L a última carta había hecho que mi cuerpo se erizara por completo.
¿Hundirse en mí y hacerme gemir?
¡Ja!
Como si pudiera ser posible.
Nunca me enredaría con un psicótico que parece que está sobre mi culo todo el tiempo.
Y eso había dicho cuando la leí entonces pasaron los días sin recibir más cartas cosa que me dejaba un sabor extraño en la boca y mi pecho dolía de vez en cuando haciéndome sentir extraña.
Era como si una escondida parte de mi sistema… ¿Ansiara recibir más cartas? No lo sé.
Todos los días me reprochaba cuan estúpida podía ser.
¿Qué había pasado con él?
¿Me atraía este hombre que desconocía?
¡No, nunca!
Entonces por qué echaba de menos sus cartas.
¡Porque por el cielo que lo hacía!
Estoy loca, estoy muy loca.
Ana había tenido razón, me gustaba el jueguito que tenía él con las cartas de una retorcida manera.
—Necesito que alguien me lleve a un jodido manicomio —gemí dejándome caer en la cama hasta que abrí los ojos y vi la claridad del día.
Hoy tendría clases e iba a llegar muy tarde.
Me apresuré en arreglarme, no iba a consentir esa extraña afinidad por ese psicótico que me proclamaba suya a los cuatro vientos.
Tardé un poco más de lo estimado pero quedé guapísima, y sí, tengo un autoestima regular.
Tomé mi teléfono y caminé hasta la parada de autobuses rogando que el siguiente llegara pronto o la profesora Rosset me cerraría la puerta.
—Vas a Ble College ¿No? Te he visto eres amiga de la novia de Amos.
Miré aturdida al recién llegado para luego sonreír y tomar su mano extendida.
—Soy Kaden, soy del nuevo ingreso de enfermería.
Por un momento me quedé en silencio admirando su lindo rostro, es que, mierda soy mujer y no puedo resistirme ante tanta belleza.
El chico es altísimo, su pelo castaño se ve como una tentación para tocar, sus ojos… maldita sea, nunca he visto unos ojos tan lindos y risueños que de cerca son verdes muy oscuro y su cara ¡Dios hizo esa carita con dedicación!
La oración en conjunto con mis compañeras de clase había surgido efecto.
¡Gracias Dios por traer un chico bellísimo a enfermería!
—Un placer Kaden, me llamo Verónica y creo que si te he visto en algún lado —mentí con descaro aunque había algo en él vagamente familiar.
— ¿Quieres que vamos juntos? Mi chofer me recogerá pronto, sé que es raro pero pensé que llegarías tarde y yo sería muy descortés si no te invitara teniendo auto —él comenzó a balbucear ocasionando que riera ante lo lindo que se veía.
¿Estaré haciendo bien? Si no lo hago voy a llegar tarde…
¿Y si me mata… y si es mi acosador… y si? ¡Basta ya! Tengo que dejar mi paranoia de mierda.
Y antes de que pudiera hablar un auto se estacionó frente a nosotros, ese se suponía era su chofer.
—Y bien ¿Qué dices?
—Si quiero ir, tienes razón llegaré tarde sino. Voy a confiar en ti, espero no seas un psicópata asesino en serie y yo resulte una de tus victimas.
Él rió negando con la cabeza divertido.
—No lo soy, descuida.
Volvió a reír encantado.
—Eso es lo que diría un asesino en serie.
Kaden me guiñó un ojo y yo me quedé encantada, enseguida me abrió la puerta y yo entré al auto siendo seguida por él, estando tan cerca pude oler el aroma masculino que desprendía su piel y mientras él hablaba y hablaba yo estuve perdida en ese olor tan maravilloso además de que no pude dejar de mirar sus ojos brillantes en ningún momento, el chico era un imán, no podía evitar sentirme atraída.
El viaje se hizo muy corto para mi gusto sin embargo me alivié de que no llegara tarde a la clase.
Al bajar del auto fui seguida por Kaden y automáticamente las miradas de todas las chicas de la facultad se posaron en él.
—Muchísimas gracias por compartir tu auto conmigo, me salvaste.
Él llevó una de sus manos detrás de su cuello y lo rascó en un gesto de nerviosismo que resultaba ser adorable.
—Siempre a la orden, luna.
Yo fruncí el ceño un poco decepcionada.
¿Cómo un chico tan guapo puede acordarse de mi nombre insignificante?
—Oh, no soy Luna, soy Verónica.
Él volvió a hacer el mismo gesto anterior pero esta vez se sonrojó haciéndolo ver más adorable y tuve que contenerme para no apretar sus mejillas.
—Sí, yo… lo siento.
Me encogí en hombros y decidí que lo mejor sería marcharme o realmente su esfuerzo por traerme temprano no valdría de nada.
—No importa, debo irme, un placer conocerte.
Después de clases me fui a casa enseguida, no vi más a Kaden lo que me decepcionó un poco, nada que no solucionara un rico yogurt helado y mi serie favorita.
Me desconecte del mundo enseguida cuando mi televisor se encendió y luego cuando terminó el capítulo opté por bañarme para finalmente ir a dormir.
Así eran mis días, solitarios, aburridos y llenos de muchos programas de televisión además de libros.
Tras secar el agua que caía sobre mi cuerpo no me molesté en vestirme, la mayoría del tiempo dormía en bragas pero esta noche me sentía demasiado cansada como para levantarme de la cama donde ya estaba sentada.
Apagué la luz seguido del televisor y enseguida caí completamente dormida.
*
Kaden me había contado sobre su acercamiento con mi mujer y no me gustó demasiado aunque debo admitir que el ser su amigo traería ventajas como por ejemplo estar cuidándola de cerca.
No obstante mi parte animal no lo entendía.
Tenía celos de que otro hombre estuviera cerca de mi compañera, odiaba la idea como nada.
Por ello decidí visitarla una vez estuviera descansando.
Necesitaba verla, el instinto posesivo estaba dominándome así como mi lobo interior.
—Kaden —llamé con voz seria a mi beta quien dio un respingo al verme, él mantenía su mirada fija en la ventana que pertenecía a mi compañera y lucía cansado.
—Alfa.
—Vete a casa, yo voy a quedarme con ella.
Él me miró sorprendido y preguntó anonadado.
— ¿Se va a mostrar ante ella al fin?
—No, aún no es el tiempo.
Enseguida Kaden asintió.
Cuando se marchó caminé con decisión hasta ella, al entrar en su habitación su olor me golpeó dulcemente y me contuve para no soltar un gemido vergonzoso como si me tratara de un adolescente. La verdad era que lo que despertaba mi compañera en mí era algo sublime, ¿Cuánto más lo sería si estuviéramos juntos?
Era lo que más anhelaba en mi vida, era débil ante ella sin embargo no podía arriesgarme a perderla, había pasado muchísimo tiempo después de haberla visto, no tuve tiempo para escribirle cartas no obstante mi corazón, mente y alma estaban con ella siempre.
Todo lo que hacía era por tenerla conmigo para siempre y no solo por un rato.
A pesar de ser el alfa más fuerte de todas las manadas la arriesgaría trayéndola conmigo, tengo enemigos rastreros que no les importaría tomar a mi compañera para hacerme más débil.
Era difícil mantenerme centrado cuando mi mente y cuerpo clamaban por mi alma gemela, caminé hasta estar al lado de su cama.
Ella dormía envuelta entre las sábanas de seda que contrastaban con su piel a la perfección, su cabello castaño estaba sobre la almohada como una cascada, ¿Qué se sentiría tenerla atrapada entre mis brazos mientras dormía? ¿Cómo se sentiría su suave cabello contra mi pecho?
El mero pensamiento me puso inevitablemente duro, fue imposible no alargar mi mano hasta sus rizos sintiendo su textura, de inmediato tanto mi lobo interior como yo suspiramos.
Era agónico estar lejos de ella pero el tocarla era la muestra de que Dios existía.
Suavemente deslicé mis dedos hasta su frente de ahí hasta su nariz, mejillas y boca, la frustración era atosigadora pero necesitaba tocarla como alguien que no sabe nadar se aferra a su salvavidas, porque eso era Verónica para mi, mi salvavidas, mi ángel, la única que hace que mi humanidad vuelva.
Entonces se movió y el aire escapó de mis pulmones sin previo aviso.
Maldita sea, ¿Estoy muerto?
Porque sentí que estaba en el cielo.
La muy descarada estaba durmiendo y no llevaba absolutamente nada puesto más que una pulsera.
Contrólate Gavin.
Gruñí a mi lobo que se desesperó por tomar el control de mi cuerpo pero yo también necesitaba controlarme o en menos de un segundo estaría haciéndole el amor a mi dulce compañera sobre esa cama la cual tanto envidiaba.
— ¿Por qué me haces esto Verónica? —gemí como lo que era, un hombre débil ante la mujer que ama.
¿Alguna vez había visto algo más precioso que la desnudes de ella?
La respuesta era un no rotundo.
Y seriamente creía que nunca encontraría algo así.
Sus pechos erguidos por el frío eran la perdición de cualquier hombre y vaya que lo sabía, soy un lobo y esta que yace cruelmente dormida bajo mi mirada hambrienta es mi compañera, la que va a ser la madre de mis hijos y a quien voy a amar por el resto de mi eternidad así que ¿Qué hay de malo con poder probar una pequeña parte de su ser?
Sin detenerme a pensar demasiado me incliné tomando al fin lo que tanto había anhelado, ella soltó un pequeño gemido audible para mis oídos de lobo entonces fui a por el siguiente pecho.
Podía quedarme por el resto de mi vida ahí bebiendo de su esencia, probando a mi mujer, no obstante sus gemidos fueron haciéndose aún más fuertes y mis pantalones comenzaban a parecer aún más apretados, debía irme antes de cometer una locura porque no era el momento, no iba a ponerla en riesgo solo porque mi lujuria aumentaba.
Yo era consciente de que si la tenía una vez ya no habría vuelta atrás, la marcaría como mía y la llevaría a mi manada donde pertenecía y donde por ahora habría riesgo, no iba a arriesgarme pero fue un tormento alejarme cuando eché un vistazo al triangulo entre sus piernas el cual parecía húmedo.
¡Tómala! ¡Es nuestra!
Aulló Gavin fuera de sí.
No es tiempo aún.
A regañadientes le di la espalda no sin antes depositar un beso sobre sus dulces labios.
Cerré los ojos y casi corrí por donde había entrado.
Iba a escribirle una carta y luego iría a darse un baño muy, muy frío.
*
A la mañana siguiente los pechos me pesaban y por más que me avergonzara mi intimidad estaba húmeda tras un sueño que habita tenido.
En el sueño aparecía él.
El hombre misterioso de las cartas.
Quien me tocaba con una posesividad y con lujuria marcada en su pupila sin embargo no pude ver su rostro pero si sentir, lo sentí lamerme y tocarme como a ningún hombre le había permitido.
Gemí apenada y ahogué mis lágrimas con mi almohada.
Estaba perdiendo la cabeza por un desconocido psicópata.
Algo está mal conmigo.
Con una fuerza que no sabía que tenía me levanté de la cama y tras bañarme y vestirme me fui a la universidad tratando de olvidarme de mi loco sueño pero al intentar salir mi corazón dio un vuelco como si antes no hubiera estado latiendo y yo hubiera vuelto a la vida.
Ahí, de bajo de mi puesta estaba una carta con un sobre que ya conocía.
Con manos temblorosas rasgué el papel y comencé a leer un poco perdida.
¿Por qué eres tan hermosa?
Incluso cuando duermes, tu pelo largo se extiende por la almohada.
¿Pero sabes lo que más me gusta?
Que duermes desnuda.
Tus pechos erguidos han sido una completa tentación y no pude hacer más que probarlos, ojalá no te enfades pero no sabes lo jodidamente perfecta que eres.
Tu cuerpo era una invitación, tu coño húmedo anhelaba ser penetrado pero cuando te posea va hacer porque así lo quieras, no tengas miedo de mí.
Desatas mi lado animal Verónica.