otro empiezan a abandonar mi habitación. Pedro deja un beso en mi mejilla, Alex esta sentado en uno de los balcones que papá compró para mí.
—¿Tienes mareos? ¿Ganas de vomitar?—habla Akim.
—Si—toca mi frente.
—Estás embarazada.
—¡¿Qué?! —Miguel se levanta de la silla, abre los ojos y puedo jurar que esta hiperventilando.
—Es broma, siempre quise hacerlo—le tiro un cojín.
Papá golpea a mi hermano, me da un beso en los nudillos de mis manos y se marcha sin antes decirme que avise si vuelvo a sentirme mal. Artemisa saca a Akim de mi habitación casi a patadas, la veo sonreír cómplice. La amo tanto.
Abro la puerta de cristal para que Izan salga rápido, se tira al piso mirando hacia el techo, me tiro al lado de él. Ambos nos quedamos viendo, toco el puente de su nariz y él toca el mío.
—¿Aún es tarde para invitarte a desayunar?
Niego—Tengo el tiempo necesario—eleva la comisura de su labio.
(***)
Ha sido una gran odisea hacer que Izan salga de casa, si no eran los perros, eran los hombres de papá y si no eran ellos era mis padres. Le he pasado ropa de los guardas de seguridad para que pudiera salir como si nada de la propiedad. Izan se ríe a viva voz, va manejando mientras que yo disfruto de la brisa de la mañana y la buena música de la radio.
Lo veo detenerse en un pequeño restaurante casero, a unos cuantos kilómetros de mi casa. Baja primero del coche, para luego rodearlo y abrir mi puerta. Es la primera vez que alguien me trata de esta manera, tan especial, tan desinteresada.
Ambos miramos los menús y no decimos nada, de vez en cuando nuestra miradas se cruzan, la camarera ha pedido nuestra orden, pido huevos revueltos y fruta. Las personas me quedan viendo. Llevo puesto un vestido costoso que pagaría el salario de cinco personas que trabajen aquí.
Nunca en mi vida había entrado a un lugar así y no es porque yo sea más importante que las personas que están aquí, solo que mi estilo de vida está tan ajeno a lo que en realidad es el mundo. Llevo un trozo de fruta a mi boca, Izan me mira y roba un pedazo de fresa de mi plato.
—¿Qué haces por la vida Izan?
Suelta una burla.
—Soy corredor—vaya, pensé que las carreras era un hobbit—En Italia junto a un primo competimos en el mejor campeonato que tiene el país. Gané tres años consecutivos y… —el rubio se detiene, mira su plato y no dice nada.
—Tuvieron que ser años maravilloso.
—Lo fueron, mamá solía ir a verme a cada una de mis carreras, el día que murió fue el final del campeonato de Italia y no pude ir. Ese día perdí a la mujer que más he amado en el mundo. Fue cuando caí aún más bajo Elle. Sentía que nada tenía sentido, luego un abogado me dice que debo abandonar la casa donde viví toda mi vida. Quedé en la calle, sin dinero y sin a dónde ir. —cada palabra suena llena de dolor y sufrimiento—Fue cuando de la nada empecé a robar, Hiraku me encontró robando en el metro, así que llevaba años trabajando con él. Fue cuando encontré una carta de mi madre varias semanas de su fallecimiento, donde me decía quien era mi padre y que su voluntad era que lo conociera.
—La vida ha sido muy dura contigo. —bebe un poco de café.
—Si, pero ahora me está recompensando el dolor ¿No?
—Quizás…
Ambos soltamos una carcajada de la nada, insisto en que puedo ayudarle a pagar, pero deniega mi solicitud, abro los ojos al verlo tomar mi bolso y llevarlo consigo. Tengo una hora para llegar a la universidad. Suspiro largo y pausado.
—¿Por qué terminaste con Bradley Wilson?—me atraganto con el jugo de naranja que me andaba tomando.
—¿Por qué la curiosidad? Yo no te ando preguntando por Alene boca de pato—miro para otro lado. Me he comportado como una niña pequeña.
—¿Por qué tan resabiada con Brad p**o corto? —abro los ojos como platos. Camino y entro al coche de inmediato, rogando que este tema muera aquí.
Paso el cinturón de seguridad por mi cuerpo y lo abrocho, el rubio carraspea la garganta. Toco el vidrio de la ventana algo ida. Terminé con Brad por tantas razones, a veces suelo pensar que soy yo la del problema, nunca he sentido ese clic que veo en las películas con nadie; algunos días siento que no nací para amar.
—¿Entonces? —lo veo molesta.
—¿Por qué te interesa tanto?
—Cosas de hombres… —chasqueo la lengua.
—No teníamos nada en común, Brad es el tipo de hombre que no toma riesgo, que todo lo tiene en bandeja de plata. Mientras yo quiero dirigir la empresa de mi padre, él solo quería gastar el dinero de su familia, un dinero que él no se merece.
Falta poco para llegar a la universidad.
—Alene y yo no tenemos nada serio, ella me llama solo cuando… —se queda en silencio.
—Cuando quiere follar, puedes decirlo no tengo cinco años. —me cruzo de brazos.
—O necesita algo de dinero, solía tener a alguien en Italia, pero al huir de allí por mis problemas dejamos de hablarnos. Fleur fue alguien a quien amé
con el alma. Creo que fue mi primer amor.