Las horas pasaron demasiado rápido para Matilda. Ayudó a su tía a lavar los platos y la acompañó hasta su habitación. Luego de insistir en varias ocasiones en que podía quedarse si necesitaba ayuda y obtener siempre la misma negativa por su parte, se aventuró a la difícil tarea de encontrar un atuendo acorde.
No deseaba vestir su campera de cuero, pero la de abrigo que había adquirido en el centro le resultaba demasiado informal. Se probó absolutamente toda la ropa que había llevado, aunque tampoco era tanta, teniendo en cuenta que pensó que se quedaría un par de semanas y ya llevaba tres meses.
Cuando nada parecía satisfacerla, luego de varios portazos y derrumbes sobre su cama, escuchó que su abuela llamaba.
Bajó despacio con algunas prendas en la mano y se paró en la puerta de su
