EMILIA –¿Estás bien? – pregunta Anna cuando me siento a su lado en la mesa del banquete. –Estás actuando rara esta mañana– –¿Raro en qué? – Espero que no sospeche nada. Tengo demasiada dignidad para decirle que anoche me follé al soltero más codiciado de Nueva York, un hombre que resulta ser nuestro cliente. Dios, soy una maldita idiota. No puedo creer que pensara que iba a cancelar todo y confesar su amor por mí. Estaba totalmente equivocada en eso. –Como si estuvieras un palo metido en el culo o algo así– dice Anna mirándome por encima del borde de su vaso de café de papel. Sus palabras duelen, y dejo escapar un suspiro lento. –Sigamos con esto– Hora de ponerme las bragas de chica grande y negociar. –No podría estar más de acuerdo. Es sábado y estamos trabajando. Cuando antes lo l

